Reportaje

Estamos retrocediendo y borrando todo el siglo XIX: Celia del Palacio

  • “Nuestras abuelas hicieron cosas importantes”
  • La historiadora de la UV destacó la importancia de hacer visible el papel que tuvieron las mujeres en la guerra de Independencia
  • En aquella causa insurgente hubo muchas que entregaron su fortuna, hijos, cuerpo, la vida misma
Celia del Palacio

Celia del Palacio

 

Karina de la Paz Reyes Díaz

 

Xalapa, Ver. 15/09/2016.- “El 7 de diciembre de 1811, al amanecer, Carmen Camacho fue arrastrada fuera de su celda y para escarmiento de las mujeres de Acámbaro, la hicieron caminar por las calles vestida sólo con camisa de manta burda y un cartel que rezaba ‘Adicta a la Independencia’ colgado del cuello”, relata la historiadora de la Universidad Veracruzana (UV) Celia del Palacio Montiel en una obra dedicada a mujeres que lucharon por poner fin al dominio de la corona española en la llamada Nueva España, hoy México, mujeres que han sido invisibilizadas.

La obra se titula precisamente así, Adictas a la insurgencia. Mujeres en la guerra de Independencia (2010), relata cómo muchas féminas entregaron fortuna, hijos, cuerpo y la vida misma a los ideales de aquella gesta que inició en 1810 y concluyó en 1821.

“Hubo mujeres de la nobleza y la alta sociedad, como Leona Vicario y la ‘Güera’ Rodríguez, que tomaron el bando de la insurgencia y apoyaron con dinero, siendo espías, mandando información, aprovechando su posición y sobre todo que ellas no serían sospechosas.

”El paradigma de esto es la propia Leona Vicario que dio parte de su propio dinero para comprar armas, mandar bienes a los insurgentes que estaban en Tlalpujahua (en el actual estado de Michoacán), así como información de dónde estaban las tropas. Ella se movía en los círculos de la Nueva España, entonces sabía y estaba muy cercana de los realistas y podía tener esa información”, relató la académica e investigadora.

Portada del libro Adictas a la insurgencia

Portada del libro Adictas a la insurgencia

Para sorpresa de muchos, dijo, las esposas de los funcionarios realistas también apoyaron en esta causa, por ejemplo Josefa Ortiz de Domínguez, cónyuge de Miguel Domínguez, corregidor de Querétaro.

Quizá Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez sean de las más citadas, pero en aquella guerra participaron varias mujeres de las clases más privilegiadas de la Nueva España, aclaró. Incluso en sus propias casas realizaban reuniones, que eran más bien conspiraciones a favor de la insurgencia.

“Una mujer de aquí, de Xalapa, María Teresa Medina de la Sota Riva, que era esposa de la autoridad virreinal, estaba a favor de la insurgencia”, citó a manera de ejemplo.

En Adictas a la insurgencia precisa: “Esta mujer de la clase alta xalapeña, que arriesgó su vida y empeñó sus bienes por el sueño de independencia, rara vez es recordada en las historias regionales. A diferencia de los otros conjurados, apenas una discreta calle de Xalapa guarda la memoria de sus hazañas. Como muchas otras mujeres de su clase y méritos, que también lo arriesgaron todo, ha desaparecido injustamente de la memoria colectiva”.

Mujeres de armas tomar

La también coordinadora del Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la UV, subrayó que en la guerra de Independencia no sólo participaron mujeres ricas e influyentes, sino aquellas que no tenían recursos económicos, pero cuyos ideales insurgentes las impulsaron a luchar desde varias aristas.

“Hubo mujeres que se dedicaron a seducir a las tropas –ésas me caen muy bien–. Algunas muy populares y muy bonitas utilizaban su belleza para seducir a los realistas y convertirlos a la causa insurgente. Los propios realistas decían que eran peligrosísimas.”

Además, hubo muchas que fungieron como cocineras, capitanas, coronelas, es decir, hubo las que literalmente tomaron las armas y se dedicaron a matar gachupines.

Hay otras más que la autora de Leona (2010), novela histórica sobre la vida de Leona Vicario, califica como “mujeres de armas tomar”, pues además de enfrentar al ejército realista hicieron grandes sacrificios, como Antonia Nava “La Generala” y Catalina González, quienes eran parte de un pequeño ejército insurgente que tras más de un mes sitiado por los realistas en Jaleaca, cerca de Chilpancingo, se ofrecieron como comida.

“Hemos hallado la manera de ser útiles a nuestra patria… ¡No podemos pelear, pero sí podemos servir de alimento!… He aquí nuestros cuerpos que pueden repartirse como ración a los soldados”, relata Celia del Palacio en Adictas a la insurgencia.

