Entrevista

Los historiadores tienen mucho que aprender de los literatos: Jordi Canal

  • “Si queremos construir una historia más humana, en el fondo debemos preocuparnos por cómo son los individuos”, dijo
  • “Los historiadores deberíamos aprender a narrar y hacer nuestros libros legibles”, criticó

 

Para Canal, en la época contemporánea la novela es el gran género de los individuos

 

Karina de la Paz Reyes

 

28/11/2017, Xalapa, Ver.- La manera de hacer historia ha cambiado, sentenció en entrevista el investigador español Jordi Canal, del Centro de Investigaciones Históricas de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, Francia. Para él, durante varias décadas se confundió lo riguroso con la buena escritura y ello provocó un distanciamiento de la sociedad.

El autor de obras como La historia es un árbol de historias. Historiografía, política, literatura, impartió el curso “La historia política a principios del siglo XXI: nuevos objetos, nuevas perspectivas”, en el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana, del 16 al 20 de octubre.

A propósito del tema, relató que a principios del siglo XX prácticamente la única historia que se hacía era política, sin tomar en cuenta la económica, cultural o social. “Era la historia de los grandes hechos, batallas, hombres y tratados internacionales”.

No obstante, hubo reacciones al respecto en las décadas de 1920 y 1930, dirigidas por la Escuela de los Annales, “un golpe fuerte” centrado en criticar que no se hacía historia de los problemas reales.

Asimismo, el marxismo adquirió importancia en las universidades del mundo hispanoamericano, modelo teórico que planteó que la historia política era en el fondo conservadora y en cambio lo necesario era hacer historia económico-social y de las clases populares.

La historia política estaba “bastante tocada” en la década de 1950, pero entre 1980 y 1990 retomó presencia y, según Jordi Canal, “ya no es lo que era, ya se ocupa del individuo; se ocupa no sólo de las ideas sino de las prácticas políticas e introduce nuevos elementos que vienen de la historia cultural y de la social”.

¿Qué papel tuvo en ese proceso la microhistoria?

La microhistoria es anterior, es sobre todo importante en los años setenta. Creo que la historia política que se hace hoy está muy marcada por la microhistoria, todo lo que plantea Carlo Ginzburg ha sido recuperado por la historia política, tanto que hay personajes singulares que no necesariamente son grandes hombres, pero merecen que los miremos con calma; también está el paradigma indiciario, es decir, cómo desde las pequeñas cosas podemos llegar a la construcción de grandes elementos.

La microhistoria es de las cosas que han influido en estas nuevas maneras de hacer historia política.

¿Cuál sería el ejemplo de cómo se hace historia política ahora?

Antes la historia política más tradicional se ocupaba de los partidos políticos, y de éstos le interesaba saber quiénes eran los dirigentes y los resultados electorales; cuántos gobernadores, presidentes y ministros habían tenido; la ideología y se quedaba ahí.

Ahora, la historia política sigue tratando esos temas, pero de manera distinta, y otros nuevos; es decir, hoy un estudio sobre partidos políticos evidentemente se ocupa de los dirigentes, de los discursos, pero también de cómo se politiza, cuáles son los factores de politización, cómo alguien vive la adhesión a un partido.

Se estudiaría la ideología, pero también interesaría saber cómo circulan esas ideas, porque evidentemente no son fijas, sino aprendidas, discutidas, se van modificando al mismo tiempo que circulan.

Finalmente, seguiríamos estudiando a los partidos políticos, pero de una manera más compleja y completa. Ése es el gran cambio. Creo que hay tres elementos que podrían resumir en qué ha cambiado la historia política que hacemos hoy.

El primero, que es más compleja y completa porque hay más objetos a estudiar, hay más cosas que nos interesan, incluso las que antes nos parecían pequeñas; la segunda, que dialoga con los otros sectores de la historia (la social, cultural, económica, la microhistoria), con el marxismo más abierto, y al mismo tiempo con disciplinas afines como la sociología, la ciencia política, la lingüística.

