¿Es posible leer en la escuela?
En este capítulo se aborda la problemática de la lectura en la escuela desde dos visiones opuestas: por una parte se enuncian las razones y condiciones al interior de la escuela por las que no es posible leer en la escuela y por otra se proponen alternativas que hacen que sí sea posible educar lectores en el entorno escolar.
Leer, dice Lerner, es sacar carta de ciudadanía en el mundo de la cultura escrita, no obstante, en la escuela pública principalmente, debido a factores diversos entre los que se destacan un enfoque conductista y el afán de control de los resultados , la lectura se ha venido abordando como “un actividad gratuita, cuyo único objetivo es aprender a leer”. Frente a esta situación, la autora propone replantear “el contrato didáctico” y, desde un enfoque constructivista, implementar estrategias de enseñanza que doten de sentido a la lectura.
En las situaciones y proyectos didácticos aquí propuestos se ha destacado la lectura como objeto de enseñanza y aprendizaje pero sin desligarla de los usos sociales que enviste, puesto que una de sus funciones sociales es la de resolver problemas prácticos de nuestra vida diaria. Así, la lectura deja de ser sólo una actividad académica más y se aborda el texto desde diferentes perspectivas, recordando que puede haber diferentes tipos de lecturas de un mismo texto que responden a diferentes situaciones de comunicación.
La articulación de los propósitos didácticos y los propósitos comunicativos no es tarea fácil puesto que el escaso tiempo que marca la escuela debe ser optimizado, por lo cual es necesario ser flexible y reconsiderar los mismos contenidos en diferentes ocasiones para poder hacer constataciones de la evolución en el aprendizaje. Privilegiar esta forma de trabajo en el aula tendrá como resultado un fortalecimiento de la lengua escrita, no sólo de la lectura, además de lograr que el alumno poco a poco sea capaz de escribir de manera autónoma. Esto permitirá también desarrollar un autocontrol de lectura en los niños, que permitirá que ellos sean capaces de valorar su propia comprensión lectora, resaltando así el papel del alumno en el proceso de evaluación.
Es necesario entonces una reinterpretación del papel del maestro y de la misma institución. El maestro no será solamente un emisor de juicios con respecto al avance de los alumnos y represente a una figura lectora real. La institución por su parte tendrá que actuar acorde con el trabajo desarrollado en las aulas y colaborar activamente a través de actividades que ayuden a fomentar la lengua escrita entre todos los sectores participantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje, así como crear las condiciones necesarias en términos administrativos para hacer más fácil el tránsito hacia esta dinámica de trabajo.
Los ejemplos mostrados en este capítulo son una muestra exitosa de que en las escuelas sí se puede leer, sin embargo, es importante recordar que es necesario conjugar muchos esfuerzos para que esto sea posible. Transitar de un sistema tradicionalista a uno constructivista exige planeación, tiempo y recursos que no son tomados en cuenta a la hora de realizar una reforma escolar, por lo que muchas de estas metodologías, aunque efectivas, no son aplicadas por muchos maestros, por las presiones que implica querer lograr un cambio rápido y a la ligera. Así es que en un sistema educativo tan desigual y con tendencias hacia la simulación como lo es el mexicano muchas veces la decisión de trabajar con este enfoque de trabajo queda principalmente a criterio del docente, quien deberá buscar maneras de implementar proyectos como los descritos en su trabajo diario.