Universidad Veracruzana

Blog de la Multimodalidad Educativa del SEA

Publicación de textos académicos, reseñas e informaciones diversas del Sistema de Enseñanza Abierta sobre educación abierta, a distancia y multimodal, transmedia educativa y redes de conocimiento y aprendizaje en multiplataforma. Editor General: Rodolfo Calderón Vivar



Presentación de «Diario Prohibido» de Celina Moncada, con la presencia del Rector, Dr. Raúl Arias Lovillo, este viernes 7 de diciembre

Vivencias, experiencias y reflexiones de una sandinista se reflejan en Diario prohibido de la escritora nicaragüense Celina Moncada, libro editado por la Universidad Veracruzana que se presentará este viernes 7 de diciembre a las 19:00 horas en el Museo de Antropología de Xalapa con los comentarios del rector de la UV, Raúl Arias Lovillo, el escritor Francisco Larios y la propia autora, moderados por Agustín del Moral.
Celina Moncada nació en Masatepe, Nicaragua. Escritora, traductora y socióloga, participó activamente en el gobierno sandinista en la década de los ochenta de la que después fue disidente, como sucedió con todos los revolucionarios que lucharon contra la dictadura de Anastasio Somoza y después se desencantaron con el destino marcado por la nueva clase política.
Celina Moncada es gente muy cercana a la obra literaria y espiritual de Ernesto Cardenal, a quien ha traducido al italiano.
Daisy Zamora, escritora nicaragüense también, escribe sobre el Diario prohibido: “En este libro tan singular que Celina Moncada ha escrito, relata vivencias personales que pueden asemejarse a las que muchos nicaragüenses tuvimos (ya sea en lo personal o en lo colectivo) antes, durante y después de la Revolución Popular Sandinista, esa utopía social en la que estábamos inmersos y que creíamos posible. El testimonio veraz que Celina da de esa experiencia histórica que cambió radicalmente la vida de más de una generación de nicaragüenses, y su recuento de todo lo que ha sucedido desde entonces y que se prolonga hasta el presente, así como las revelaciones que contiene, son textos muy intensos, escritos con un coraje extraordinario”.

Diario prohibido (Fragmento)

CELINA MONCADA

Xalapa, viernes 27 de Marzo 2009

12. 45.  p. m

Después de desayunar realicé una sesión de Reiki a Lina Zerón.

Toda la semana la había visto aquí en el hotel y en todos los eventos hemos andado juntas, con excepción del espectáculo de apertura.

Me había llamado la atención su cara de niña, sus rasgos árabes y también sus movimientos en las mesas del restaurante durante el desayuno de todas las mañanas.  Estaba muy entusiasmada en el momento en que se tomó fotografías con Silvio Rodríguez.  Sus ojos le brillaban.

Ayer que teníamos que irnos al Museo de Antropología e Historia, a la presentación de libro de Juan Carlos y a escuchar a Inés cantar los poemas de Ernesto, nos fuimos en el mismo carro.

Ella iba en el asiento de adelante y la Luz Marina, la Antonina y yo nos sentamos atrás.

Lina sacó de repente de su bolso un minúsculo vasito de vidrio conteniendo un aceite esencial.  Lo abrió rápido y se lo comenzó a untar en los pulsos, en la nuca y no sé donde más.  Dijo que le dolía algo y que el aceite le calmaba el dolor.  El perfume se esparció por todo el carro y a mí me intrigó el incidente. .

Después de diez minutos comencé a sentir un leve dolor de cabeza, una cosa muy extraña en mí, y ella gentilmente me pasó el vasito de vidrio.  Me lo unté con mucho cuidado y cierta aprehensión, ya que el traje que tenía puesto era de lino celeste y una gota de aceite se hubiera visto muy mal.

Eso fue todo.

Anoche estábamos en el bar tomando tequila con el poeta.  Ella estaba sentada al lado mío, a mi izquierda.  De repente dijo que se marchaba a su habitación porque se sentía muy cansada y que tenía dolor.  Yo no sabía nada de ella y le pregunté: “¿Querés que mañana te haga el Reiki?”  Y ella me respondió: “Me encantaría.”

Le realicé la sesión esta mañana con una música que ella tenía grabada en su I-Pod.  Una música que no me inspiraba tanto, entre ellas había una sinfonía de Mozart, mezclada con el tema del Titanic y otras melodías.  La música es importante en la sesión.  Cuando terminamos estaba muy relajada y me regaló sus libros de poesía que son bellísimos.  También una cadena de  una mariposa que ella misma me colgó en el cuello.  Me produjo mucho sentimiento la cara infantil de ella y sus grandes ojos árabes.  La mariposa que me regaló es igual a la que Berlusconi les regala a sus amantes jóvenes.  Con eso se distinguen ellas.  Qué casualidad.