En el tercer elemento, yo diría que se trata de una historia política que se ocupa más de los individuos, pues ya hemos pasado la época en que las personas eran reducidas a un número o porcentaje. Además, damos valor a lo que el individuo piensa, siente, por qué actúa de una manera y no de otra; ahí entraría el juego de las emociones, que era algo que la historia política y la historia en general había olvidado totalmente.

Se pensaba que tratar sobre las emociones era demasiado literario y que de eso se ocupaba la novela y no los historiadores; pero si queremos construir una historia más humana, en el fondo debemos preocuparnos por cómo son los individuos, porque a veces los hombres y mujeres toman decisiones que quizá no son racionalmente explicables.

¿La novela de la Revolución Mexicana realizó la función de generar una “historia más humana”?

La primera vez que vine a la Universidad Veracruzana di un curso sobre las relaciones entre la historia y la literatura, y una de mis tesis era que los historiadores tienen mucho que aprender de los literatos, porque éstos escriben mejor.

Los historiadores deberíamos aprender a narrar y hacer nuestros libros legibles, porque en general los del siglo XX hemos hecho unos libros de historia que sólo podemos leer nosotros o personas muy abnegadas que necesitan leerlos porque estudian el tema, pero han dejado de ser libros de lectura general.

De hecho, las grandes ventas de libros sobre temas de historia siempre las consiguen escritores, periodistas, pero nunca historiadores, porque hemos confundido lo riguroso con la buena escritura, y eso ha sido fatal. Significa que no nos lee nadie prácticamente en la actualidad.

También creo que los literatos pueden aprender de los historiadores, porque de la literatura no se pueden sacar datos, pero sí maneras de entender la vida, sobre todo de la novela.

Pienso que para la época contemporánea la novela es el gran género de los individuos, donde vemos por qué la gente hace cosas y se mueve. De ahí podemos aprender a imaginar cómo podían haber sido esas personas del pasado, porque los historiadores no podemos inventar.

Con la novela de la Revolución Mexicana pienso en dos sentidos; por ejemplo, las cristeras de los años cuarenta y cincuenta en algunos casos nos han enseñado muchas más cosas sobre el porqué actuaban realmente los cristeros, mucho más que los libros de historia.

Si sabemos tratarlo con rigor, puede haber en la literatura muchas pistas para reconstruir la historia, lo que no podemos decir nunca es que lo que ocurrió en una novela sucedió en la realidad.

Ahora eso empieza a ser menos tabú, porque los historiadores durante mucho tiempo se pensaron como lo contrario a la literatura y no querían saber nada de ésta porque la veían como la invención, la subjetividad, el individuo y no las estructuras, pero yo creo que las cosas afortunadamente están cambiando.

¿Esto es un reto para los historiadores en ciernes?

Sí. Por supuesto.

A propósito del tema, ¿hay obras que recomienda?

Claro. Lo que no hay son manuales, sino ejemplos de libros que se pueden leer en esa clave. Yo con los estudiantes intento recuperar algunos de los clásicos como Marc Bloch (fundador de la Escuela de los Annales) o Carlo Ginzburg (abanderado de la microhistoria), quienes nos siguen diciendo algo después del tiempo.

Karl Schlögel es un alemán que ha trabajado temas del espacio y tiene un libro recientemente traducido al español que se llama Terror y utopía. Moscú en 1937, y trata de los procesos judiciales contra los supuestos traidores al estalinismo, vistos desde distintos espacios de Moscú.

Hay cosas bastantes interesantes en los últimos tiempos sobre guerra civil tanto en Europa como aquí mismo, en México. Pienso en Tomás Pérez Vejo (y trabajos) sobre toda América Latina, son muy interesantes.

¿A partir de qué momento se puede iniciar la historia de alguien o algo?

Es un viejo debate en la historia, porque a lo largo del siglo XX hubo un rechazo hacia la historia inmediata. En el proceso de construcción de la historia (como disciplina o ciencia, algo también en discusión) de la misma manera que dijeron “la literatura es lo contrario de lo que hacemos nosotros”, también decían “no podemos estudiar lo que acaba de pasar, porque no hay suficiente distancia”.

Eso cambió y creo que en la actualidad se piensa que el historiador sí puede hacer historia del tiempo más inmediato, pues en el fondo lo que en este momento es presente en seis horas será pasado.

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