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Niños gitanos en México, ejemplo de una dinámica de parentesco cambiante

  • Neyra Patricia Alvarado, investigadora de El Colegio de San Luis, impartió la conferencia “La participación de los niños en el parentesco entre los ludar (gitanos) de México” 
  • Fue la sexta sesión del Seminario Miradas Antropológicas y Transdisciplinares que se transmitió por Facebook 

 

Neyra Patricia Alvarado, investigadora del Colsan, presentó resultados de su etnografía donde analizó el parentesco entre gitanos, conocidos como ludar

 

David Sandoval Rodríguez 

02/10/2021, Xalapa, Ver.- La infancia de los niños gitanos en México es diferente a las relaciones de parentesco que se establecen en familias de otros orígenes, planteó Neyra Patricia Alvarado Solís, profesora e investigadora de El Colegio de San Luis (Colsan), durante su participación en el Seminario Miradas Antropológicas y Transdisciplinares de la Universidad Veracruzana (UV). 

 En el evento virtual organizado por el cuerpo académico (CA) Estudios Antropológicos y Transdisciplinares, la investigadora ofreció la videoconferencia “La participación de los niños en el parentesco entre los ludar (gitanos) de México” y presentó algunos de los resultados de su trabajo etnográfico que ha realizado mediante estancias temporales con algunas de las comunidades gitanas 

Alvarado Solís reflexionó en torno al punto de partida de su trabajo respecto a la antropología de la infancia, en particular dentro de las poblaciones gitanas radicadas en México, conocidas como ludar, porque, subrayó, “los niños no tienen una división social en estas poblaciones como la conocemos nosotros”. 

La videoconferencia se transmitió por el canal de Facebook del Instituto de Antropología de la UV: Instituto de Antropología-UV. 

La académica dijo que la población gitana que circula por el norte de México y el papel que juegan los niños en los usos cotidianos del parentesco se puede observar en actividades y contextos específicos como las ceremonias de matrimonio, y las salidas que hacen los niños fuera de la comunidad como ir a la playa o al cine. 

Refirió que los ludar llegaron en agrupaciones familiares a nuestro país entre finales del siglo XIX y principios del XX; para esta población la edad de los niños oscila del nacimiento hasta los 15 años y para las niñas hasta los 14, están acostumbrados a ser atendidos por los adultos de su familia o niños de su misma edad y destacó que se casan muy jóvenes, entre los 14 y 18 años. 

Llegaron a México montando espectáculos itinerantes de calle en los cuales también participan los niños y a la fecha recorren el norte del país en casas rodantes. 

 

Alvarado Solís subrayó que celebraciones como el matrimonio es donde los niños aprenden las relaciones de parentesco dinámicas que tienen los ludar

 

“El parentesco entre los ludar tiene que ser vivido para ser conocido”, apuntó, ya que son muy reservados respecto a su genealogía.  

La investigadora también encontró que se rigen bajo formas parentales bastante complejas y sólo se pueden ir conociendo y comprendiendo con el tiempo, lo que demuestra además que existe un dinamismo en la composición parental. 

Las maneras relacionadas a la alimentación es uno de los campos donde se puede observar que los niños aprenden a comer una variedad de platos, y son ellos mismos quienes aprenden y ponen en práctica las conductas observadas y adquiridas en eventos previos. 

“Los niños ludar aprenden que deben mantener una distancia social y oyen a los adultos hablar en términos ludar para dirigirse a personas que no pertenecen al grupo”, explicó. 

Los niños sólo utilizan el idioma ludar en contextos específicos, como las palabras rituales dedicadas a los muertos y cuando están con personas que no pertenecen al grupo. 

En tal sentido, Alvarado Solís dijo que los niños aprenden la distancia social que deben seguir y obedecer cuando tienen que decir algo a otro niño, esto es resultado de lo que escuchan y observan en los rituales, en particular en la conmemoración de los muertos. 

Contrario a lo que podría suponerse, los niños son los que aplican la desconfianza hacia las demás personas que no son ludar, ésta es una desconfianza aprendida y se observa cuando salen fuera de la comunidad. 

El aprendizaje del parentesco entre los niños les ha permitido desarrollar una forma de resiliencia para aprender e interactuar con otras formas de aprendizaje; en este sentido, “no sabemos la influencia que han dejado los ludares por las regiones donde han pasado y éste es un tema pendiente por investigar”.

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