Universidad Veracruzana

Blog de Lectores y Lecturas

Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



Una historia de amor

Jose emilio pacheco

José Andrés Rojo

Una vez que aquel muchacho, Carlitos, fue a casa de Jim quedó tan impactado por la belleza de la madre de su amigo que se enamoró de manera irremediable. Volvió al mundo con la sensación de estar viviendo el mayor de los acontecimientos y ya no dejó de pensar en ella. Así que unos días después, y cuando estaban en clase de «lengua nacional como se llamaba el español», pidió permiso y salió. Les estaban enseñando el pretérito perfecto del subjuntivo: hubiera o hubiese amado. Se fue de la escuela, fue a casa de su amigo, tocó el timbre. Lo cuenta José Emilio Pacheco, que dentro de unas horas recibirá en Alcalá el Premio Cervantes, en su novela Las batallas en el desierto (Tusquets). Le abrió la madre de Jim: «Nos sentamos en el sofá. Mariana cruzó las piernas. Por un segundo el kimono se entreabrió levemente. Las rodillas, los muslos, los senos, el vientre plano, el misterioso sexo escondido. No pasa nada, repetí». Y fue armándose de valor, hasta que lo dijo: «Porque lo que vengo a decirle –ya de una vez, señora, y perdóneme—es que estoy enamorado de usted».

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Canetti contra la muerte

José A. Rojo

Dejó inconcluso un proyecto que fue la obsesión de su vida y que se publica ahora sólo en español: Libro de los muertos. Apuntes 1942-1988. Babelia analiza en exclusiva esta obra de Canetti. «Se muere con demasiada facilidad», escribió el autor de Masa y poder

Desde hace muchos años nada me ha inquietado ni colmado tanto como el pensamiento de la muerte», escribió Elias Canetti (Rustschuk, Bulgaria, 1905- Zúrich, Suiza, 1994) en un cuaderno que recoge apuntes realizados entre 1942 y 1948: «El objetivo serio y concreto, la meta declarada y explícita de mi vida es conseguir la inmortalidad para los hombres». Eran años duros para el mundo, metido en el infierno de la Segunda Guerra Mundial o saliendo del mismo, de ahí que también anotara por entonces: «Se muere con demasiada facilidad. Morir debería ser mucho más difícil». Y se impusiera como la tarea más urgente y necesaria la de acabar, de una vez por todas, con la muerte. No ceder ni un milímetro, no permitirle el más mínimo margen de maniobra.

Articulo Completo en: http://www.elpais.com/articulo/portada/Canetti/muerte/elpepuculbab/20100410elpbabpor_3/Tes



Libros somos y seremos

Carlos Boyero

«El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor», sostienen Eco y Carrière en un libro que se titula osada y numantinamente Nadie acabará con los libros

Imagino que el apocalipsis no se ha encaprichado exclusivamente de mi barrio, que somos infinitos los náufragos de los objetos, rituales, costumbres y fetiches que alimentaban nuestra alma, que hacían muy grato abandonar el refugio de tu casa para dirigirse puntualmente o al azar a descubrir los nuevos tesoros que te ofrecían los templos. Donde yo habito las primeras en clausurar su espacio mágico fueron las tiendas de discos, incluido un paraíso del vinilo en el que podías encontrar antes o después cualquier tesoro que tuviera relación con el jazz. Después le llegó el derrumbe a las librerías pequeñas, especializadas o heterodoxas, atendidas por gente que no se dirigía automáticamente al ordenador ni adoptaba gesto de marciano cuando les preguntabas por un libro o un autor, extrovertidos o secos pero siempre profesionales, con los que inevitablemente se creaba bendita complicidad. Y en poco tiempo cerrarán los destartalados cines que me resultaban imprescindibles. Entramos en la temible geografía de la desolación.

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Inventar el libro

Juan Villoro

¿Qué tan novedoso debe ser un invento? La importancia de un producto suele depender de su capacidad de sustituir a otro. La tecnología necesita contrastes; sus aportaciones se miden en relación con lo que había antes. El inventor es el hombre que llega después.

