Núm. 15 Tercera Época
 
   
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JOSÉ LUIS CUEVAS
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          ¿Qué pasa, por ejemplo, cuando la escuela, el maestro, los materiales de lectura, las estrategias para llevar a cabo esta última actúan en conjunto, de manera armónica –sinfónica debería escribir–, y el alumno les hace el feo, no muestra interés por la actividad y por lo mismo la toma como una obligación más que debe cumplir?

          ¿Qué ocurre cuando los alumnos van dispuestos a aprender, conscientes de la necesidad de subsanar esa carencia y el/la docente los recibe con el trillado “Ustedes no leen. Lean”, o bien los avergüenza porque su hijita que apenas tiene siete años ya leyó Don Quijote, o para comprobar si leyeron o no, repite torpe y enfáticamente “Hay más, hay más”, sin siquiera molestarse, primero, en revisar las estrategias de lectura con que cuentan, dárselas a conocer en caso de que no sea así, explicarles que éstas pueden variar de texto a texto, o bien hacer preguntas que favorezcan la reflexión, que le permitan al alumno hurgar en lo leído a partir del cuestionamiento que se le hace?

          Bien, pues se podría decir que aquellos maestros y estos alumnos son la excepción a la regla. O que, en el mejor de los casos, tanto unos como otros representan un porcentaje mínimo en los distintos niveles educativos, tanto del sector público como privado. Pues, como señalan Nicolás Alvarado y Julio Patán: “Según los datos del último Informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes) en materia de comprensión de lectura, realizado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), el peor desempeño entre los alumnos integrantes de esta organización se da en los mexicanos”.

          Podemos tener el consuelo de que muchos jóvenes ya no están en la secundaria. Y entonces, la Encuesta Nacional de Lectura encargada por el Concaculta en 2006 arroja la desoladora cifra de 2.9 libros leídos al año por cada mexicano, según consignan Alvarado y Patán.

          De este modo, podemos ampliar la pregunta ¿Qué leen los jóvenes y el resto de los mexicanos? Si nos atenemos a las encuestas y los números ya señalados, la respuesta es tan fácil como demoledora y nos puede dejar apenados o indiferentes: casi tres libros por año. Y mal.

          ¿Y qué con todo lo anterior? Sencillo. Para ser una economía competitiva, indica Elisa Bonilla Rius, es necesario seguir una estrategia en tres vertientes, según el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012:

…inversión en capital físico, ampliación de las capacidades de las personas y crecimiento elevado en la productividad. Si tomamos en cuenta que la capacidad de leer y escribir es una condición necesaria para el desarrollo de otras capacidades y para el incremento de la productividad, cabría suponer que este gobierno buscará mejorar substantivamente las capacidades de lectura y escritura de los mexicanos” (p. 34).

Más adelante, Bonilla Rius señala que

...la necesidad de desarrollar la capacidad tecnológica de las personas no se pone en duda, pero para lograrla hay condiciones. La capacidad de leer, escribir, contrastar y comprender textos diversos, es una de esas condiciones. El cabal dominio de la lectura y la escritura puede no ser una condición suficiente para alcanzar el nivel del desarrollo económico que se pretende, pero sí una condición necesaria (p. 34).

Apunta en su texto Bonilla Rius algo de cabal importancia:


Las investigaciones han mostrado que el factor que más peso tiene en el desarrollo de las competencias comunicativas (hablar, escuchar, leer y escribir) y mayoritariamente responsable de estas diferencias es el capital cultural, una variable que se calcula considerando la escolaridad de los padres, el número de libros en casa y la frecuencia con que los estudiantes asisten al cine [...] El estímulo temprano a la lectura crece a medida que se incrementa la escolaridad, pasa de 6.1 por ciento entre las personas sin escolaridad a 55.4 por ciento entre los universitarios (p. 35).
  Carlos Apango: El jardín de los senderos que se bifurcan  
 

Carlos Apango: El jardín de los senderos que se bifurcan

 

Así, parece ser que la lucha se dará entre analfabetismo funcional y capital cultural. Falta, creo yo, en ese capital cultural, educar o reeducar a quienes se encargan ya, y se encargarán en un futuro, de servir como enlaces entre el libro, los libros. De enseñarles o recordarles que promover la lectura o dar clases de ésta no se trata sólo de:

a) recomendar a un autor o de prestarle a alguien un libro,

b) hacerle saber que éste se encuentra en la biblioteca,

c) explicarle las técnicas y estrategias de lectura,

d) decirle que con ésta se le abrirán las puertas del conocimiento y

e) adecuar los textos para leer al nivel educativo correspondiente.
¿Entonces de qué se trata?

f) de una combinación de todas las instancias mencionadas, pero sobre todo de darle continuidad, seguimiento al proceso de acercamiento a la lectura, de avanzar en éste gradualmente.
 
 
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