Núm. 1 Tercera Época
 
   
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Fernando Vilchis
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  N.G. – Aguafuerte  
     

En el gobierno del presidente Carlos Salinas (1988- 1994) se empieza a hablar en México de una reforma del Estado en el sentido dominante en esa época en el discurso de las agencias multilaterales. La reforma del Estado, como fue postulada originalmente por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, consistía básicamente en una reforma administrativa y gerencial, asociada a una nueva política económica de corte neoliberal, que debería de complementar las transformaciones políticas democráticas que ya se habían llevado a cabo en la mayor parte de los países de América Latina. El presidente Salinas impulsó, mediante un pacto con el PAN , el giro neoliberal en México, pero evitó cualquier avance en materia democrática.

La lucha por la democracia en México va modificando el uso de los términos y a partir de 1995 empieza a hablarse de la reforma del Estado en el sentido de las transformaciones políticas necesarias para llevar a cabo un cambio del régimen político. En el traumático inicio de gobierno del presidente Ernesto Zedillo en enero de 1995, el PRI , el PAN y el PRD fi rmaron un Compromiso para el Acuerdo Político Nacional, que debía conducir a la reforma política del Estado. Pero el pacto fue inmediatamente roto por el PRD, que demandaba al presidente la solución de un conflicto postelectoral en Tabasco, y por el PAN , que también se quejó, a mediados de dicho año, por un fraude electoral en Yucatán.

Así, la primera iniciativa de reforma del Estado, entendida ya como una reforma política, fracasó por la contaminación del proceso de acuerdo político nacional por los avatares de las elecciones locales. La ausencia de reglas e instituciones electorales aceptables para todos los partidos hizo que el proceso de reforma del Estado fuese boicoteado por los partidos de oposición.

A fines de 1995 volvió a tratarse de relanzar este proceso. Incluso se instaló una mesa de trabajo de la Cámara de Diputados sobre la reforma del Estado, que sin embargo, nunca logró realizar una labor relevante. El único acuerdo político trascendente durante el gobierno de Zedillo fue la fundacional reforma electoral de noviembre de 1996, que permitió que las elecciones federales de 1997 (y las subsiguientes) pudiesen transcurrir en un marco de relativa calma, no siendo este el caso de las elecciones estatales y municipales, que permanecen siendo muy confl ictivas hasta la fecha.

Además de las iniciativas de la clase política, hubo también proyectos provenientes de la sociedad civil que retomaron la urgencia de un debate nacional sobre el futuro de la democracia. En 1997 hubo una gran iniciativa de numerosas organizaciones civiles que llevaron sus propias propuestas legislativas al Congreso de la Unión. El antecedente principal de este tipo de acciones fue la larga lucha pro-democrática, encabezada por Alianza Cívica —una coalición de redes de organizaciones civiles— que desde 1994 planteó la urgencia de reformas electorales estructurales y la necesaria autonomía del Instituto Federal Electoral. Este movimiento social jugó un papel central en la consecución de la reforma electoral de 1996, cuyo principal efecto fue la creación de un IFE con un amplio margen de autonomía jurídica, institucional y política. Este salto en la transición democrática no podría entenderse sin el gigantesco movimiento social ciudadano por la democracia, que creció en el país desde 1988 en adelante.  

La lucha por la democracia en México va modifi cando el uso de los términos y a partir de 1995 empieza a hablarse de la reforma del Estado en el sentido de las transformaciones políticas necesarias para llevar a cabo un cambio del régimen político.  

Así, a diferencia de otros procesos de transición a la democracia, en México la fuerzas autoritarias conservan un notable poder en el campo de la política formal y un poder aún mayor en el campo social, ya que dentro del mundo sindical y campesino, las organizaciones corporativas históricas del pri siguen siendo hegemónicas.  

En el año 2000 las cosas cambiaron radicalmente gracias a que el candidato del PAN , Vicente Fox, ganó las elecciones, lográndose así culminar un largo y penoso ciclo de transición política centrado exclusivamente en la arena electoral. La peculiar y limitada transición a la democracia en México se produjo como un proceso accidentado, prolongado y penoso, centrado en negociaciones electorales y en ausencia de un pacto político que abarcara otras esferas de la política pública y de la organización misma del Estado. En efecto, la particularidad de la transición mexicana es la ausencia de pacto entre las fuerzas contendientes y el hecho de que el proceso político quedó sujeto a la fuerza relativa de los partidos en el contexto de elecciones cada vez más competidas e inciertas.

Al momento del triunfo de Fox se vive una situación paradójica. Si bien el viejo régimen autoritario sufre una derrota estratégica al perder el control de la presidencia de la república, que era el eje articulador de todo el sistema, el PRI preserva sin embargo un poder extraordinario al ser el partido de oposición más importante en el congreso y controlar la gran mayoría de los gobiernos municipales y estatales del país.

 
 
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