Núm. 3 Tercera Época
 
   
encabezado
 
Adrián Mendieta
METÁFORAS DE LA LUZ
 
 
fotos
logo
 
corre
 
  punto    Puntos de venta
  buzón Buzón del lector
  suscribete Suscríbete

Convocatoria

 

 

 

 

 

 

 
 
 
 
 
Páginas 1 2 3 4 5 >>>
 

ESTADO Y SOCIEDAD

El liberalismo mexicano hoy*
Héctor Aguilar Camín

Héctor Aguilar Camín. Novelista e historiador. Su
novela más conocida es La guerra de Galio, Editorial Cal y
Arena, (1990). Ha escrito además las siguientes novelas:
Morir en el Golfo, Editorial Océano, México, 1980;
La decadencia del dragón, 1983; El error de la luna, Alfaguara,
1995; y la novela corta Mandatos del corazón (2003). En 1998
obtuvo el Premio de Literatura Mazatlán por su libro Un
soplo en el río. En la actualidad es uno de nuestros analistas
políticos e historiadores más destacados.

Me honra la invitación a ocupar este espacio de la Cátedra Jesús Reyes Heroles de la Universidad Veracruzana.

Si de alguien hemos aprendido los mexicanos que la política es el arte de lo posible y lo posible el arte de la reforma, es de este veracruzano ilustre, de altos vuelos intelectuales y vastos recursos prácticos. Reyes Heroles fue una mezcla difícil de lograr: la del bien pensar y del bien hacer. Un hombre poseído por el doble demonio del pensar y el realizar. Quizá nadie exploró el legado del liberalismo mexicano y, en general, de la historia de México, con fi nes tan pragmáticos como Jesús Reyes Heroles. Quería aprender de la historia para gobernar el presente; en particular, quería reabrir algunos cauces liberales en la deriva más bien antiliberal del nacionalismo revolucionario y del presidencialismo mexicano de la era del PRI, es decir, de su propia era. Hizo lo que pudo, y no fue poco. Abrió las rendijas de la reforma política de 1978, por donde se coló en las décadas siguientes la marejada incontenible, pero pacífi ca, porque fue reconocida a tiempo, de la aspiración democrática del país.

Me pregunto qué diría Reyes Heroles de lo que pasa hoy en nuestra vida pública y qué balance haría de la democracia mexicana. Creo que diría: “Ya está claro que la democracia no arregla nada, salvo lo que arregla la democracia”. Y yo pensaría, una vez más, que tiene razón. La democracia sirve para lo que sirve, para lo demás no sirve. Digo esto porque se ha puesto de moda el desencanto por la democracia, en gran parte porque se le pide a la democracia cosas que ésta no da: crecimiento económico, empleo, equidad social. La democracia no da eso. Da libertades públicas y competencia política, y es bastante.

Me han sugerido como tema para esta ponencia, y yo he aceptado con gusto, hacer una refl exión sobre el liberalismo y sus asignaturas pendientes en el México de hoy. Son unos apuntes, nada más, y así los someto a su consideración. Empezaré por el principio, es decir, por el fi nal de José María Luis Mora:

En las últimas páginas del primer libro de Charles Hale, dedicado al liberalismo mexicano, he leído la triste historia del desencuentro fi nal de José María Luis Mora, el más infl uyente de los liberales mexicanos de su tiempo, con la época de la nación. Mora sale del país en 1834, al caer el gobierno liberal de Valentín Gómez Farías. Muere en el exilio voluntario, en compañía de su fi el sirvienta mexicana, luego de haber cumplido la última encomienda pública de representar a México ante la corte de Inglaterra; solo y pobre, “en el último peso”, asumió este cargo salvador, facilitado por un gobierno liberal de México, pero la tuberculosis que lo perseguía lo obligó a buscar mejores climas que las nieblas de Londres, de modo que se fue a las brumas de París, donde murió un 14 de julio de 1850. Su biógrafo y amigo, Bernardo Couto, escribió de él: “su vida (…) corrió toda en pena y amargura del corazón, pues pocos hombres han probado menos la paz y el contentamiento del alma”. El desencuentro de Mora con los tiempos de su país es un buen símbolo del desencuentro del liberalismo con la historia de México, mejor dicho, de su encuentro azaroso, reincidente, contrahecho y, sin embargo, triunfal.

Pocas teorías políticas habrán tenido más penas de adaptación, menos “paz y contentamiento del alma” por verse cumplidas que las del liberalismo en tierras mexicanas. Origen es destino, dice Freud, y el origen del liberalismo mexicano es el de un trasplante en seco a tierras poco propicias, mal abonadas por la historia para el fl orecimiento de la semilla liberal, tierras largamente colonizadas, en realidad, por robustos árboles de la cepa contraria. Los principios del liberalismo, como los del federalismo norteamericano, eran cosa extraña en México. Lo nuestro era el régimen monárquico, el pactismo medieval con su cadena de fueros y corporaciones, la unidad de la Iglesia y el Estado, y la negociación hacia arriba. Todo iba a la Corona en busca de concesiones y mercedes y todo venía de la Corona, igual que hace unas décadas todo iba y venía del presidente, y ahora todo va y viene del gobernador.

Pero el liberalismo es contra la Corona y contra la religión, es decir, contra los poderes absolutos y contra las creencias obligatorias que oprimen o constriñen las libertades del hombre. El liberalismo es a favor de las libertades individuales de conciencia, de conducta, de propiedad, de comercio y de actividad económica. Todo lo que favorece estas libertades es liberal, lo que las frena es iliberal o antiliberal.

* Conferencia para la cátedra Jesús Reyes Heroles, dictada
el 19 de octubre del 2007, en la Universidad Veracruzana, en la
ciudad de Xalapa, Veracruz.

 
 
Páginas 1 2 3 4 5 >>>
     
Hidalgo #9 • col. Centro • Xalapa, Veracruz, México • (2288)8185980, 8181388 • lapalabrayelhombre@uv.mx