Lo nuevo existe en serie: es la última parte de una secuencia, requiere de algo que lo anteceda. Esto lleva a una pregunta: ¿podemos inventar hacia atrás? ¿Qué pasa si le asignamos otro orden a la historia de la técnica?

Imaginemos una sociedad con escritura y alta tecnología, pero sin imprenta. Un mundo donde se lee en pantallas y se dispone de muy diversos soportes electrónicos. Abundan los receptores de textos e incluso se han diseñado pastillas con resúmenes de libros y métodos hipnóticos para absorber documentos. Esa civilización ha transitado de la escritura en arcilla a los procesadores de palabras sin pasar por el papel impreso. ¿Qué sucedería si ahí se inventara el libro? Sería visto como una superación de la computadora, no sólo por el prestigio de lo nuevo, sino por los asombros que provocaría su llegada.
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«A los 21 años tuve la necesidad casi fisiológica de la escritura»

Por: Silvina Espinosa de los Monteros

A unos días de haber recibido la Medalla Belisario Domínguez, otorgada por el Senado de la República el 7 octubre de 1994, Jaime Sabines concedió esta entrevista en la que habló sobre el dolor, la enfermedad, la poesía y su incursión en la política. Un par de años más tarde, en 1996, ofrecería un magno recital en la Sala Nezahualcóyotl por su 70 aniversario.

Jaime Sabines está sentado en la sala de su casa del Pedregal dispuesto a charlar. Con intermitentes accesos de tos debido al intenso consumo de tabaco pero con buen humor para aminorar el inventario de los últimos tiempos, el poeta recuerda lo que hace unos cuantos días le dijo un escritor paisano suyo: «Don Jaime, ya sabemos que usted resistió 33 operaciones en cuatro años y medio, ¿qué le parece peor: esas visitas al quirófano o las 178 entrevistas que le han hecho esta semana?» El autor de poemas como «Los amorosos» o «Tarumba» sonríe y ataja de inmediato: «Obviamente, esta semana». Leer más…



Un encuentro lejano con Thomas Mann

por Carlos Fuentes
1.
A principios de 1950, acababa de cumplir 21 años cuando llegué a Suiza para continuar sus estudios, tanto en la Universidad de Ginebra como en el Instituto de Altos Estudios Internacionales. Trabajaba en la misión de México ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y le servía de secretario al miembro mexicano de la Comisión de Derecho Internacional de la ONU, el embajador Roberto Córdova. Todo esto le daba a mi arribo en Suiza un tono sumamente formal. Ginebra, como siempre, era una ciudad muy internacional.
Me hice amigo de estudiantes extranjeros, diplomáticos y periodistas. Conocí a una bellísima estudiante suiza y me enamoré de ella, pero nuestros encuentros clandestinos fueron interrumpidos por dos casualidades.


Lisbeth Salander debe vivir

Piedra de Toque

Mario Vargas Llosa

Comencé a leer novelas a los diez años y ahora tengo setenta y tres. En todo ese tiempo debo haber leido centenares. acaso millares de novelas. releído un buen número de ellas y algunas. además. las he estudiado y enseñado.
Sin jactancia puedo decir que toda esta experiencia me ha hecho capaz de saber cuándo una novela es buena, mala o pésima y, también, que ella ha envenenado a menudo mi placer de lector al hacerme descubrir a poco de comenzar una novela sus costuras, incoherencias, fallas en los puntos de vista, la invención del narrador y del tiempo, todo aquello que el lector inocente (el “lector-hembra» lo llamaba Cortázar para escándalo de las feministas) no percibe, lo que le permite disfrutar más y mejor que el lector-crítico de la ilusión narrativa.