Noche: 

Antes de irnos todos al Teatro del Estado de Xalapa nos sentamos a esperar en el lobby del Hotel a que llegaran los vehículos que nos llevarían hasta allá.  Lina estaba elegantísima con un cintillo en la cabeza.  El poeta igual que siempre.

Sucedió algo en la tarde que no tiene explicación.  Tenía una cita con el periodista español Juan Carlos Ruiz que desde que llegué me está esperando para hacerme una entrevista y no hemos tenido el tiempo.  Habíamos quedado a las cinco.  Después de almuerzo me fui a descansar y a dormir un poco, hoy era el último día y en la noche nos tocaba un intenso ajetreo de emociones probablemente muy fuertes.  ¡Parecería que vivo cada día como tres días en uno!

Esperé que fueran las cinco y Juan Carlos no se apareció ni me llamó y lo que hice fue llamarlo a su habitación que es la número 278 y quedaba en el mismo pasillo que la mía.  El teléfono sonó y esperé un segundo para ver si contestaba, no estaba.  De repente respondió una voz infantil como de ultratumba y al parecer desesperada: “Oye, ¿cómo estás?  ¡Buenos días!  ¿Qué se te apetece?  ¡Vámonos a desayunar!  ¡Vámonos a desayunar!  ¡Hazme caso, por favor hazme caso!  Hazme una llamada cuando escuches éste mensaje  ¡Gracias, muchas gracias, gracias!”

La voz del niño se tranquilizó un poco cuando dijo: “Hazme una llamada cuando escuches este mensaje.”

Pensé que era una broma de mal gusto y colgué el teléfono para volver a marcar el número.  Esperé cinco minutos.  Me salió la misma voz.  Escuché de nuevo el mensaje y entonces colgué otra vez, llamé otra vez y le dije a la Antonina que escuchara lo que decía el teléfono.  Ella se quedó horrorizada más que yo e hizo que volviéramos a llamar y llamar.

Me puse nerviosa, asustada y tuve miedo, me imaginé algo sobrenatural. La Antonina se puso furiosa y le gritó a la voz que dejara de joder.

Me fui a la recepción y se lo comuniqué a la señorita que inmediatamente marcó el número y se quedó muda después de oírlo.  En esos momentos me fui otra vez a mi habitación y después de cinco minutos recibí la llamada de Juan Carlos disculpándose por el retrazo y el incumplimiento.

Entonces le dije que desde su habitación estaba contestando la voz de un niño y que llamara desde el teléfono de la recepción para que lo confirmara y que me llamara otra vez.

Esperé a que me llamara mirando asustada a la Antonina que tenía los ojos de fuera.  Momentos después me llamó Juan Carlos diciéndome que estaba aterrorizado.  Le dije que viniera a mi habitación para que probáramos desde aquí e inmediatamente vino y llamamos otra vez.

Ángel estaba presente y entonces intervino diciéndonos que nos olvidáramos del problema que seguramente era un desperfecto técnico y que no podíamos en estos momentos concentrarnos en estas cosas habiendo tanto que hacer.  Ellos están trabajando mucho en todo el evento.

En el momento en que estaba hablando con Juan Carlos, él me mira a los ojos y me dice que me tiene que decir algo. “¿Sí?, ¿qué es?”–le digo yo.

“Es que a las cinco de la tarde a la hora que me llamaste Lina me estaba leyendo las cartas y me estaba diciendo que en mi vida aparecería un niño del cual tendré que hacerme cargo y que dependerá mucho de mí.”

Los técnicos del hotel trataron toda la tarde de quitar la voz del teléfono y no pudieron hacerlo.  Todos los huéspedes entonces se dieron cuenta y pasaban por el teléfono de la recepción para escuchar la voz del niño.

Nos fuimos al Teatro y entramos cuando el espectáculo había iniciado.  Me senté junto a Lina.  Sentí que la conocía desde hace miles de años.  A mitad de la función cuando estábamos concentradas en la música del escenario su I-Pod se encendió solo y la canción que salió fue la del tema del Titanic con la cual le había realizado la sesión del Reiki.  Los I-Pod no se pueden encender solos porque necesitan un código para encenderse.  No dijimos nada.

