Núm. 2 Tercera Época
 
   
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ESTADO Y SOCIEDAD

La reforma policiaca en México
José Alfredo Zavaleta Betancourt *

     

 

 
  G.V.  
     

José Alfredo Zavaleta Betancourt. Doctor en
Sociología, investigador nacional nivel i
e investigador del iihs-uv.CIESAS - UV , 2006.

I. La delincuencia y la violencia en México La inseguridad, la delincuencia y las demandas ciudadanas de seguridad pública son algunos de los principales problemas que enfrenta el nuevo gobierno federal panista de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012).

El incremento de la delincuencia en México, a partir de 1995, ha generado un alto sentimiento de vulnerabilidad que persiste hasta ahora entre los mexicanos, los cuales no sólo se reconocen como víctimas, sino además, exigen un sistema policiaco más eficaz y legítimo.

La sociedad mexicana tiene miedo (Zepeda Lecuona, 2004). El 73% de los mexicanos considera que ha aumentado la violencia vinculada al narcotráfico.1 El sentimiento de riesgo se ha convertido en una de las variables claves de la vida diaria de los mexicanos.

Ese sentimiento de indefensión se ha multiplicado al grado de que no es difícil, reconocer que actualmente el miedo es más alto comparado con la relativa serenidad experimentada en los años setenta.

Los datos son encomiables: “en 2005 supimos que de cada 8.3 delitos del fuero común, en todo el país, nuestras autoridades se enteraron de uno; que más de la mitad de la gente se siente insegura en la entidad donde radica y el 80% afirma que su vida se ha visto afectada por la inseguridad. Averiguamos que cuatro entidades (Baja California, Distrito Federal, Quintana Roo y Estado de México) concentran casi la cuarta parte de la incidencia delictiva de todo el país; que el 70% de la gente en todo el país confía poco o nada en la policía de tránsito; 65% lo hace con respecto a la policía judicial estatal y más de siete de cada diez afirma lo mismo con respecto a la policía preventiva” (López Portillo, 2007).

De acuerdo a la 4ª encuesta nacional sobre inseguridad urbana, 7 de cada 10 personas se sienten inseguras; el transporte y la calle son considerados los lugares más inseguros; 2 de cada 10 habitantes ha sido víctima de algún delito; 1 de cada 5 denuncia ante la autoridad; y sólo 13 de cada 100 son registrados por las autoridades (icesi, 2007).

En estas circunstancias, es imprescindible interrogarse: ¿los sentimientos de inseguridad se corresponden con las tasas delictivas recientes o el sentimiento de inseguridad se ha incrementado en la transición política debido a que la misma policía no ha sido reconstruida y que la desigualdad económica es un factor determinante en la configuración de tales sentimientos? Esta pregunta es capital porque supone una diferencia conceptual entre la inseguridad y la delincuencia.

Para nosotros, la inseguridad es un sentimiento de riesgo que varía según sexo, edad, grado de escolaridad e ingresos, y que puede incrementarse según el consumo cultural de noticias o películas; mientras que la delincuencia es un conjunto de acontecimientos tipificados como delitos y registrados en las estadísticas institucionales como series y tipos. La delincuenciaen la actualidad puede variar según los saldos migratorios, el desempleo, la rotación político-policiaca, la disminución de la población creyente en la religión, entre otros factores.

La percepción distorsionada de la delincuencia ha contribuido a un alto sentimiento de inseguridad. Los medios de comunicación son en parte responsables de la construcción de ese sentimiento colectivo de vulnerabilidad que, sumado al desencanto por la democracia y el nivel de vida en el país, ha generadoun profundo malestar entre los mexicanos.

Durante estos años, las elites político policiacas mexicanas han comprendido la magnitud del problema, pero experimentan un pasmo. Para ellos, los problemas de seguridad nacional se han convertido en asuntos de seguridad pública. El narcotráfico —un típico tema de seguridad pública— es enfrentado como un problema de seguridad nacional.

Las elites políticas han identificado que no es posible reformar al estado sin una reforma profunda de la policía, pero al mismo tiempo han utilizado a los militares, los que están convencidos de que el narcotráfico y el conjunto de la delincuencia organizada son hoy día la principal amenaza a la soberanía nacional. En medio de un debate intenso, en las instituciones y en los medios de comunicación se ha construido un consenso acerca de la necesidad de un nuevo sistema policiaco, propio de un nuevo régimen político, pero ha sido muy complicada la autorreforma de las policías mexicanas.

1 Federico Reyes Heroles. “En guerra”, diario Reforma, 15 de
mayo de 2007.

 
 
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