La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instanteni al sentimentalismo ni al, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso decigarrillos rubios; el me dolió, pues comprendí que el incesante y ya se apartaba de ella y que ese era el primero de una serieinfinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; vez, lo sé, mi vana devoción la había; yo podíaconsagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación. Consideré que el treinta de abril era su cumpleaños; esedía la casa de la calle para saludar a su y a Argentino Daneri, su primo, era un cortés, , tal vez ineludible. De nuevo aguardaría enel crepúsculo de la abarrotada salita, de estudiaría las circunstancias de sus retratos. Beatriz Viterbo, de perfil, en colores;, conantifaz, en los carnavales de; la primera comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, pocodespués del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico; , en, con Delia San Marco y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que leVillegas Haedo; Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo, la mano en el mentón. ..No estaría obligado, como otras veces, ajustificar mi presencia con módicas de libros: libros cuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, mesesdespués, que estaban intactos.
Beatriz murió en; desde entonces, no dejé pasar un treinta de abril sin volver a su casa. Yo llegar a las siete y y quedarme unosveinticinco minutos; cada año aparecía un poco más tarde y me quedaba un más; en 1933, una lluvia torrencial me: que invitarmea. No desperdicié, es natural, ese buen precedente; en, aparecí, ya dadas las ocho, con un alfajor santafecino; con todanaturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicos y vanamente, recibí las graduales confidencias de CarlosArgentino Daneri.
Artículo completo en: http://www.miltonlaufer.com.ar/aleph/
