El tipo de la biblioteca

Los libros que más circulan en la biblioteca pública municipal son: La hermandad negra, Los rituales del caos y Las flores del mal. Dentro de ese orden aparente, cuando alguien se lleva El señor de los anillos, hay música en la lluvia y el sol inclinado se vuelve silencioso. La llave de la luna gira de una fase a otra sobre el muro de vidrio, mientras los jardines colgantes del universo dan vértigo. La biblioteca es un diálogo con el orden del cosmos, un fragmento que puede ser orgullo, abnegación y libertad. Además, cualquier biblioteca que se jacte de estar completa debe tener árboles creciendo adentro.

Estudié en un bachillerato agropecuario cuya biblioteca tenía, además de varios best sellers, cuatro diccionarios Larousse de tapa roja y un acervo útil para hacer tareas, preparar exposiciones y resolver la mayoría de los exámenes. La sala de lectura era el filón del Edificio F: un amasijo de arquitectura sin espíritu aparente, apéndice del Centro de cómputo y pegote de las oficinas administrativas. Linda, la bibliotecaria, tenía unos treinta años; era una mujer inteligente y madura. ¡Quién no conoce el espíritu de las bibliotecarias, sus atajos para alcanzar todos los libros con el sentimiento de su lugar exacto! Las bibliotecarias vivas y felices conocen el desdoblamiento de los estantes en el interior del recinto imantado y organizado; ellas lo sienten, las bibliotecarias, como Linda.

No me detendré ahora a reflexionar el lugar de las bibliotecas escolares y su infeliz arquitectura, tampoco en rememorar las historias de Linda, porque de vez en cuando llegaban algunas profesoras a platicar con ella, y se les soltaba la lengua. Por ahora quiero destacar una lectura que, para mí, fue lo que es y lo que será tal vez para siempre la biblioteca. La sabiduría estaba en lo mínimo, en el criterio de la organización, en la ausencia del polvo y en la luz renovadora de los ventanales. La agricultura entraba en la biblioteca como el aire que no tiene conciencia de su fluidez; y en el trabajo de los Hesiodos cotidianos había siempre una democracia implícita. El agua es abundante en los desiertos, nada más que su revelación es mínima.  

En aquél recinto comencé a leer una historia que me cautivó en el inicio de las páginas: Corre, Nicky, corre (1968). Recuerdo una imagen rotunda del vudú donde aparecían las fuerzas primigenias y demoniacas de Puerto Rico. Lo más encantador era conocer el reflejo del sol caribeño en los techos de lámina de la ciudad de San José, cuando Nicky, el héroe de la novela, viajaba en avión a Nueva York. Su vuelo, sin embargo, confirmaba una maldición satánica: salía de la pobreza material para entrar en la pobreza del alma. En la Gran Manzana, el puertorriqueño era reclutado por cierta pandilla de asesinos y cometía violaciones que, gracias a un pastor cristiano, serían luego pecados redimidos. (La conversión del agua en vino). “Jesús te ama”, le decía aquél salvador de barrios bajos, en medio del desierto de almas. Nicky, naturalmente, dejaba de correr hacia el infierno. Que mi reseña sea sucinta y arbitraria no exime la posibilidad de que el amable lector consiga el libro y observe que, ante el éxito comercial de la obra, hasta hubo película:

Entre el cine y la literatura existe la ley de la reversabilidad total: los bordes son meros puntos de vista, sin importar el antecedente del consecuente. En los carritos de la biblioteca alguien dejó los tres tomos de El señor de los anillos; son volúmenes nuevos de pasta negra, catalogación tipográfica: Literatura. En el azar está lo nuevo, el color y la clasificación literaria, en el hecho de que los tres volúmenes hayan sido llevados y traídos entre libros viejos, rojos y de No-ficción.

EEl señor de los anillos, por ejemplo, el orden superior tiene una ecdótica frágil: mapas, señales, juramentos, lenguajes, historias y demás modelos permanecen anclados en un tiempo que, si bien no devora a sus hijos, sí los expulsa hacia zonas indeterminadas. Los personajes aparecen conscientes de su derrotero y de que pueden elegir el anonimato; por eso hay magos pardos y grises, etcétera. Cada personaje revela un mundo hechizado por su propia magia que, diríamos ahora, es consecuencia de sus actos. El contrapunto de la predestinación es la existencia de algunos momentos festivos:

♫Old Tom Bombadil is a merry fellow;

Bright blue his jacket is, and his boots are yellow ♪

También hay una visión trágica, como en todas las bibliotecas colgantes del universo, imposible negarlo. En las páginas, las canciones de desamor y los lamentos por la muerte de los jóvenes son expresiones irrebatibles de tristeza.

Los libros circulan y revelan una preferencia momentánea de lectura. Si bien el cine hace de las suyas en ese orden circular, y pone de relieve episodios de vampiros e historias de heroínas que roban libros, la clasificación tipográfica ha de ir ajustándose conforme el orden cósmico: la dictadura de la superficie.

La fragilidad de la lectura evoca nuevas posibilidades y deja la ancla bien atada en los muros siempre estrechos de la realidad. A diferencia del satanismo y de la imposición de la magia que el cine nos devuelve, en los estantes permanece una dimensión parsimoniosa e insuperable; a esa dimensión pertenece Linda, la bibliotecaria, por cierto.