Universidad Veracruzana

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La docencia “slow” contra el asedio de la cultura de la velocidad

Corre, lee y dile

Por Germán Martínez Aceves

Todo es para ayer. Legajos y más legajos se acumulan para justificar objetivos, metas, misiones, visiones, “testigos” que den fe de cada una de las acciones. Se suman las evaluaciones, los oficios, las autorizaciones a todos los niveles burocráticos, copias y más copias y, cuando ya se acabó el procedimiento, a iniciar el siguiente para que la rueda de la burocracia transite feliz en la vida académica que vive más en la acumulación de puntaje que de conocimientos acordes con su disciplina.

Esta es una realidad que para bien o para mal se vive en los ámbitos universitarios y que un día, las maestras Maggie Berg y Barbara K. Seeber, entre críticas y bromas decidieron tomar el tema como algo serio y escribieron el libro The Slow Professor. Challenging the Culture of Speed in the Academy, editado por la Universidad de Toronto en 2016.

El texto llega ahora gracias a la Editorial de la Universidad que lo publica en la colección Biblioteca bajo el título La docente Slow. Contra la cultura de la velocidad en la academia, con traducción de Amanda Falcone y Carlos G. Caldera

Maggie Berg nació en Inglaterra, en 1949 y es profesora en el Departamento de Inglés de la Universidad de Queen, en Kingston, Canadá y, Barbara K. Seeber, 1942, es profesora canadiense en el Departamento de Inglés de la Universidad de Brock, en St. Catharines, en la provincia de Ontario. Ambas con gran prestigio académico que, como suele pasar, enfrentan los intrincados caminos burocráticos para sacar adelante sus proyectos.

Ambas se preguntaron en qué momento el poder se transfirió de los académicos a los administrativos “donde la justificación económica tiene la última palabra”. Ante estas preocupaciones filosóficas, políticas y pragmáticas decidieron escribir un libro que se basa en el Manifiesto de la docencia Slow.

Esta declaración de principios aboga por aligerar el estrés laboral, la preservación de la educación humanística, fomentar la resistencia ante la universidad que describe como corporativa, enfrentar al ritmo frenético de trabajo y a la estandarización de la cultura contemporánea. Para ello, el manifiesto invita a tomarse tiempo para la reflexión, el diálogo y así fortalecer la vida intelectual de la universidad.

En pocas palabras, combinar la política con el placer o como escriben las autoras: “Nosotras vemos nuestro libro como el desvelo de la vida secreta de la academia, el cual revela no solo sus dolencias, sino también sus placeres. La escritura de este libro provocó la ansiedad de hablar de lo que normalmente no se habla”.

Este es el primer texto que se basa en los principios del movimiento Slow en la academia que, lejos de pensar en el sentido peyorativo de la “lentitud”, apunta más hacia centrar las capacidades de los docentes en la formación intelectual que exige su profesión, en tener las herramientas pedagógicas para transmitir su conocimiento y realizar sus acciones en función de esos objetivos y no en lo que exigen los manuales administrativos.

Berg y Seeber se preguntan (y seguro cualquier docente en la actualidad así lo vive) cuántos profesores se sienten asediados por las evaluaciones a su trabajo, cuánto estrés se genera y cuánta desmoralización se produce por la insana competencia producto de la corporatización de la educación superior.

Las autoras, entre la amplia bibliografía que consultan, citan diez factores de estrés identificados por el estadounidense Walter Gmelch en su libro Coping with faculty stress, publicado en 1993 que son: la imposición de expectativas muy altas, asegurar el apoyo financiero para la investigación, no tener tiempo para actualizarse en el campo propio, tener un salario inadecuado para cubrir las necesidades financieras, preparar un manuscrito para su publicación, tener una carga muy pesada para terminar en una jornada laboral normal,  dar prioridad a las obligaciones laborales que interfieren con actividades personales, sentir que el progreso en la carrera personal no es lo que podría ser,  interrupciones constantes por  llamadas telefónicas y por recibir visitantes y; tener reuniones que duran muchas horas.

A lo largo de cuatro capítulos, Maggie Berg y Barbara K. Seeber plantean el problema en la gestión del tiempo de los docentes que los presiona y causa estrés donde impera la cultura de la velocidad que afecta al trabajo intelectual, a la crítica social y a la formación de una ciudadanía comprometida.

De manera particular, Maggie Berg hace una defensa de la educación presencial y de la aplicación de la pedagogía con el placer, el afecto, el disfrute de la enseñanza y las ventajas de pensar en grupo.

Mientras que Barbara K. Seeber nos habla de la vida de los académicos que viven bajo la presión de ser competitivos, de innovar, de actualizarse, de ser relevantes y ganar apoyos con base en las evidencias presentadas.

Sin duda, una cosa no está peleada con la otra. Lo importante es buscar el equilibrio, mantener la calma y avanzar de acuerdo con las posibilidades de cada uno. Imponer es un yugo dictatorial. Avanzar y fluir de acuerdo con las capacidades de los profesores es un compromiso ético basado en el compañerismo y la comunidad. Es la docencia Slow, que podría ser lenta, pero segura en la obtención de mejores resultados humanísticos basados en el placer de la enseñanza.

Muy parecido a la fábula de la carrera de la tortuga con el conejo donde no siempre gana el más rápido sino quien tiene clara la perseverancia de llegar a la meta.

La docente Slow. Contra la cultura de la velocidad en la academia, de Maggie Berg y Barbara K. Seeber, traducción de Amanda Falcone y Carlos G. Caldera, colección Biblioteca de la Editorial de la Universidad Veracruzana, 132 páginas, 2022. Se puede adquirir en Xalapa en la librería Hyperión, cuenta con envíos a todo el país.

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Fecha: 3 mayo, 2024 Responsable: Editorial Contacto: direccioneditorial@uv.mx