Núm. 3 Tercera Época
 
   
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Adrián Mendieta
METÁFORAS DE LA LUZ
 
 
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Convocatoria

 

 

 

 

 

 

 
 
 
 
 
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Creo que vería con admiración las grandes empresas mexicanas, incluyendo las monopólicas. Caería desmayado de optimista incredulidad ante los frutos del Tratado de Libre Comercio con América del Norte. Creo también, que luego de unos días de refl exión, admitida la enorme zona del país ganada efectivamente a los hábitos viejos, antiproductivos y antiliberales del México que él conoció, Mora haría un corte de caja radical y diría: “Hemos avanzado mucho, pero nos falta lo fundamental”. Emprendería entonces una ofensiva intelectual, no contra los adversarios superados de su tiempo, la Iglesia, el Ejército y el Monarca, sino contra las corporaciones vivas y actuantes de hoy: contra los poderes fácticos que sustituyen a los fueros decimonónicos en su tarea de frenar el desarrollo de las libertades políticas y económicas de México. Y se sentiría, quizá, muy mal representado por este orador, un liberal tibio que dice tibiamente lo que un liberal puro con voces más altas y más intransigentes diría con fuerza. Para ese momento, creo, quizá Mora hubiera añadido a su pensamiento la reflexión poco liberal de que en un país como México el Estado liberal debe ser fuerte en lo económico y en lo social, es decir, debe tener políticas públicas de alto impacto para redistribuir el ingreso e igualar las oportunidades, asunto que desborda las fronteras del liberalismo puro, el cual descree de las intervenciones redistributivas, sociales o económicas del Estado.

Acaso, pienso, ese Mora renacido en los inicios del siglo XXI, no vería con malos ojos la defi nición de Manuel Azaña, reputándose como un hombre “socialista a fuer de liberal”; es decir, como alguien que cree que para que todos sean capaces de disfrutar las libertades básicas del hombre, hay que mejorar las oportunidades de algunos, igualar en algo a los desiguales. Quien quiera defender a fondo las libertades del liberalismo, tendrá que llegar a la conclusión de que hay que poner primero un piso mínimo de las igualdades que pregona el socialismo. Eso es al menos lo que digo yo. Es lo mismo, creo, matices más o matices menos, que quería decir Jesús Reyes Heroles cuando resumió los desvelos igualitarios del liberalismo mexicano con la expresión, en realidad un programa, del liberalismo social. Termino, con esta invitación, a conspirar. Creo que si Mora hubiera dado esta conferencia aquí, y en el público hubiera estado Jesús Reyes Heroles, al terminar se habrían dado los dos un abrazo de cómplices y se habrían ido a comer con unos vinos europeos para planear cómo hacer que el gobierno de turno acabe de plantar, de una vez por todas, la exótica mata del liberalismo en México.

 
 
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