Al final del espectáculo teatral cantaron otra vez Carlos Mejía Godoy y “Los de Palacagüina”.  La canción final fue Nicaragua Nicaragüita y nos hicieron subir a todos al escenario con el poeta en el centro.  Estábamos tomados de la mano, el teatro lleno.  Lloré como nunca en ese escenario.

La cena de clausura fue en una sala del hotel y llegaron los mariachis.  Noche mexicana y pasional como todo lo mexicano.  Cantamos, bailamos, comimos, hablamos, lloramos.  El poeta cantó El rey con nosotros acompañados de mariachis.  Conocí a Elsa, la esposa de Víctor.

En la recepción nos dijeron que no habían podido quitar la voz del niño.  A las tres de la madrugada todavía lo estábamos llamando.

Mañana nos vamos.  ¡Qué tristeza!

Sábado, Xalapa  28 de Marzo 2009

Noche, Puerto de Veracruz.

Llegamos a la hora en que todavía estaba claro y pudimos apreciar la belleza de la ciudad colonial tropical.  Tengo un nudo en la garganta ocasionado por tanta humanidad.  Recorrimos la carretera a la orilla del mar, me recuerda algo a La Habana esta ciudad.  Nos dejaron en este hotel bellísimo  frente al mar  y súper-moderno, para que descansáramos un rato, después nos van a llevar a cenar.

Vimos el mar desde  la terraza de la habitación del poeta. Un mar gris y tempestuoso.

Antes de cenar nos fuimos a la plaza central.  El lugar es bellísimo, es una plaza colonial, española, europea.  Nos tomamos un aperitivo y luego cenamos en un restaurante de mariscos, Raúl, Víctor y su esposa Elsa, la Antonina, el poeta, Mauricio y yo.  En México la comida es algo que sólo se puede comparar con la comida en Italia.  Todo es delicioso e invitante.  Sin embargo no puedo más.  He comido como una reina.

Cruzando la calle con el poeta después de estar en la plaza colonial volví a ver para atrás para que se me quedara grabada en mi memoria esta noche.  Los mismos de Solentiname cruzando la calle en la plaza del Puerto de Veracruz.  Me sentí triste por el final de todo pero en el restaurante me reanimé otra vez.

Mañana nos vamos, yo para Roma y ellos dos para Nicaragua.  Salen temprano y yo un poco más tarde.

Nos despedimos.  Me despedí de Víctor y su esposa, mañana voy a desayunar con Raúl todavía.  Las despedidas no me gustan.

Nos tomamos un trago la Antonina y yo solas en la pequeña sala del piano bar.  Un guitarrista tocaba.  Hablamos de su viaje y del mío.  Ella todavía—pienso–no podía creer que yo me marchaba a otro lugar que no era mi país.  También yo sentí algo raro.  Hablamos del niño y decidimos llamar otra vez al llegar a la habitación.  Quisimos llamar a la habitación 278 del Hotel Fiesta Inn para escuchar la voz, pero fue imposible.  Algo nos impidió realizar la llamada.

Madrugada:

Sonó el despertador y la Antonina saltó de la cama a las cuatro de la mañana como un muñeco de cuerda.  Tenía todo listo, sus maletas, su cartera, sus encargos.   La habitación está que es un hielo por el aire acondicionado.  No dije nada en los instantes en que se preparó para irse, cerré los ojos apretándolos.  Fue todo rapidísimo.  Me envolví más para no sentir un frío peor con el adiós tan cruel, porque ella regresa a mi país y yo voy hacia otro que no es el mío.

Me quedé en silencio debajo de las sábanas haciéndome la dormida.  Se acercó para saludarme y darme un beso. Fingí dormir, como si no le daba importancia al momento.

Salió de la habitación arrastrando su valija hacia la habitación del poeta, a llamarlo.  Él estaba ya listo.  Pasaron los dos por aquí frente a mi habitación hablando en voz baja entre ellos, y no me atreví a despedirme de él.  Escuché el ruido triste de las ruedas de las dos valijas y la voz de la Antonina que quién sabe qué le decía, y escuché los murmullos del poeta también.  Quise concentrarme en mí y me cubrí nuevamente.  Sentía más frío que nunca.

Terminé mi bordado frente al mar, en el Puerto de Veracruz, en el frío hi-tech de un hotel, extranjera como siempre, con las lágrimas reprimidas y tratando de imaginarme la Tierra frágil,  suspendida en el cielo para calentarme, escuchando el ruido sordo y metálico del ascensor cuando sube y se detiene para luego bajar y llevarse a alguien que uno ama.

Celina Moncada