¿A qué viene este preámbulo? A que acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas criticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una historia, leyendo los tres voluminosos tomos de Millennium, unas 2,100 páginas, la trilogía de Stieg Larsson, con la felicidad y la excitación febril con que de niño y adolescente leí la serie de Dumas sobre los mosqueteros o las novelas de Dickens y de Víctor Hugo, preguntándome a cada vuelta de página «¿Y ahora qué, qué va a pasar?» y demorando la lectura por la angustia premonitoria de saber que aquella historia se iba a terminar pronto sumiéndome en la orfandad. Leer más…



¿Leer o no Leer?

Roberto Frías


Tradicionalmente, el no leer equivale para muchos a sentirse excluidos o ser considerados como personas menos cultas, pero para el ensayista francés Pierre Bayard estos conceptos pueden ser muy relativos, pues no existen razones para establecer un «matrimonio obligado» con ningún libro.

Incluso, el asegura que prefiere vivir de diversas maneras con los libros.

«Mas que distinguir entre los libros que he leído y los que no he leído, me gusta diferenciar entre los libros con los que he vivido y aquellos con los que no», dice. «Hay muchas maneras de vivir con los libros que no tienen relación con leerlos de la primera a la última pagina».

Bayard, psicoanalista y profesor de la Universidad de París, escandalizó en 2007 con su obra como hablar de los libros que no se han leído (publicado en español por Anagrama en 2008), en el que analiza con humor el proceso de la lectura y la no-lectura.

¿Por que nos sentimos culpables de no leer?

Eso es algo que pasa mas en America; en Europa, cada vez nos importa menos. Pero en America les inculcan ese temor y esa culpabilidad por no haber leído determinados textos que, en teoría, todos deberíamos conocer. Leer más…



«El libro nunca Morirá»

ENTREVISTA: EL AVANCE DEL LIBRO ELECTRÓNICO A CARMEN BALCELLS

POR JUAN CRUZ

Ahora Carmen Balcells, la mítica agente literaria a la que mucha gente creyó ver retirada hace unos años, vive «en el futuro», apuesta por las nuevas tecnologías, y ha llegado a una alianza editorial que la convierte en una de las líderes del nuevo formato que ya compite con los libros tal como se conocen desde hace más de medio milenio.

En su casa de Barcelona sigue dictando cartas y tomando notas a mano de todo lo que se mueve, pero ya ve los e-mails, está al tanto de lo que se cuece en el mundo tecnológico, y aunque es de la generación en la que se olía el papel para conocer su calidad, cree que el paso que ha dado el mundo «es irreversible».

A partir de ahí, de esa convicción de que las nuevas tecnologías están para revolucionar el mundo del libro, tomó la decisión de sumarse a lo que ella cree que es el futuro. «Es una decisión tranquila, sosegada, muy analizada con respecto a lo que era la realidad del mercado, que prácticamente no existía. Tenía bastante tiempo, no estaba presionada por nadie, ni siquiera por el propio editor que quería iniciar el proyecto». Leer más…



Vargas Llosa, Marías y la utopía arcaica

Edmundo Paz Soldán

Hay pocos escritores vivos que admiro más que Mario Vargas Llosa y Javier Marías. He leído toda su obra, he escrito sobre ellos, los he enseñado. Cuando me piden que mencione mis libros de cabecera, siempre incluyo títulos como Conversación en La Catedral o Mañana en la batalla piensa en mí. Creo entender las pulsiones principales que subyacen en sus novelas, incluso en muchas de las ideas que no comparto de sus ensayos.
La parte en la que ambos me pierden es su incapacidad para entender los cambios tecnológicos de la época, la forma que tienen de concluir que gracias a esos cambios la literatura se empobrece. Hace algunos meses Marías atacó los blogs, a los que llamó esa «región ocultamente furibunda» debido a la cantidad de insultos y veneno que uno encuentra en la sección de comentarios. El escritor español declaró que no entendía que hubiera tantos escritores que llevaran blogs, y mucho menos el lado interactivo de los blogs: «¿Cuál es la gracia de estas tertulias escritas? ¿Ver que uno provoca reacciones? ¿Tener la comprobación inmediata de que lo que expone no cae en el vacío?». Leer más…