China es una de las regiones del mundo que provoca interés para estudiar por la experiencia económica y social que la caracteriza, ya que conmueve los criterios dominantes acerca del lugar que a cada nación le corresponde en el proceso de globalización.
Al utilizar una amplia gama de instrumentos -incluyendo los generados por las ciencias desarrolladas en Occidente- y apelando a su milenaria cultura, esta gran nación trastornó las estructuras a escala mundial al mostrar un camino singular de desarrollo que demanda mucha atención de parte de los especialistas de todos los campos del conocimiento. Desde la constitución de sus primeras y hoy lejanas instituciones, China es uno de los puntos nodales de la civilización actual.
A partir de la antigua ruta de la seda[1], despertó la curiosidad y la inquietud de pensadores, comerciantes y aventureros, sin embargo, debió pasar mucho tiempo hasta que la sociedad china atrajera el interés académico de parte de Europa que constituía el centro intelectual de Occidente. Desde esa época se ha desarrollado una interpretación que se denomina Orientalismo[2] que nos ha dado una visión sesgada y nos ha mantenido alejados de la realidad de Oriente, no es sino hasta los últimos 30 años, que China ejerce una notoria influencia en el ámbito del conocimiento de esa región.
La expansión económica y comercial de ese país ha afectado en distintas direcciones y magnitudes al resto del mundo, ha incidido muy particularmente sobre América Latina, sin embargo, la creciente influencia de China en las actividades económicas y sociales de la región no tiene un carácter unidireccional, como originalmente pareció.
Actualmente se despliegan importantes debates en torno a cómo hacer que esta creciente interacción se constituya en un mecanismo virtuoso para el progreso social de dos regiones caracterizadas como en vías de desarrollo. Lo cual obliga a repensar permanentemente sobre las mutuas responsabilidades que supone la relación cada vez más estrecha y voluminosa en términos económicos. Los datos sobre intercambio comercial, inversiones, asociaciones entre empresas, son abrumadoramente importantes, pero no dan cuenta en toda su magnitud de lo más significativo en la relación entre China y América Latina: la repercusión que tiene este proceso de integración para las sociedades de ambas regiones.
En el siglo XIX se verifica la inserción de América Latina en la división internacional del trabajo. De manera simultánea varios países Europeos consolidaron la producción manufacturera; Inglaterra primero, considerado durante un extenso periodo como el “taller del mundo”, Francia después, y más tarde Estados Unidos y Alemania. En dicha división, los países latinoamericanos de reciente conformación se inscribieron como productores de materias primas. Esta nueva fase significó para América Latina un rezago histórico –que persiste actualmente- porque declinó las posibilidades de adquirir conocimientos y destrezas en procesos industriales, de incorporar ciencia y tecnología, recursos humanos especializados, autonomía nacional y, particularmente, de generar altos niveles de empleo de carácter calificado.
En fechas más recientes, los países viven la etapa virtual de la globalización, en donde los países en vías de desarrollo, en particular los latinoamericanos, sufren la influencia de las demandas de ganancia de los agentes económicos vinculados a la rentabilidad del sector financiero.
Dentro de la transdisciplinariedad que caracteriza al conocimiento del mundo contemporáneo debido a la interacción de sus componentes, la economía y la sociedad en la realidad se traslapan más allá de lo que han estudiado la sociología, la historia, la política y la economía tradicionales, por lo que se hace necesario un enfoque conceptual nuevo que articule estas disciplinas de una forma compleja, al entrelazar la cultura de dos regiones que estuvieron unidas en un pasado remoto, en lo que concierne a este caso de estudio, por el desplazamiento del ser humano de Asia para América.
China y América Latina deben ser comprendidos como dos espacios sociales y económicos de gran y creciente importancia en el contexto internacional que además acentúan los vínculos en numerosos aspectos. Esta relación primordial y antigua se renueva miles de años después, cuando el territorio americano se convierte en una colonia española durante 300 años y la Nueva España abarca una dominación territorial tan grande que se extiende hasta Filipinas. Dichos lazos incluyen no sólo vínculos comerciales poderosos para la economía de la época (como el comercio de la plata, la cerámica, la seda y las especias), sino que significa también un intercambio cultural de importancia histórica.
América Latina posee una dimensión multinacional que implica una gran diferencia inicial respecto a China. Mientras la segunda es una nación con una gran preponderancia racial de la cultura Han -que representa cerca del 90% del total de sus habitantes-, América Latina está constituida por países que reconocen diferentes orígenes culturales, sin embargo, hay un proceso histórico común que surca la vida política y económica de dicho continente a partir de la conquista y colonización.
Posteriormente la independencia de América Latina y el difícil tránsito de China por el siglo XIX marcan un distanciamiento pasajero que se verá superado a finales del siglo XX por la recuperación del crecimiento de la civilización China.
Estos antecedentes sirven de base para establecer un acercamiento entre las dos regiones, no sólo comercial, se insiste, sino basado en sus milenarias civilizaciones, que otorgan a las relaciones contemporáneas un sustento de densidad cultural. No obstante, hay que redescubrir esta antigua relación. Precisamente esta cierta afinidad aquí esbozada, posibilita el nuevo paradigma de la relación, uno de los objetivos conceptuales de la Maestría, que se constituye sin duda en un acercamiento y una reflexión innovadora en la creación del conocimiento.
Una vez concluida la trayectoria académica, los estudiantes contarán con este marco conceptual de nivel cercano a la realidad y la vida actual del gigante asiático; por lo tanto, estará preparado para proyectar un posible y deseable futuro común. La evolución económica de Asia oriental explica que el modelo chino de crecimiento y desarrollo está basado en un uso intensivo del mercado desde el ámbito económico, en la cooperación y el pacifismo en el sector político. La Maestría prepara al estudiante en este distinto punto de vista histórico y filosófico que el nuevo actor geopolítico, China, a partir de sus tendencias seculares, está en el siglo XXI implementando en el mundo y particularmente en América Latina.