Universidad Veracruzana

Blog de Lectores y Lecturas

Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



Sobre la Colección Biblioteca del Universitario

Por Agustín del Moral

I

¿Qué hay en un acto fundacional? ¿Se funda con y por el solo hecho de fundar? ¿Se funda de una vez y para siempre? ¿Qué condiciones debe reunir todo acto fundacional para que, dejando atrás el hecho inaugural en sí, lo que instaura permanezca, deje huella, se convierta en un legado?

En 1957, Sergio Galindo fundó y pasó a dirigir lo que en aquel entonces comenzó siendo el Departamento de Publicaciones y hoy en día es la Dirección General Editorial de la Universidad Veracruzana. Creo que nunca estará por demás traer a la memoria este acto fundacional. Sergio Galindo no sólo fundó; fundó, además, con esa carga de humanidad que anima a las grandes empresas, a las que adquieren carta de naturalidad como instituciones en el mejor y más sano sentido de la palabra, a las que, como en este caso, terminan convertidas en instancias emblemáticas de una institución mayor: nuestra casa de estudios.

En la pequeña universidad de provincia que en los lejanos años cincuenta del siglo XX era la Universidad Veracruzana, en el México empeñado en la búsqueda de una identidad nacional y, por ello mismo, en imbuir todas sus iniciativas y todos sus proyectos de un espíritu nacionalista, Galindo fundó una editorial de alientos y alcances universales. Superando las tentaciones del regionalismo y el nacionalismo, apostó por una editorial abierta a lo mejor del pensamiento universal. En ese sentido, Sergio Galindo fue algo más que el fundador y director de la Editorial de la UV. Fue, en igualdad de condiciones, un animador cultural y un impulsor y un promotor de escritores noveles de primer orden. Para ponerlo en otros términos, si estuvo en condiciones de fundar y dirigir una editorial que hoy en día es una institución nacional fue porque la asentó sobre bases universales.

Cualquiera que revise el catálogo histórico de la Editorial de la Universidad Veracruzana se sorprenderá de la visión y la audacia que animaron la labor de Galindo. En el campo del pensamiento social, nuestra casa editora dio a conocer, por primera vez en México, las producciones más representativas de la antropología, la historia y la filosofía de su época, generadas lo mismo en nuestro país o nuestra lengua que en otras latitudes y otros idiomas. (Hoy, por cierto, se han reeditado, felizmente, Páginas filosóficas de Luis Villoro y Henri Bergson de Vladimir Yankelévitch, cuyas primeras ediciones datan aquella época).

En el plano de la literatura universal, Galindo dio un decidido impulso a la difusión en nuestro país de autores que ya marcaban la pauta en la arena internacional. Esto hizo posible que nuestro catálogo listara los nombres, entre muchos otros, de María Zambrano, Luis Cernuda, Rosa Chacel, José Gaos, Yankelévitch, Jerzy Kavalérovicz, Dylan Thomas, E. M. Forster y muchos más. En el terreno del impulso a los escritores jóvenes, por todos es conocido que con el pie de imprenta de la Universidad Veracruzana aparecieron en México, por primera vez, los primeros libros de, entre muchos más, Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti y Álvaro Mutis, hoy escritores mundialmente conocidos pero en aquel entonces apenas leídos por unos cuantos iniciados.

Si prestamos atención a los autores y a los títulos que dieron forma al catálogo editorial de nuestra casa de estudios en su primera época, nos daremos cuenta de que pasaron a conformar la constelación literaria y cultural bajo cuya irradiación se movió el México de la segunda mitad del siglo XX y bajo la que se sigue moviendo el México de comienzos del siglo XXI. De esa magnitud fue la apuesta editorial de Sergio Galindo.

Si, en general, es sumamente difícil que una editorial universitaria —es decir, una editorial movida más por el afán de difundir la cultura que por el de insertarse en los grandes canales comerciales— que comienza se haga de un catálogo, mucho más difícil es que se haga de un catálogo de calidad. Sergio Galindo logró ambas cosas.

