Entrevista

Futuro de la filosofía, en jaque: Luis Ignacio Niel

  • Si la filosofía se va a reducir a comentar autores y a tratar la evolución de conceptos de otros autores, me parece que está condenada al fracaso”
  • Consideró que el nivel de distanciamiento existente entre las ciencias y la filosofía en nuestra época no tiene parangón

 

Luis Niel, filósofo integrante del Conicet de Argentina, visitó la Universidad Veracruzana

 

David Sandoval Rodríguez

25/11/18, Xalapa, Ver.- En nuestros días es muy difícil encontrar profesionales de la filosofía comprometidos con los problemas de actualidad, la mayoría se dedica a comentar lo que otros filósofos han propuesto, declaró Luis Ignacio Niel, académico de la Universidad del Litoral de Argentina y miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (Conicet).

El académico es Doctor en Filosofía por la Universidad de Colonia, Alemania, y ha realizado estancias posdoctorales en la Universidad de Fordham, Estados Unidos, así como estancias de investigación en la Universidad de Eichstätt, Alemania, en la Universidad de Buenos Aires, Argentina, y en la Universidad de Georgetown, Estados Unidos.

Durante su visita a la Universidad Veracruzana (UV) participó en el “Coloquio internacional sobre afectividad y cuerpo vivido”, organizado por la Facultad de Filosofía, con la ponencia titulada “Filosofía analítica, intencionalidad y lenguaje. Un análisis del caso de Roderick Chisholm”.

Previo a su conferencia, el investigador comentó con Universo acerca de su opinión sobre el panorama actual de la filosofía, así como su relación con el quehacer científico.

 

En una entrevista al diario español El País, en mayo de este año, Jürgen Habermas respondió que el Internet ha provocado una fragmentación del diálogo y posiblemente esto hace que las ideas provocadoras desaparezcan. ¿Qué opina al respecto?

Tengo una posición bastante crítica al respecto. Estoy convencido que la filosofía en los últimos 30 años se ha transformado, fruto de la tecnología, de la profesionalización extrema y de la especialización extrema; se ha transformado en una suerte de actividad de académicos, escolástica, bizantina, que no llega a los fenómenos mismos.

Es como si las grandes figuras filosóficas que reflexionaron sobre los problemas quedaron en la historia. Es muy difícil encontrar hoy filósofos comprometidos con problemas y no con lo que dijeron otros filósofos o con un trabajo archivístico de manuscritos. Esto lo veo muy en concreto en el ámbito de la fenomenología, que es donde me desarrollo, y creo que es un problema general en todas las áreas de la filosofía.

Hay una falta de tomar posición, de decir: me encargo de escribir en nombre propio para hacer filosofía. Hoy la constante es no decir nada en nombre propio, sino comentar lo que otros autores dijeron.

Pero es muy difícil hacer una afirmación categórica sin una cita al pie de página de un autor que avale dicha afirmación; eso es algo muy triste de la filosofía y creo que pone en jaque su futuro.

Sinceramente, creo, una de las cuestiones clave es si se sigue financiando la filosofía, ése es todo un tema y creo que si la filosofía se va a reducir a comentar autores y a tratar la evolución de conceptos de otros autores, entonces está condenada al fracaso.

En tal sentido, creo que como profesionales de la filosofía debemos comprometernos a volver a las cosas mismas; no tanto como una suerte de fetichismo de los grandes autores o los grandes textos, sino empezar a reflexionar sobre los problemas y creo que un buen modo de hacer eso sería, en primer lugar, un debate entre las filosofías, que es algo que se ha perdido.

Se hacen congresos de filosofía analítica, de fenomenología, pero como si fueran mónadas, es decir que no se conectan entre sí; sucede hasta dentro de las mismas tradiciones: hay fenomenólogos husserlianos, fenomenólogos heideggerianos, no hay un debate serio y profundo, sólo excepciones.

En segundo lugar, deberíamos empezar a debatir con las ciencias en general, tanto con las ciencias naturales y las ciencias sociales, porque avanzan constantemente, como las neurociencias, por ejemplo, que incluso se toman ciertas atribuciones filosóficas y me parece que la filosofía tiene una responsabilidad a la hora de decir: bueno, vamos a ver hasta qué punto las neurociencias no se exceden en sus planteamientos y dicen cosas que exceden su ámbito categorial.

