Núm. 7 Tercera Época
 
   
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2. La continuidad, la transformación y el cambio temporal

portada           El paso del tiempo acaba por devorar todas las polémicas, las cuales, en el caso de Octavio Paz, no terminaron ni siquiera con la obtención del Premio Nobel. Pero este es más bien un asunto mexicano. Relación entre poesía pura y experiencia espiritual, entre verdad práctica y mito trascendente, entre compromiso político y unidad estética, entre palabra y silencio, entre la unidad y el caos. A todas estas cuestiones se dedica la larga y apasionada incursión del autor a lo largo de los años y, en cierta medida, ellas se condensan teórica, y prácticamente, en su texto El mono gramático, y líricamente en Piedra de sol. Toda gran poesía ha postulado hasta ahora lo absoluto, pero la de nuestro autor va por senderos diferentes de los que impulsan los modelos simbolistas y mallarmeanos: Pere Gimferrer afirma que El mono gramático es un libro que pone en efervescencia la metáfora del camino,4 es decir, del recorrido, del ir de la metáfora a la realidad concreta, como una designación analógica para reconstruir la unidad perdida del mundo. Cuerpo de los signos que son una metáfora del texto, del mismo modo que el lenguaje es una apertura de lo erótico, que es el modo supremo del conocimiento, porque es la expresión del conocimiento sensible. Más que de sensualidad, se trata de la apropiación de lo verbal como conocimiento y posesión del mundo; una respuesta al silencio anterior a la palabra. El cuerpo es lenguaje y, como tal, en él se encierra la posibilidad de todo movimiento. Octavio Paz es el doloroso descifrador del sentido de lo inmóvil y de su contrapartida, el movimiento, en el cual la mujer ocupa la secreta función de reveladora de los arcanos, del vértigo inmóvil, de la vida misma. De allí la exploración histórico-mítica que el hablante lírico efectúa en Piedra de sol.

          El comienzo del largo poema y su final reiterativo aluden justamente al movimiento de lo natural: sauce (de cristal), chopo, árbol bien plantado, el río que se curva (caminando). Pero este comienzo es muy distinto del resto del texto, muy elaborado, lleno de alusiones histórico-míticas a las figuras de la mujer. El propio poeta ha explicado extensamente la génesis automática del poema, diciendo que se trata de “una larga frase circular”. Para Paz es un caso de colaboración “entre lo que llamamos el inconsciente (y que para mí es la verdadera inspiración) y la conciencia crítica y racional”.5 Sin embargo, el poema no puede ser visto como un canto al pasado mexicano prehispánico exclusivamente. Se trata de un poema cosmopolita, centrado en una visión existencial difusa, en la cual la figura de la mujer amada o recordada es fundamental. De un modo similar, en Alturas de Macchu Picchu de Pablo Neruda, no es sólo una evocación del pasado indígena del incario peruano, sino una elaboración de las preocupaciones políticas del poeta chileno en ese momento de su vida. Se trata, en ambos casos, de poemas extremadamente importantes en la mitad del siglo XX para la América hispánica. Ambos aluden a la identidad del ser profundo americano a través de las connotaciones de un pasado no asumido, que es necesario esclarecer e incorporar en el contexto de este mismo ser americano.

          En este sentido, el epígrafe del poema mexicano incluye un soneto de Nerval, “Arthémis”, que sería más tarde bellamente traducido por el mismo Paz y que contiene la idea de la muerte en la versión de la decimotercera carta del Tarot, es decir, como transformación del ser, que inicia una nueva etapa, tal como comenta el citado José Emilio Pacheco (op. cit., p. 70). Paz afirma, por su parte, en la presentaciónprólogo de Libertad bajo palabra (L.B.P., op. cit.), que “contra el silencio y el bullicio invento la palabra, libertad que se inventa cada día”. Porque la obra de Paz es una especie de insistente alegoría sobre la palabra, sobre los usos e impericias de la palabra, y una búsqueda de un sistema que pueda recogerla y representarla: “Si el mundo es real / la palabra es irreal / si es real la palabra / el mundo es la grieta, el resplandor el remolino”, dice el poeta insistiendo en los aspectos anunciadores, visionarios de la palabra en el mundo y de su agente, el que lo dice: “nacían las palabras / y eran como palomas y luceros / en mis venas la sangre llameaba” (de Bajo tu clara sombra, 1960).

          La poesía es en este instante de su obra una epifanía constante que arremete contra lo cotidiano y concreto de la vida humana: se trata de un alegato estentóreo contra lo real, un llamado a la presencia cósmica, la cual es, en último término, innombrable.

3. El poder de la palabra como semilla del mensaje y sol del desvarío

          Toda la poesía de Paz es mensaje. A veces lo es como modo de lo inimaginable, lo que no puede expresarse normalmente, porque ella no es portadora de la revelación; otras veces, es agente de lo líquido, del agua que fluye sin cesar y que es portadora en sí de los arcanos del universo. No debe olvidarse que el agua fue, para los aztecas, en tanto que elemento líquido, no sólo un lugar del paraíso, sino un elemento que lleva en sí la fertilidad de la tierra:

Una mujer de movimientos de río
De transparentes ademanes de agua
Una muchacha de agua
Donde leer lo que pasa y no regresa
Un poco de agua donde los ojos beban
Donde los labios de un solo sorbo beban
           (“Fábula”, L.B.P, 2001, pp. 194-195)

4 Citado en L.B.P., op.cit. p. 49.
5 Citado en L.B.P., op. cit., p. 50.

 

 
 
 
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