¿Qué pasa, por ejemplo, cuando la escuela, el
maestro, los materiales de lectura, las estrategias para
llevar a cabo esta última actúan en conjunto, de manera armónica –sinfónica debería escribir–, y el alumno
les hace el feo, no muestra interés por la actividad y
por lo mismo la toma como una obligación más que
debe cumplir?
¿Qué ocurre cuando los alumnos van dispuestos a
aprender, conscientes de la necesidad de subsanar esa
carencia y el/la docente los recibe con el trillado “Ustedes no leen. Lean”, o bien los avergüenza porque su
hijita que apenas tiene siete años ya leyó Don Quijote, o
para comprobar si leyeron o no, repite torpe y enfáticamente “Hay más, hay más”, sin siquiera molestarse,
primero, en revisar las estrategias de lectura con que
cuentan, dárselas a conocer en caso de que no sea así,
explicarles que éstas pueden variar de texto a texto, o
bien hacer preguntas que favorezcan la reflexión, que
le permitan al alumno hurgar en lo leído a partir del
cuestionamiento que se le hace?
Bien, pues se podría decir que aquellos maestros y
estos alumnos son la excepción a la regla. O que, en el
mejor de los casos, tanto unos como otros representan
un porcentaje mínimo en los distintos niveles educativos, tanto del sector público como privado. Pues, como
señalan Nicolás Alvarado y Julio Patán: “Según los datos del último Informe PISA (Programa Internacional
para la Evaluación de los Estudiantes) en materia de
comprensión de lectura, realizado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), el peor desempeño entre los alumnos integrantes
de esta organización se da en los mexicanos”.
Podemos tener el consuelo de que muchos jóvenes
ya no están en la secundaria. Y entonces, la Encuesta Nacional de Lectura encargada por el Concaculta en 2006
arroja la desoladora cifra de 2.9 libros leídos al año por
cada mexicano, según consignan Alvarado y Patán.
De este modo, podemos ampliar la pregunta ¿Qué leen los jóvenes y el resto de los mexicanos? Si
nos atenemos a las encuestas y los números ya señalados, la respuesta es tan fácil como demoledora y nos
puede dejar apenados o indiferentes: casi tres libros
por año. Y mal.
¿Y qué con todo lo anterior? Sencillo. Para ser
una economía competitiva, indica Elisa Bonilla Rius,
es necesario seguir una estrategia en tres vertientes,
según el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012:
…inversión en capital físico, ampliación de las capacidades de las personas y crecimiento elevado
en la productividad. Si tomamos en cuenta que
la capacidad de leer y escribir es una condición
necesaria para el desarrollo de otras capacidades
y para el incremento de la productividad, cabría
suponer que este gobierno buscará mejorar substantivamente las capacidades de lectura y escritura de los mexicanos” (p. 34).
Más adelante, Bonilla Rius señala que
...la necesidad de desarrollar la capacidad tecnológica de las personas no se pone en duda, pero
para lograrla hay condiciones. La capacidad de
leer, escribir, contrastar y comprender textos diversos, es una de esas condiciones. El cabal dominio de la lectura y la escritura puede no ser una
condición suficiente para alcanzar el nivel del desarrollo económico que se pretende, pero sí una
condición necesaria (p. 34).
Apunta en su texto Bonilla Rius algo de cabal importancia:
Las investigaciones han mostrado que el factor
que más peso tiene en el desarrollo de las competencias comunicativas (hablar, escuchar, leer
y escribir) y mayoritariamente responsable de
estas diferencias es el capital cultural, una variable que se calcula considerando la escolaridad
de los padres, el número de libros en casa y la frecuencia con que los estudiantes asisten al
cine [...] El estímulo temprano a la lectura crece
a medida que se incrementa la escolaridad, pasa
de 6.1 por ciento entre las personas sin escolaridad a 55.4 por ciento entre los universitarios
(p. 35).
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Carlos Apango: El jardín de los senderos que se bifurcan |
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Así, parece ser que la lucha se dará entre analfabetismo funcional y capital cultural. Falta, creo yo, en
ese capital cultural, educar o reeducar a quienes se
encargan ya, y se encargarán en un futuro, de servir
como enlaces entre el libro, los libros. De enseñarles
o recordarles que promover la lectura o dar clases de ésta no se trata sólo de:
a) recomendar a un autor o de prestarle a alguien
un libro,
b) hacerle saber que éste se encuentra en la
biblioteca,
c) explicarle las técnicas y estrategias de lectura,
d) decirle que con ésta se le abrirán las puertas del
conocimiento y
e) adecuar los textos para leer al nivel educativo
correspondiente.
¿Entonces de qué se trata?
f) de una combinación de todas las instancias mencionadas, pero sobre todo de darle continuidad, seguimiento al proceso de
acercamiento a la lectura, de avanzar en éste
gradualmente.
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