En tal sentido, creo que es una buena ocasión para generar un debate con las ciencias, para darle vitalidad a la filosofía.

 

El académico se mostró escéptico con respecto a la actualidad de la filosofía en comparación con las ciencias

 

¿La filosofía tiene posibilidades para generar un debate?

Claro, particularmente la fenomenología, que es a lo que me dedico, pero creo que cada una de las distintas corrientes de la filosofía tiene algo para aportar y es quizá el desafío del siglo XXI: tratar de hacer frente desde las distintas posiciones de la filosofía a los grandes discursos científicos de la actualidad, porque sobre todo las ciencias naturales se han perfeccionado mucho y resulta un poco difícil acceder al discurso científico en profundidad como para poder, en algún sentido, dar un aporte filosófico a esto, pero es necesario y hay que hacer el esfuerzo.

Con las ciencias sociales, por supuesto; lo vemos con la sociología o la antropología que a veces se toman ciertas atribuciones o afirmaciones categóricas de orden filosófico sin reflexionar filosóficamente. Ahí creo que la fenomenología en particular y la filosofía en general deberían tener muchas cosas para decir; en tal sentido, como dije, es el gran desafío del siglo XXI.

 

¿Ha habido un momento en la historia de la filosofía que se encuentre en este umbral, donde la tecnología y la ciencia vayan adelante y se deba dar un impulso para alcanzarlas?

Creo que sí, en lo que se suele llamar el periodo moderno y el surgimiento de las ciencias, si pensamos en Isaac Newton e Immanuel Kant, el primero propone una física totalmente revolucionaria y el segundo sentía que la filosofía debía estar a la altura de la física, de ahí su proyecto de una crítica de la razón pura para tratar de dar una justificación física trascendental al conocimiento, entre ellos al conocimiento de la física.

El siglo XIX también es un ejemplo, es quizá cuando más se independizaron las ciencias, como la biología darwiniana y la psicología que se independizaron de la filosofía y avanzaron a pasos acelerados.

Pero creo que el nivel de distanciamiento que hay entre las ciencias y la filosofía en nuestra época, eso sí que no tiene parangón en el nivel en el que está sucediendo.

En el siglo XIX los filósofos estaban al tanto de las cuestiones científicas, hoy en día los filósofos hacemos congresos de filosofía sin saber nada de física, de matemáticas, es todo un tema porque habla sinceramente de toda una fragmentación entre lo que son los saberes científicos y el saber filosófico.

Como decía hace un momento, los científicos hacen afirmaciones de orden filosófico que exceden categorialmente su ámbito; uno lee a Stephen Hawking y dice que la filosofía no sirve para nada porque no tiene nada para decir y expone sus conclusiones.

Uno escucha a los neurobiólogos decir que el concepto de libertad y el libre albedrío no existen; en Argentina se está discutiendo el concepto del aborto y se llama a médicos para hablar del concepto de persona y, en realidad, ¿qué puede decir un médico del concepto de persona si es un concepto más bien filosófico? Es decir, un médico puede decir cuándo empieza la vida, pero cuándo un embrión es persona, eso es un concepto filosófico.

 

¿Estamos ante un panorama sombrío para la filosofía?

Como dije en un comienzo, soy un poco escéptico con respecto a la actualidad de la filosofía, veo que lamentablemente rige la híper- especialización, la profesionalización, que tiene que ver con los marcos académicos en los que uno se desenvuelve. Hoy en día un profesor de filosofía tiene que rendir cuentas de que está presentando papers cada cuatro meses, que está participando en congresos; es decir, los tiempos para dedicarse a estudiar un poco de ciencia, sobre lo que se está haciendo y debatir, se acortan, y la vida académica se vuelve bastante frenética en ese sentido.

Uno termina cayendo en este tipo de formas estandarizadas de comentar a los autores, a Heidegger, a Sartre, a Foucault, pero es difícil, sinceramente, a nivel teórico por la complejidad que implican las ciencias, también a nivel práctico porque hoy en día los parámetros y niveles de exigencia académicos son muy rigurosos.

Kant se tomó 10 años para redactar la Crítica de la razón pura, hoy en día es impensable hacer algo similar para redactar un libro, es declarar la muerte a nivel académico. Estamos en una época difícil para la filosofía donde la mayor comodidad es seguir comentando autores, pero debemos de ir adquiriendo conciencia que la filosofía está para otra cosa, más que para comentar textos de autores importantes.

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