Por ello, para evitar caer en reduccionismos
simplistas y, en última instancia, apologéticos, una
etnografía reflexiva desarrollada en situaciones interculturales necesariamente habrá de ampliar el
horizonte analítico de estas dimensiones discursiva
(centrada en los “saberes”) y práctica (centrada en los “haceres”) hacia un tercer eje de análisis: las estructuraciones institucionales específicas, producto del
papel que juegan los “poderes”, las instituciones y con
ello las desigualdades, hegemonías y asimetrías de poder en la política de identidad del actor en cuestión y
de su contexto estructural. Se presenta así un modelo
etnográfico tridimensional que conjuga:
a) una dimensión “semántica”, centrada en el actor,
cuyo discurso de identidad es recopilado –sobre
todo mediante entrevistas etnográfi cas– desde
una perspectiva emic y analizada en función de sus
estrategias de etnicidad;
b) una dimensión “pragmática”, centrada en los
modos de interacción, cuya praxis es estudiada –principalmente a través de observaciones participantes– desde una perspectiva etic y analizada
tanto en función de su habitus intracultural como
en sus competencias interculturales;
c) y una dimensión “sintáctica”, centrada en las
instituciones en cuyo seno se articulan tanto los
discursos de identidad como las prácticas de interacción, y que es analizada y “condensada” a
partir de las clásicas “ventanas epistemológicas” del trabajo de campo, i.e. las contradicciones que
surgen al contrastar información etnográfica de
tipo emic versus etic; dichas contradicciones deben
ser interpretadas no como meras incongruencias
de datos, sino como aquellas inconsistencias que
reflejan la lógica específica del Estado-nación representado por la institución analizada.
Concatenando las diferentes dimensiones interculturales, interlingües e interactorales con esta metodología tridimensional reflexiva, actualmente en la UVI y
en el InterSaberes estamos contrastando las visiones emic
y etic de los actores partícipes mediante los mencionados foros-talleres. Con ello, perseguimos objetivos
tanto clásicamente “empoderadores” de los (futuros)
profesionistas indígenas y de sus formadores, como
objetivos “transversalizadores” de competencias-claves
que éstos requerirán para su desempeño profesional
y organizacional.
Conclusiones
Como todo proyecto incipiente y novedoso, la UVI se
ha encontrado con diversos problemas burocráticos, financieros, académicos y políticos desde su puesta en
marcha hace escasos tres años. La heterogeneidad de
actores académicos, políticos y organizacionales ha
sido todo un desafío a la hora de generar cauces institucionales eficaces y, a la vez, legítimos para todos los sectores implicados. Mientras la UVI cuenta con un fuerte
apoyo en el conjunto de las sociedades regionales que
atiende, al interior de la misma universidad persisten
resistencias e incomprensiones. Al tratarse de una noción heterodoxa de “universidad”, de “licenciatura” y
de “plan de estudios”, algunos sectores más tradicionales y “disciplinarios” de la academia pretenden relegar
esta iniciativa a actividades no estrictamente docentes o
investigadoras, sino a un “extensionismo” asistencialista de viejo cuño. El hecho de incluir una diversidad de
actores y saberes regionales en el mismo núcleo de un
programa académico de licenciatura y maestría desafía
el carácter aún universalista, monológico y “mono-epistémico” de la universidad occidental clásica.
En este ámbito, tanto para una “antropología
pública” como para una metodología “activista”, uno
de los principales desafíos consiste en conjugar las
características de una “universidad intercultural”,
orientada a, y arraigada, en las regiones indígenas
del estado con las dinámicas y criterios propios de
una universidad pública “normal”, que mediante su
reconocimiento de estudios y títulos, su autonomía
y su libertad de cátedra proporciona un importante “cobijo” institucional para la UVI, pero que también
impone a menudo prácticas gremialistas y academicistas nada “sensibles” al medio rural e indígena en
el que opera. Este proceso de negociación de hábitos
y de aspiraciones entre los actores universitarios, las
comunidades anfi trionas y los profesionistas y estudiantes involucrados ha ido generando experiencias
y aprendizajes auténticamente interculturales: mientras que cada vez más representantes académicos, urbanos y mestizos reconocen la viabilidad y promueven
la visibilidad de la UVI como alternativa de educación
superior culturalmente diversifi cada y pertinente, en
las regiones indígenas surgen aprendizajes novedosos
de transferencia recíproca de saberes.
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