Núm. 7 Tercera Época
 
   
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PALABRA CLARA

La poética de Octavio Paz en Piedra de sol
Raúl Silva-Cáceres

 

          En un ensayo memorable dedicado al poema Piedra de sol, José Emilio Pacheco dice que se trata de una historia calamitatum en virtud de la referencia a los amores imposibles entre el monje Abelardo y Eloísa. Como se recordará, este monje fue castrado y entre los amantes no era posible la relación carnal, sólo la epistolar. El crítico mexicano afirma que se trata también de un poema cósmico por la referencia a Venus y al Sol, así como a la periodicidad que establecieron los antiguos mexicanos en su calendario con respecto a la aparición del primero de ellos, Venus. En verdad se trata de un texto magistral, debido a su compleja composición, que es un homenaje a la temporalidad, la permanencia, la fugacidad y la mujer en sus diferentes versiones iconográficas e históricas, no sólo en el mundo azteca, sino también en el occidental.

          Dado que toda la poesía del maestro mexicano es una aspiración hacia la totalidad, este poema es una epifanía constante, del mismo modo que lo es la obra de otros grandes escritores de América Latina, entre los cuales cabe mencionar a Julio Cortázar. “El pensamiento de Paz”, decía éste, “asciende hacia el canto total del ser, así como su poesía es una búsqueda obstinada del sentido extremo de las cosas: mujer, pájaro, destino mexicano, porvenir de América Latina”.1

          En efecto, el largo poema cíclico es un condensado de las ideas y prácticas poéticas (de la poética, en suma) del gran poeta mexicano. Su centro verdadero es el calendario azteca, con sus 584 días, según el movimiento de Venus, y tal como lo percibían los antiguos mexicanos. Expresado en versos endecasílabos, el poema ofrece una estructura formal bastante rígida en apariencia, lo cual es desmentido rápidamente al comprobarse que comienza con letra minúscula y sus seis primeros versos se repiten de modo idéntico al final, el cual termina con dos puntos; eso crea una circularidad del texto, que es como la circularidad del calendario que evoca, y como pretende ser la circularidad del tiempo en la conciencia del que lo lee.

          En la primera edición de Piedra de sol, publicada en 1957 en un libro independiente, Octavio Paz afirma en una larga nota que los antiguos mexicanos notaban que el planeta Venus aparecía dos veces al día, como estrella del alba, phosphorus, y como estrella vespertina, hesperus. Naturalmente, ellos observaban el fenómeno con mayor precisión que los griegos, los cuales en la época de Pitágoras eran más imprecisos que los aztecas en la medición de este ciclo venusino. Éstos establecieron que el ciclo se iniciaba el día 4 Ollin y, después de 584 días, el día 4 Ehécatl señalaba la conjunción de Venus y el Sol. Allí empezaba un nuevo ciclo. La dualidad que encierra esta experiencia cósmica ha impresionado a todas las civilizaciones del planeta, que admiraron en ella tanto el temor al mal y el ensalzamiento del bien, como la existencia misma de la vida y del universo.

          Ehécatl, divinidad del viento, afirma Paz siguiendo los estudios de Raúl Noriega, fue una de las manifestaciones de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, que concentra las dos vertientes de la vida; es decir, es una divinidad asociada a la fertilidad, a la vegetación que nace y se renueva, a Afrodita, a la cuádruple Venus de Cicerón. Por su parte, Noriega afirma que el término calendario azteca o “Piedra del sol”, llamado como el poema, no es de origen indígena, sino español.2 Ese nombre se encuentra a partir de la Historia de las Indias de la Nueva España de fray Diego de Durán. Para los aztecas se trata de una “vasija del águila”, Cuauhxicalli en lengua náhuatl, y también de una piedra de sacrificios. El hecho de que en la primera edición de la serie Tezontle (1957) aparezca en la portada la cifra 585 en lugar de 584, según la nota del propio autor del poema, debe interpretarse como un reflejo de la voluntad de composición, la cual alude a la recreación perpetua del texto, que pretende imitar el ciclo de la naturaleza. Mucho se ha escrito recientemente sobre la significación simbólica que todo esto tenía para los indígenas y que ha dado origen a este importante poema de Octavio Paz. La controversia creada por la desinformación de los hechos históricos es recogida por el poeta mexicano en un sentido universal y, sobre todo, europeo, como puede verse en los estudios de Alfonso Caso sobre el antiguo calendario.3

portada


1 Julio Cortázar, “Homenaje a una estrella de mar”, en El escritor y la crítica, ed. de Pere Gimferrer, Taurus, Madrid,1982, p. 29.
2 Citado en Octavio Paz , Libertad bajo palabra, ed. de Enrico Mario Santí, Cátedra, Madrid, 2000, p. 333. En adelante L.B.P
3 L.B.P. op.cit., p. 39.

 
 
 
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