Núm. 12 Tercera Época
 
   
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JOSÉ LUIS CUEVAS
BESTIARIO IMPURO
 
 
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          Por ello, para evitar caer en reduccionismos simplistas y, en última instancia, apologéticos, una etnografía reflexiva desarrollada en situaciones interculturales necesariamente habrá de ampliar el horizonte analítico de estas dimensiones discursiva (centrada en los “saberes”) y práctica (centrada en los “haceres”) hacia un tercer eje de análisis: las estructuraciones institucionales específicas, producto del papel que juegan los “poderes”, las instituciones y con ello las desigualdades, hegemonías y asimetrías de poder en la política de identidad del actor en cuestión y de su contexto estructural. Se presenta así un modelo etnográfico tridimensional que conjuga:

a) una dimensión “semántica”, centrada en el actor, cuyo discurso de identidad es recopilado –sobre todo mediante entrevistas etnográfi cas– desde una perspectiva emic y analizada en función de sus estrategias de etnicidad;

b) una dimensión “pragmática”, centrada en los modos de interacción, cuya praxis es estudiada –principalmente a través de observaciones participantes– desde una perspectiva etic y analizada tanto en función de su habitus intracultural como en sus competencias interculturales;

c) y una dimensión “sintáctica”, centrada en las instituciones en cuyo seno se articulan tanto los discursos de identidad como las prácticas de interacción, y que es analizada y “condensada” a partir de las clásicas “ventanas epistemológicas” del trabajo de campo, i.e. las contradicciones que surgen al contrastar información etnográfica de tipo emic versus etic; dichas contradicciones deben ser interpretadas no como meras incongruencias de datos, sino como aquellas inconsistencias que reflejan la lógica específica del Estado-nación representado por la institución analizada.

          Concatenando las diferentes dimensiones interculturales, interlingües e interactorales con esta metodología tridimensional reflexiva, actualmente en la UVI y en el InterSaberes estamos contrastando las visiones emic y etic de los actores partícipes mediante los mencionados foros-talleres. Con ello, perseguimos objetivos tanto clásicamente “empoderadores” de los (futuros) profesionistas indígenas y de sus formadores, como objetivos “transversalizadores” de competencias-claves que éstos requerirán para su desempeño profesional y organizacional.

Conclusiones

          Como todo proyecto incipiente y novedoso, la UVI se ha encontrado con diversos problemas burocráticos, financieros, académicos y políticos desde su puesta en marcha hace escasos tres años. La heterogeneidad de actores académicos, políticos y organizacionales ha sido todo un desafío a la hora de generar cauces institucionales eficaces y, a la vez, legítimos para todos los sectores implicados. Mientras la UVI cuenta con un fuerte apoyo en el conjunto de las sociedades regionales que atiende, al interior de la misma universidad persisten resistencias e incomprensiones. Al tratarse de una noción heterodoxa de “universidad”, de “licenciatura” y de “plan de estudios”, algunos sectores más tradicionales y “disciplinarios” de la academia pretenden relegar esta iniciativa a actividades no estrictamente docentes o investigadoras, sino a un “extensionismo” asistencialista de viejo cuño. El hecho de incluir una diversidad de actores y saberes regionales en el mismo núcleo de un programa académico de licenciatura y maestría desafía el carácter aún universalista, monológico y “mono-epistémico” de la universidad occidental clásica.

          En este ámbito, tanto para una “antropología pública” como para una metodología “activista”, uno de los principales desafíos consiste en conjugar las características de una “universidad intercultural”, orientada a, y arraigada, en las regiones indígenas del estado con las dinámicas y criterios propios de una universidad pública “normal”, que mediante su reconocimiento de estudios y títulos, su autonomía y su libertad de cátedra proporciona un importante “cobijo” institucional para la UVI, pero que también impone a menudo prácticas gremialistas y academicistas nada “sensibles” al medio rural e indígena en el que opera. Este proceso de negociación de hábitos y de aspiraciones entre los actores universitarios, las comunidades anfi trionas y los profesionistas y estudiantes involucrados ha ido generando experiencias y aprendizajes auténticamente interculturales: mientras que cada vez más representantes académicos, urbanos y mestizos reconocen la viabilidad y promueven la visibilidad de la UVI como alternativa de educación superior culturalmente diversifi cada y pertinente, en las regiones indígenas surgen aprendizajes novedosos de transferencia recíproca de saberes.

 

 
 
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