Universidad Veracruzana

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Mark Twain en el reino de Onán

Corre, lee y dile

Por Germán Martínez Aceves

Uno de los placeres de la vida, de absoluta autocomplacencia, es la lectura. Y cuando uno se encuentra con escritores como Mark Twain, con su estilo vivaz, mordaz y satírico, el disfrute por las letras es una verdadera satisfacción que invita a leer más, sobre todo cuando se trata de ir contra la corriente, contra los esquemas rígidos y contra el manual de buenas costumbres.

La colección Biblioteca del Universitario de la Editorial de la Universidad Veracruzana llega a su número 80 y lo hace de la mano del genial Mark Twain con el título Sobre la ciencia del onanismo y otros ensayos, con selección y prólogo de Rafael Antúnez.

Samuel Langhorne Clemens, nombre real de Mark Twain, nació el 30 de noviembre de 1835 en Florida, Misuri, una población de Estados Unidos que paradójicamente ya no tiene habitantes y cuyo único eslabón entre la ficción y la realidad es la casa de madera que se conserva para recordar que ahí vivió el autor de Las aventuras de Huckleberry Finn (número 60 en la colección Biblioteca del Universitario).

“Algunas reflexiones sobre la ciencia del onanismo” es un discurso que Mark Twain pronunció en 1879 en París, en el Stomach Club, lugar donde se reunían escritores y artistas estadounidenses, principalmente, para convivir en amenas tertulias que culminaban con una alocución de uno de los escritores. En esa primavera fue para el irónico Twain.

Al tomar la palabra hace una mención a alguien que le había precedido y que había abordado el tema del adulterio. Por lo tanto, dijo, “continuaré su excelente trabajo dedicado a la causa de la moral con algunas advertencias respecto a esa especie de recreación llamada autoerotismo de la que, supongo, son muy fieles seguidores”. A continuación, leyó una serie de citas de grandes escritores, antiguos y modernos, “que se han ocupado de la salud y de la moralidad”.

Su discurso causó incomodidad entre los asistentes de “mente abierta”, pues la masturbación era condenada por los códigos católicos y pocos se atrevían a glorificar un “vicio privado” como virtud pública. Mark Twain guardó su escrito y no fue dado a conocer públicamente hasta 1943.

Ahora podemos leerlo acompañado de 28 escritos muy disfrutables que, como bien apunta Rafael Antúnez, “el genio, el ingenio y aun el mal genio de Twain terminan por convencernos, por arrancarnos la sonrisa, cuando no la franca carcajada”.

Al abrir el libro, Antúnez nos hace abordar un barco fluvial de vapor para recorrer el río Misisipi mientras nos cuenta la historia de Samuel Clemens, quien adopta el nombre de Mark Twain gracias a su trabajo de navegante de ríos (única “ambición permanente” entre los niños de su pueblo) donde se calaba la profundidad del río tirando una cuerda y al recogerla gritaban para indicar el número de brazas “marc tre”, “marc two”, esta última indicación derivó en Mark Twain, que era el apodo de un capitán de barco de vapor.

Así empezó a firmar sus artículos, sus relatos, sus misivas, sus cuentos y sus novelas. Muchos de los escritos cortos se publicaron en periódicos de Nueva York con los que alcanzó notoriedad y dieron paso a su vocación de escritor.

El sentido del humor es inteligencia al servicio de ciudadanos contestarios. Mark Twain era uno de ellos y lo deja ejemplificado en los principios básicos para ser candidato a la presidencia, en las instrucciones para asistir a un funeral, en la manera de curarse un resfriado, en la recomendación para hacer un cóctel saludable idóneo para la digestión, en la importancia de tener preferencia por el tabaco o cómo conseguir una cura milagrosa con base en agua de manantial y whisky.

Como gran lector, en algunos de sus escritos citaba frases de personajes como las últimas palabras dichas por grandes hombres y mujeres, también daba consejos a las muchachas para que no fumen, no tomen alcohol, ni se casen…en exceso; escribe sobre el efecto del lenguaje soez y de la decadencia del arte de mentir, así como en tono irónico recomienda cómo contar una historia y toma como ejemplo las anécdotas de “El soldado herido” y “El brazo dorado”.

Le dedica textos a los bichos “¡…que la perdición se lleve a los bichos!”; al rocín mexicano que conoce cuando decide cabalgar uno o de la yegua “Jericho”; a la Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales; a los perros de Constantinopla que no son el mito de feroces moviéndose en manada si no todo lo contrario y; al coyote de los desiertos que vive entre penurias y miseria.

Habla de sus peripecias para aprender a andar en bicicleta, de los modales americanos, de un aviso sobre un paraguas robado por un infante “no quiero al niño (en estado activo)”, de los teléfonos y el uso de maldiciones, de una carta que responde curiosamente con una disculpa y de una queja sobre el servicio no confiable de una compañía de gas, un aviso curioso a un ladrón y las memorias de la comida en una granja estadounidense.

El libro cierra con “Instrucciones para vivir la vida” compuestas por dieciséis capítulos que son aforismos de humor fino. Al cierre hay una sugerencia para las personas que van a entrar al cielo: “Deja a tu perro afuera. Al cielo se va por favor. Si se fuera por méritos, te quedarías afuera y entraría el perro”.

Sobre la ciencia del onanismo y otros ensayos, de Mark Twain, selección y prólogo de Rafael Antúnez, es de la colección Biblioteca del Universitario de la Editorial de la Universidad Veracruzana, 148 páginas, 2022.

Para adquirir los libros de la colección Biblioteca del Universitario consulta www.uv.mx/editorial/puntos-de-venta-11

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Fecha: 3 mayo, 2024 Responsable: Editorial Contacto: direccioneditorial@uv.mx