Corre, lee y dile
Por Germán Martínez Aceves
Imagínense sentarse a platicar con una escritora y activista que de manera coloquial y agradable nos habla de los libros que han marcado su trayectoria literaria, de reflexiones en torno a la literatura y sus recovecos en la escritura, de sus viajes en diversas partes del mundo atestiguando el desastre contemporáneo, pero a la vez compartiendo alternativas para mejorar a través de sociedades igualitarias y ecológicas.
Algo parecido sucede con el libro Blancos móviles. Escribiendo con intención 1982-2004, de Margaret Atwood, en el que la escritora canadiense nos ofrece una serie de ensayos y artículos en los que “veo que mis intereses se han mantenido bastante constantes, aunque me gusta fingir que su alcance se ha ampliado un poco. Algunos de mis intereses tempranos (mis preocupaciones ecologistas, por ejemplo) eran considerados propios de marginales lunáticos cuando lo expresé por primera vez, pero ahora se encuentran en el centro de la escena”.
Y aunque el libro es voluminoso, los 51 escritos que nos ofrece Atwood clasificados en tres periodos de su vida a lo largo de 22 años se leen de buena gana gracias a la escritura ágil acompañada de erudición y sensibilidad. Debe agregarse también las traducciones hechas por Leonardo Martínez y Cecilia Núñez para la coedición de Elefanta Editorial y la Editorial de la Universidad Veracruzana.
La escritora nacida en Otawa, Canadá, en 1939, comenta que en un viaje en tren de Galway a Dublín escuchó por casualidad a cuatro mujeres irlandesas que comentaban que los últimos libros de Margaret Atwood “han sido algo largos”. La polímata confiesa que eso la hizo sentirse mal, motivo por el que “algunas de las piezas en este libro son bastante cortas. Así es que lo intenté”.
La multifacética escritora se mueve en los territorios de la poesía, del ensayo, del teatro, de los guiones para programas de televisión, de los libros infantiles, del cuento y de la novela. Entre sus libros reconocidos se encuentran La mujer comestible, Alias Grace, El cuento de la criada, Orix y Crake y El asesino ciego. Forma parte del PEN Club, de la Royal Society of Literature del Reino Unido, de la Royal Society de Canadá y pertenece a Amnistía Internacional. Ha sido galardonada con el Booker 2019 y el Franz Kafka 2017. Como ella dice de manera irónica que mencionan en el país de la hoja de maple: es “mundialmente famosa en Canadá”.
La literatura canadiense tiene dos grandes pilares en las escritoras Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013, y Margaret Atwood, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2018. Si la autora del libro que ahora nos ocupa no estaba en nuestro radar es el momento de ubicarla y empezar por disfrutar sus Blancos móviles que, como ella misma lo dice, le puso así porque sus objetivos se mueven intermitentemente como en el tiro al blanco de la feria, como los temas de su interés que fluyen y cambian lo mismo que las emociones.
En la primera parte abarca siete años comprendidos entre 1982 y 1989, justo con la Perestroika y la caída del Muro de Berlín, algo que parecía impensable. Es el tiempo en el que escribe sus novelas Ojo de gato y El cuento de la criada.
Las reseñas de libros son parte medular de sus escritos, así conocemos sus opiniones y enseñanzas que le han dejado autores como Dennis Lee, John Updike, Ítalo Calvino, Marian Engel, Susanna Moodie, Toni Morrison, Margaret Laurence y Antonia Fraser.
Ahora que sufrimos largos periodos de calor y sequía, vale la pena conocer “La guía canadiense del consumidor ecológico”. Y en más de temas literarios, nos narra sus experiencias en la literatura de la mano de sus tías y del mejor cuento americano.
El segundo periodo abarca de 1990 a 2000, el fin de un siglo y comienzo de otro, aquí analiza obras de Thomas King, Gabriel García Márquez, Lucy Maud Montgomery, Gwendolyn Macewen, Marina Warner, Angela Carter, Hilary Mantel y Al Purdy.
A través de la pregunta (incómoda para cualquier escritor) “¿Por qué escribe?” aborda ese paso entre la idea y el papel en blanco; transita también por la escritura de novelas históricas canadienses; el cine, motivada por La noche del cazador; y el teatro, a través de Lewis Hyde.
Finalmente, el tercer periodo que abarca comprende de 2001-2004, que inicia con el año que conmovió al mundo con el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York y las revueltas en el mundo islámico.
Los autores literarios que refiere son Mordecai Rich, H. Rider Haggard, Dashiell Hammet, Virginia Woolf, Matt Cohen, Hjalmar Söderberg, George Orwell, Bill McKibben, Elise Houghton, Carol Shields, Studs Terkel, Morley Callaghan, Mattias Ripa, Blake Ferris, Azar Nafisi, Farnoosh Moshiri, Ryzard Kapuscinski y Christian Bök.
Comenta sobre El espíritu del Ártico, una gran película de Zacharias Kunuk filmada en inuktitut; habla sobre diversidad sexual y respeto a los animales; señala dos grandes errores que cometió Napoleón y le dirige una carta a Estados Unidos donde le advierte de su eminente caída y que “no ensucie su propia madriguera”.
Narra su travesía a la isla Beechey, un lugar cercano al Polo Norte y a Groenlandia y finalmente habla de mortificaciones que ha pasado, como una firma de su libro La mujer comestible en una tienda en medio de la sección de ropa para hombres; una entrevista que le hicieron en la televisión estadounidense después de que hablaron de colostomía y una más en México, donde le preguntaron que si era feminista o femenina.
Leer a Margaret Atwood es como dialogar con ella y disfrutar su puntería para atinar con palabras a los blancos móviles que no paran en sociedades que trastabillean entre la utopía y la distopía.
Blancos móviles. Escribiendo con intención 1982-2004, de Margaret Atwood, traducción de Leonardo Martínez y Cecilia Núñez, es una coedición de Elefanta Editorial y la Editorial de la Universidad Veracruzana, 582 páginas, 2022. Para adquirir el libro consulta www.uv.mx/editorial/puntos-de-venta-11
