Universidad Veracruzana

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Las batallas en el desierto, POR HONDO QUE SEA EL MAR PROFUNDO (capitulo V)

El pleito convenció a Jim de que yo era su amigo. Un viernes hizo lo que nunca había hecho: me invitó a merendar en su casa. Qué pena no poder llevarlo a la mía. Subimos al tercer piso y abrió la puerta. Traigo llave porque a mi mamá no le gusta tener sirvienta. El departamento olía a perfume, estaba ordenado y muy limpio. Muebles flamantes de Sears Roebuck. Una foto de la señora por Semo, otra de Jim cuando cumplió un año (al fondo el Golden Gate), varias del Señor con el presidente en ceremonias, en inauguraciones, en el Tren Olivo, en el avión El Mexicano, en fotos de conjunto. “El Cachorro de la Revolución” y su equipo: los primeros universitarios que goberna­ban el país. Técnicos, no políticos. Personalidades morales intachables, insistía la propaganda.MUERE EL ESCRITOR JOSÉ EMILIO PACHECO

Nunca pensé que la madre de Jim fuera tan joven, tan elegante y sobre todo tan hermosa. No supe qué decirle. No puedo describir lo que sentí cuando ella me dio la mano. Me hubiera gustado quedarme allí mirándola. Pasen por favor al cuar­to de Jim voy a terminar de prepararles la merien­da. Jim me enseñó su colección de plumas atómi­cas (los bolígrafos apestaban, derramaban tinta viscosa; eran la novedad absoluta aquel año en que por última vez usábamos tintero, manguillo, secante), los juguetes que el Señor le compró en Estados Unidos: cañón que disparaba cohetes de salva, cazabombardero de propulsión a chorro, soldados con lanzallamas, tanques de cuerda, ametralladoras de plástico (apenas comenzaban los plásticos), tren eléctrico Lionel, radio portátil. No llevo nada de esto a la escuela porque nadie tiene juguetes así en México. No, claro, los niños de la Segunda Guerra Mundial no tuvimos jugue­tes. Todo fue producción militar. Hasta la Parker y la Esterbrook, leí en Selecciones, fabricaron en vez de plumas materiales de guerra. Pero no me importaban los juguetes. Oye ¿cómo dijiste que se llama tu mamá? Mariana. Le digo así, no le digo mamá. ¿Y tú? No, pues no, a la mía le hablo de usted; ella también les habla de usted a mis abue­litos. No te burles Jim, no te rías.

Pasen a merendar, dijo Mariana. Y nos senta­mos. Yo frente a ella, mirándola. No sabía qué hacer: no probar bocado o devorarlo todo para halagarla. Si como, pensará que estoy hambriento; si no como, creerá que no me gusta lo que hizo. Mastica despacio, no hables con la boca llena. ¿De qué podemos conversar? Por fortuna Mariana rompe el silencio. ¿Qué te parecen? Les dicen Flying Saucers: platos voladores, sándwiches asa­dos en este aparato. Me encantan, señora, nunca había comido nada tan delicioso. Pan Bimbo, jamón, queso Kraft, tocino, mantequilla, ketchup, mayonesa, mostaza. Eran todo lo contrario del pozole, la birria, las tostadas de pata, el chicharrón en salsa verde que hacía mi madre. ¿Quieres más platos voladores? Con mucho gusto te los prepa­ro. No, mil gracias, señora. Están riquísimos pero de verdad no se moleste.

Ella no tocó nada. Habló, me habló todo el tiempo.  Jim callado, comiendo uno tras otro pla­tos voladores. Mariana me preguntó: ¿A qué se dedica tu papá? Qué pena contestarle: es dueño de una fábrica, hace jabones de tocador y de lavade­ro. Lo están arruinando los detergentes. ¿Ah sí? Nunca lo había pensado. Pausas, silencios. ¿Cuán­tos hermanos tienes? Tres hermanas y un herma­no. ¿Son de aquí de la capital? Sólo la más chica y yo, los demás nacieron en Guadalajara. Tenía­mos una casa muy grande en la calle de San Fran­cisco. Ya la tumbaron. ¿Te gusta la escuela? La escuela no está mal aunque -¿verdad Jim?- nues­tros compañeros son muy latosos.

Bueno, señora, con su permiso, ya me voy. (¿Cómo aclararle: me matan si regreso después de las ocho?) Un millón de gracias, señora. Todo es­tuvo muy rico. Voy a decirle a mi mamá que com­pre el asador y me haga platos voladores. No hay en México, intervino por primera vez Jim Si quieres te lo traigo ahora que vaya a los Estados Unidos.

Tomado de:

Fragmento:Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco,Editorial ERA

Escucha la canción inspirada en la novela, interpretada por Café Tacuba:

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Fecha: 21 octubre, 2021 Responsable: Lectores y Lecturas – Programa Universitario Contacto: mirimorales@uv.mx