de la neuroetología y el bienestar

Antes de que yo naciera ya se sabía. Siete días de sensibilización… nada más… y verás que una rata comenzará a comportarse maternal con crías que no son de ella. Siete días de exponer a una rata virgen a crías que no son de ella, y aunque al principio las mate… eventualmente las aceptará y cuidará como si fueran de ella. me preguntaba si eso pudiera ocurrir con todas las cosas que nos son molestas. Si tan solo 7 días de sensibilización a los tabús y a los enemigos nos pudieran hacer más tolerantes e incluso cuidar de ellos.

Al menos funcionó en mis perros y gatos. Al principio los olores eran suficiente estímulo para desencadenar la respuesta de miedo y agresión en mis gatos. Como el día que nosotros aún no teníamos perros y mi hermana llegó a visitarnos. Su ropa seguramente tenía esencia de Jack, el labrador retriever de 4 años, y «amiga» no dudó en hisearle. Lo mismo pasó cuando llegó a nuestro hogar Pechocho y Bambam. La agresión fue inminente y 5 metros de distancia eran suficiente para desencadenar el erizamiento de los pelos y los gruñidos. Sin embargo, el contacto diario con exposiciones pausadas, mesuradas, y siempre acompañadas de recompensa hizo que al día de hoy (13 días después) se lleguen a ignorar dentro de la casa. Incluso «amiga», la gata más agresiva terminó por aceptar a los dos nuevos miembros de la familia.

Acaso el racismo es la expresión de nuestro cerebro diciendonos «no he sido expuesto a esto y tengo miedo». Bien sabemos que existen circuitos neurales filogenética y ontogenéticamente organizados que producen respuestas conductuales involuntarias, como el gato que detecta al perro con sus esencias, sus olores, sus señales… y sin pensarlo se «comporta» agresivo.

Es obvio que el miedo es una emoción que nos salva de muchos peligros, pero el mensaje es claro: no todo lo que te da miedo tiene por qué quedarse siempre en tu vida.

Una suficiente exposición con voluntad y visión positiva y podemos decirle adiós a las fobias, a la intolerancia, y a muchas cosas que «irritan» nuestra vida. Incluyendo a aquellos «perros» o «gatos» del trabajo o de la escuela con lo que pareciera que nunca podemos llevarnos bien.