II

Si en efecto, como quería Carlyle, la verdadera Universidad son los libros, el día de hoy la Universidad Veracruzana da un paso significativo hacia su conversión en una Universidad por partida doble. Lo es, en primer lugar, por supuesto, por su carácter orgánico, por su condición de casa de estudios de nivel superior. Pasa a serlo, en segundo lugar, porque ha privilegiado al libro como instrumento de educación y formación de sus estudiantes.

Hoy, por primera vez en su historia, la UV recibe a los casi 14 000 jóvenes que hoy ingresan a sus aulas con un pequeño paquete de cinco clásicos de la literatura nacional y universal, cinco títulos a los que, a mediano plazo, se habrán de sumar otros cuarenta y siete hasta hacer de la Biblioteca del Universitario un conjunto total de cincuenta y dos clásicos de las más variadas disciplinas humanas.
¿Qué hay detrás de esta propuesta? En primer lugar, la decisión de refrendar al libro como vehículo ideal de liberación y humanización. Como con toda justeza señala Sergio Pitol en su Presentación a la Biblioteca del Universitario, “el libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres. Libres de la ignorancia y la ignominia, libres también de los demonios, de los tiranos, de fiebres milenaristas y turbios legionarios, del oprobio, de la trivialidad, de la pequeñez. El libro afirma la libertad, muestra opciones y caminos distintos, establece la individualidad, al mismo tiempo fortalece a la sociedad, y exalta la imaginación.”

A esta idea yo agregaría una más, ésta de Gabriel Zaid: no se trata de crear seres más cultos; se trata de crear seres más humanos a través de la cultura. Aquí está otra idea clave que anima a la Biblioteca del Universitario: humanizar a los jóvenes estudiantes, abrirles las puertas a otros mundos, a mundos que les posibiliten contemplar al hombre desde sus múltiples aristas y, de esa manera, contemplarse a sí mismos, a sus semejantes, a su realidad social, desde sus múltiples aristas. En otras palabras, que después de su lectura vean el mundo con otros ojos y que su presencia en el mismo sea físicamente más real.

Detrás de la propuesta que anima a la Biblioteca del Universitario está, en segundo lugar, una iniciativa con audacia y visión, una iniciativa que abre una nueva brecha en el camino desbrozado por Sergio Galindo. Esta iniciativa da pie a una nueva colección. Sólo que, a diferencia de todas las colecciones que a lo largo de casi cincuenta años han dado forma a nuestro catálogo editorial —lo mismo las vigentes que las dejadas atrás—, ésta busca difundir la cultura con un objetivo particular: contribuir a la educación, la formación, la liberación y la humanización de la razón de ser de toda universidad: sus estudiantes.

Detrás de la propuesta que anima a la Biblioteca del Universitario está, en tercer lugar, todo el apoyo institucional con que es posible y necesario contar cuando se enfrenta un proyecto de esta envergadura. Consecuente con su divisa de generar conocimiento para su distribución social, sensible al papel que históricamente ha jugado el libro como vehículo de liberación y humanización, comprometida con un proceso de formación integral de sus estudiantes, la administración universitaria no ha escatimado apoyo alguno para la concreción de este proyecto que involucra al vehículo por excelencia del conocimiento: el libro.

Detrás de la propuesta que anima a la Biblioteca del Universitario está, en cuarto lugar, la excepcional dirección de un lector de toda la vida (desde aquellos tempranos años en que su abuela le leía al pie de la cama en que convalecía), amén de extraordinario escritor. La presente edición de la Feria Internacional del Libro Universitario está dedicada a su persona luego de haber recibido el Premio Cervantes 2005, el máximo galardón que en el campo de las letras se confiere en lengua española. El gobierno del estado y esta casa de estudios le han organizado un homenaje en el que han participado escritores de primera línea. Nada puedo agregar a lo que sobre él han dicho —no, al menos, en mejores términos—. En todo caso, sólo quiero destacar la disposición, el entusiasmo, la entrega y la pasión con que ha asumido la dirección de la Biblioteca del Universitario. Los cinco primeros títulos hablan por sí mismos de la calidad que marca a esta apuesta literaria.

