Cultura

El Xantolo no es como ayer: Román Güemes

  • El antropólogo lingüista participó en la mesa redonda “La muerte tiene la palabra”, organizada por el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana

 

Inauguración de la mesa redonda “La muerte tiene la palabra”

 

Karina de la Paz Reyes Díaz

30/10/18, Xalapa, Ver.- Dentro de su plan de trabajo y como proyecto institucional, el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV) contempla el Ceremonial de Día de Muertos y en ese contexto desarrolló la mesa redonda “La muerte tiene la palabra”, misma que abrió la con la participación del antropólogo, lingüista, poeta e historiador, Román Güemes.

La actividad académica se desarrolló el 26 de octubre en la Sala de Exposiciones “José Luís Melgarejo Vivanco” de la propia entidad y fue inaugurada por la directora de la misma, Sofía Larios León, quien celebró la notoria presencia de estudiantes de la Facultad de Antropología.

El investigador del Instituto de Antropología compartió “El Xantolo en la Huasteca meridional ahora”. Explicó que la Huasteca sureña, cuyo entorno está habitado por diferentes etnias, “es la única microrregión de la Huasteca grande que cuenta con población totonaca y sólo en la comunidad San Francisco, alejada de la propia cabecera municipal Ixhuatlán de Madero, hay población tepehua, nahua y ñuhu u otomí”. Dentro de esa microrregión destacó, como práctica ancestral, el Xantolo (que en cada lengua tiene una denominación muy particular).

No obstante, de 10 años a la fecha han cambiado “considerablemente” la manera de celebrar la fiesta, tanto en forma como en contenido. Tales cambios han sido generados por influencias externas y otros más por la propia dinámica social de los pueblos y comunidades.

El también cuentista y músico, remarcó que en esta microrregión no hay ciudades populosas, única y sencillamente está Álamo Temapache, y al no haberlas, los cambios se generan muy lentamente; por otro lado, sí hay una dinámica constante en cuanto a la migración, primero hacia la Ciudad de México y, en estos últimos 10 años, para el norte, fenómeno que propicia cambios al interior de la comunidad.

“Por otras muchas razones la fiesta ya no es como era ayer y no quiero meterme al ayer, porque yo vengo de ahí y tengo muchos recuerdos”, expresó Román Güemes y enlistó algunos de esos cambios. El primero, es en relación a la fecha de inicio de la festividad; anteriormente duraba casi un semestre, pues el 29 de septiembre, día de San Miguel, es considerado el arranque, con las primeras ofrendas y visita al panteón.

Otro de los elementos “que se va cuesta abajo” es el papel picado, porque que ya lo venden y los cortes no son los tradicionales; las velas de cera de abeja, que fueron reemplazadas por las de parafina y ahora por las veladoras; los cohetes de arranque; las visitas a los padrinos por parte de los ahijados, con una canasta colmada de ofrendas, el 2 de noviembre.

En el proceso mismo de construcción del altar, pues “antes el niño acompañaba al padre o hermanos mayores al monte a cortar las varas de cuilot, pero los niños de ahora ya no conocen los nombres de los árboles”; además, el formar el arco con la vara es un proceso en sí que ahora se evita, pues ya los venden hechos en los mercados. Incluso, en el ornato del altar mezclan elementos de otras celebraciones, como motivos navideños.

Antes se instalaban dos mesas para la ofrenda, una grande y otra pequeña, y esta última ya no está, ahí se colocaba la batea del pan que ahora poco se elabora en casa, más bien se compra. “No estoy satanizando, estoy describiendo lo que está pasando”.

Actualmente, tampoco se colocan fotografías de los muertos, a cambio ponen los santos; tampoco elementos como maíz germinado, que representaba la cosecha; la cruz de cal, con cuatro lados iguales, que simbolizaba el Norte, Sur, Este y Oeste, arriba y abajo; incluso, ya no celebran los tlachikontilistli y ochavarios, que le daban continuidad a la fiesta hasta el 24 de diciembre, nacimiento del hombre y término del ciclo agrícola.

“Hay causas de tipo económico. El sostener una fiesta así es carísimo; entonces, lo mejor es sintetizarlas, restringirlas, a lo que se conoce como Día de Muertos en ciudades como Xalapa, Tuxpan, Poza Rica, Chicontepec, Ixhuatlán”, dijo Román Güemes. Sin embargo, destacó que siguen otras cosas, como los alimentos para las ofrendas.

La presentación fue moderada por el académico Francisco Javier Kuri Camacho.

 

La charla se efectuó en el Instituto de Antropología

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