Sobre Antonia Nava precisa en la obra: “Como otras muchas mujeres en los años de la guerra insurgente, sacrificó literalmente todo lo que tenía para contribuir al triunfo de la causa: sus posesiones, su tranquilidad y su hogar, además de sus seres queridos, sus propios hijos e incluso estuvo dispuesta a dar su cuerpo, lo único que le quedaba antes que rendirse ante el enemigo”.

Para Celia del Palacio es “difícil” documentarse y relatar tales historias. Aclaró que la vida de algunas sí ha sido biografiada de manera más prolija, como Leona Vicario, de quien se recuperó el proceso que vivió ante la Inquisición, testamento, un inventario de sus bienes, entre otros documentos.

“Por supuesto, es ligeramente más fácil encontrar datos de aquellas mujeres que tenían recursos, pero de las mujeres populares es muy difícil. Algunos historiadores de principios del siglo XX recopilaron los procesos inquisitoriales donde se les hicieron las preguntas y a partir de eso se puede suponer qué hicieron, de qué se les acusaba.”

Algo que distinguió a esas mujeres adictas a la insurgencia es que en general las que fueron condenadas no denunciaron a los cómplices, a diferencia de los hombres, incluso el propio Miguel Hidalgo y Morelos, comentó a raíz de los procesos inquisitoriales estudiados.

Los ideales de la insurgencia continúan

En todos los países hasta hace muy pocos años era común no hacer visible el papel de las mujeres en la historia y son, en la mayoría de los casos, ellas mismas quienes trabajan para sacar a la luz las pequeñas y grandes hazañas, dijo Celia del Palacio.

“Esta historia de las mujeres en realidad es bastante reciente. Antes de eso no había mucha visibilidad o se les hacía heroínas de bronce, intocables e inalcanzables, como fue doña Josefa. Una no se identifica mucho con esa doña, que es la que nos presentan en la primaria. Te cuentan una historia acartonada y dulcificada de lo que esa mujer fue.”

Para la entrevistada es importante hacer notar el lado humano de las heroínas y bajarlas al nivel del resto de las mujeres de carne y hueso, a manera de decir “tú también puedes llegar a ser eso”.

La lucha por visibilizar los logros de las mujeres continúa, porque “crecimos en una historia donde las mujeres nunca han hecho nada. Una como mujer crece pensando que nadie ha hecho nada, o eres la heroína o no eres nada”. Para ella, se deben hacer visibles también los pequeños hechos, que no por ello restan valentía a sus protagonistas.

Anteriormente las mujeres no tenían el papel político que es posible tener actualmente, su papel fue distinto, remarcó la entrevistada.

La posición que a la fecha tienen las mujeres en la sociedad es, en buena medida, resultado del trabajo realizado paulatinamente y desde hace muchos años, y también del que hoy en día hacen las feministas; por ejemplo, el derecho a votar y ser votada, y leyes orientadas a mejorar su situación.

“Eso tendría que ir acompañado con la visibilidad en la historia, en la que se diga: no somos las únicas ni somos la primera generación que ha hecho cosas, delante de nosotras hay mucha gente. Tenemos una herencia. Nuestras abuelas hicieron cosas importantes.”

Sin embargo, la historiadora observa una regresión en muchos aspectos, como la llamada “Ley antiaborto”, una reforma recién promulgada al Artículo 4 de la Constitución Política del Estado de Veracruz en la que se “protege la vida desde la concepción”, o el modelo de familia que imponen grupos religiosos y que sólo acepta a las que son integradas por madre, padre e hijos.

“Eso le da para atrás a logros y sangre de muchas generaciones que han peleado a favor de otro tipo de derechos para las mujeres”, criticó.

En su opinión, otro reto para las actuales mujeres es que encuentren un lugar en esta sociedad sin masculinizarse porque es otro problema. “Ahora se espera que hagas todo y más, aunque eso no te permita seguir siendo mujer, sensible, querer ser mamá y también profesionista”, tal es el caso de Margaret Thatcher, llamada incluso “La Dama de Hierro”.

“Es un reto muy importante en este momento: aceptar que eres mujer y siéndolo puedes hacer muchas cosas, todas las que te dé la gana, porque nos hemos ganado ese derecho.”

A manera de conclusión, la académica planteó: “Me preocupa mucho que no nada más es la insurgencia, sino todas estas batallas que se libraron a lo largo del siglo XIX para llegar a lo que somos ahora, con mucho sacrificio, con mucha sangre derramada –para separar lo público de lo privado, por ejemplo– se estén borrando. Me parece muy angustioso que estemos retrocediendo y borrando todo el siglo XIX”.

 

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