Núm. 14 Tercera Época
 
   
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          Que sea un ingenuo según esta visión, no hace que Symmes lo exima posteriormente de la responsabilidad lateral que le adjudica por la violencia desatada en la Argentina, lo que, para el escritor-motociclista norteamericano, convierte el accionar de los militares –ante quienes siente compasión– en mero gesto defensivo y lógico aun cuando es bien sabido que en realidad la guerrilla argentina –restringida a grupos minoritarios– fue sólo un pretexto para la aniquilación sistemática de cualquier tipo de oposición a una política económica impuesta; así, nos dice:

   
 

Luis Boix

 
Durante los años sesenta y setenta, Argentina fue asediada por una serie de movimientos guerrilleros directamente inspirados y a menudo apoyados por el Che. La escala de esos movimientos no tuvo precedentes: para 1976, Argentina albergó el más vasto ejército guerrillero jamás reunido en America Latina, más numeroso aun que los sandinistas en Nicaragua. Los guerrilleros ganaron más de 60 millones del secuestro de hombres de negocios, y controlaban una inmensa cartera de inversiones en Wall Street que desembolsaba fondos para otros grupos guerrilleros a través de Latinoamérica (p. 18).

          Por supuesto, no declara sus fuentes para proporcionar datos que parecen tan precisos cuando no lo son: por ejemplo, la guerrilla en Tucumán, Argentina, escasamente superó las 300 personas4 y, en cuanto a los 60 millones de dólares de los rescates, si bien es la cifra que circuló profusamente en Argentina y el dato aparece en diversas páginas de internet, también fue puesta en duda por otros sectores, aunque efectivamente el dinero cobrado –sea cual fuera la cantidad, en todo caso abultada– ha tenido un destino oscuro en cuentas internacionales,5 sirviendo para el exilio de jefes Montoneros mientras la mayoría de los militantes–que no pudieron huir con la misma facilidad– eran secuestrados y torturados o se suicidaban con píldoras de cianuro momentos antes de ser apresados para no delatar en la tortura a los compañeros.6

En su búsqueda por desmitificar a Guevara, el Che que Symmes presenta a través de irónicos comentarios extendidos a lo largo de 300 páginas, es un guerrillero torpe, cuya habilidad militar se relativiza y cuyos logros son puestos en duda, además de que, al componer esta imagen, parte de la ingenuidad de plantearse Latinoamérica como un lugar esencial, donde los cambios históricos y ecológicos no han acontecido y donde cree poder observar lo mismo que el Che observara casi medio siglo atrás. Con todo este bagaje, termina reduciendo a Guevara al molde de un turista exótico, es decir, a un ser demasiado parecido al propio autor: un turista snob corriendo tras su propia fantasía, para quien la ideología es contaminación y el compromiso político implica sólo pensamiento estrecho y rígido. Se cumple en el texto la aporía de Pierre Menard, pero ya no en la clave irónica de Borges: la escritura del mismo libro en otro tiempo no implica el mismo libro.

          Por supuesto, el entrañable Che del cuento “Reunión”, de Julio Cortázar, publicado en Todos los fuegos el fuego en 1971, está en la vereda opuesta del Che posmoderno que construye Symmes a su imagen y semejanza. Dos fuentes pueden citarse para la factura del personaje, de las cuales una es explícita y la otra se deja intuir entre líneas: Pasajes de la guerra revolucionaria, del propio Che, a quien Cortázar cita en el epígrafe, y el prólogo de Fidel Castro a El diario del Che en Bolivia, para lo que tiene que ver con ese personaje de carácter combativo, al que dibuja entre la lucidez, el humor, la preocupación, el idealismo, la utopía y la entrega.

          Justamente a partir del epígrafe, Cortázar presenta a su personaje a través de lo que lo hermana con él: el humanismo de la tradición literaria (luego será también el de la música, a través de Mozart): “Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol, se dispone a acabar con dignidad su vida”. 7 La cita original se encuentra hoy en “Alegría de Pío” (Pasajes...), y se continúa con un fragmento más, que el autor del cuento cercena para

4 Jean Pierre Bousquet, Las locas de Plaza de Mayo, El Cid, Buenos Aires, 1983.
5 Pueden seguirse diversas versiones sobre el dinero navegando en páginas de Internet; incluso, que parte fue derivado a Cuba para ponerlo a resguardo. Montoneros nunca dijo fehacientemente cuál fue su destino. Quizás la versión más interesante sea la que se encuentra en www.cubaeuropa.com/hisstoria/Artículos/Montoneros.htm.
6 Así muere Paco Urondo en Mendoza. Por otra parte, el ejemplo literario de esto último, aparece en la novela Glosa, de Juan José Saer.
7 Ernesto Che Guevara, La sierra y el llano, La Habana, 1961.

 
 
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