Universidad Veracruzana

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Homenaje Póstumo Dr. Feliciano García Aguirre

 

A Feliciano, el gran amigo que se ha ido

 Esta mañana cuando abrí el correo en esta atractiva ciudad de Cienfuegos, donde estoy recluido una semana como Jurado del Premio Casa de las Américas, una terrible noticia me estremece: el fallecimiento del entrañable amigo mexicano Feliciano. Me costó trabajo convencerme que era cierto. Solo la llamada de Bernardo García, el Tigre, me hizo comprender la realidad, que no era una broma de mal gusto, que debía asimilar que Feliciano se había ido de repente.
Cuantos momentos compartidos me vienen a la mente ahora sobre alguien a quien, desde que lo conocí, hace más de veinte años, estuvo, pese a la distancia geográfica, siempre a mi lado, en las malas y en las buenas, derrochando su buen corazón, su lealtad permanente y apoyo desinteresado, cualquiera que fueran las circunstancias.
En la segunda mitad de los ochenta, Feliciano se apareció en La Habana, atraído por su devoción sin límites por la Revolución Cubana, con una beca para hacer su doctorado en economía. Una mañana se me presentó inesperadamente en el antiguo Departamento de Historia de América, sin audiencia previa, para pedirme asistir a algunas clases de la especialización de Historia de América Latina. Creo que matriculó todos los cursos que ofrecíamos y que lo llevarían, una década después, a hacer su doctorado con nosotros y no en economía, bajo la tutoría de Oscar Zanetti, con quien elaboró no sólo su tesis, sino también un simpático código de señales para su acto de defensa.
Allí nació nuestra amistad. Se convirtió, en la práctica cotidiana, en un compañero más del Departamento, con quien compartíamos en todas las actividades, incluidas las sesiones mensuales del día del cobro, en el bar de las cañitas del Hotel Habana Libre. Feliciano aprovechó también para impulsar las relaciones académicas entre la Universidad de La Habana y su Alma Mater veracruzana, presentándonos a cuanto profesor, investigador o funcionario de su tierra natal pasaba por La Habana. Un buen día, sin haber concluido su doctorado en economía, Feliciano se marchó a Finlandia y dejamos de saber de él por una larga temporada.�
En 1994 sonó el teléfono en mi casa. Era Feliciano. Nos hablamos como si solo hubiéramos dejado de vernos la víspera. Quería viajar a La Habana y retomar su doctorado. Le explique que salía a un congreso en Querétaro de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC) y me comentó: pues nos vemos allí. En efecto, cuando el autobús abrió su puerta en la sede del congreso en la Hacienda La Muralla, Feliciano estaba esperándome al pie de la escalerilla y me dijo, ya te tengo separada tu habitación. La misma donde cada noche hiciéramos largas tertulias de amigos, que repetiríamos después en tantos otros lugares y congresos.
Creo que fue entonces que comenzó la activa participación de Feliciano en la ADHILAC, a la que dio su aporte creando un sano clima de amistad y compañerismo, ganándose a todos los que conocía –pues se hacía querer por todos- con su espíritu de colaboración, su espontánea felicidad y buen carácter –no viene a mi memoria su imagen de otra manera-, junto a su vertical e indoblegable compromiso revolucionario con las mejores causas de su patria y de toda Nuestra América.
Desde entonces, Feliciano –nunca hubo un nombre tan bien puesto- se ganó un lugar en las filas de la ADHILAC, apoyando en todo lo que estaba a su alcance, tanto dentro como fuera de la asociación. Más de una vez me dijo, como en el coloquio de Santo Domingo en junio de 2011, voy aunque no lleve ponencia, sufragándose los gastos de su propia bolsa, pues para él lo importante era compartir con “la bola”, que en México quiere decir el grupo. En muchas ocasiones nos acogió en Xalapa, donde organizó eventos académicos, impulsó publicaciones y armó seminarios internacionales, como aquellos que impulsó con Carlos Oliva en la desaparecida Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA).
Pensábamos vernos el pasado diciembre en México y no pudimos encontrarnos, pues finalmente no pudo asistir a la reunión concertada en Guadalajara. Lo postergamos, en una última conversación telefónica que sostuvimos los primeros días de este año, para la próxima primavera, cuando vendría a La Habana para el evento que sobre integración latinoamericana organizamos con la ADHILAC y la Cátedra Bolivariana de la Universidad de La Habana.
Ya no podrá ser. Feliciano se ha ido para siempre y no estará más con nosotros. Me queda el consuelo, que su carácter singular, su don de gentes, su inclaudicable postura de izquierda y el eterno optimismo que derramara sin limitaciones, quede para siempre entre nosotros.

Sergio Guerra Vilaboy

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Fecha: 9 mayo, 2024 Responsable: Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales Contacto: vmartinez@uv.mx