Detrás de la propuesta que anima a la Biblioteca del Universitario está, en quinto lugar, un producto pensado, planeado y destinado a los jóvenes de nuevo ingreso desde instancias académicas de esta misma casa de estudios. Es esta la razón por la que, luego de la Presentación, cada título lleva un prólogo redactado por uno de nuestros académicos, prólogo en el que, en términos generales, se ofrecen un panorama de la época que le tocó vivir al autor en cuestión, un esbozo biográfico del mismo y unas líneas críticas sobre la obra de que se trata. Es de destacar, en este mismo terreno, la decisiva participación de los prologuistas en el cuidado de edición de los títulos, cuidado que incluyó una revisión seria, profesional y bien fundamentada de la traducción escogida.

Detrás de la propuesta que anima a la Biblioteca del Universitario está, en sexto lugar, un trabajo de edición fiel a los criterios fijados por la tradición editorial inaugurada por Sergio Galindo. Se trate de títulos publicados originariamente en castellano o de títulos publicados inicialmente en otra lengua, se ofrecen ediciones y traducciones de primer nivel, apegadas al espíritu que originalmente los animó. Está, después, un trabajo de diseño —de portada y de interiores— fresco, ágil y, por así decirlo, juvenil, al estilo de los destinatarios, diseño en el que destaca Liber (libro, en castellano), la imagen del joven de vestir desenfadado e informal y cargado de libros con la que seguramente los estudiantes se reconocerán, pues se trata de uno de los símbolos, si no es que el símbolo, de su identidad. Otro sentido de pertenencia es el que anima los grabados que acompañan las portadas de los títulos, elaborados por integrantes del Taller de Grabado de la Facultad de Artes Plásticas de esta casa de estudios, grabados que, con sensibilidad y talento, supieron captar y sintetizar en una imagen la esencia de las obras. Está, a continuación, un trabajo de captura, cotejo, formación y cuidado de edición detallado, minucioso, atento a los más mínimos detalles, trabajo que —mientras no se demuestre lo contrario— ha hecho de estas ediciones, ediciones limpias y legibles. Y está, finalmente, un trabajo de impresión con conocimiento, experiencia, oficio y apego al libro, trabajo realizado en una de las mejores imprentas del país por impresores de oficio y con material y técnicas de impresión que garantizan a los libros una larga y fructífera vida.

(La Biblioteca del Universitario aparece, por lo demás, al amparo de gestos de generosidad como el de la doctora Alicia Reyes, poseedora de los derechos patrimoniales de la obra de don Alfonso Reyes, quien cedió los derechos de publicación de los textos que conforman el volumen destinado al autor de Visión de Anáhuac; agradecemos públicamente a la doctora Reyes su gesto, al tiempo que lamentamos sinceramente que, por razones personales, no haya podido acompañarnos en esta presentación.)
Podemos afirmar que, en y por su confección, la Biblioteca del Universitario es, a un tiempo, un producto neta y orgullosamente local, lo mismo que universal, ofrecido a los jóvenes de esta casa de estudios por la administración y los académicos de esta casa de estudios, un producto que lleva, pues, todo el sello de la Universidad Veracruzana.

III

Una tradición da cuenta de un beneficio transmitido o extendido de generación en generación, de una continuidad en el tiempo, de una solidaridad aun a despecho del tiempo. Si, en efecto, la mejor manera de conservar una tradición es renovándola, la Biblioteca del Universitario renueva y alimenta una de nuestras tradiciones más sólidas y fructíferas. La empresa fundada por Sergio Galindo no deja de dar frutos. Y los da en ese haz que cifra libertades y derechos humanos: el libro.