Revisión de la literatura en el contexto de un proyecto de investigación

Hace algunos años tuve ocasión de leer un artículo en el que, quien escribía, hacía un reclamo, particularmente razonable: los autores habían dejado de habituarse a definir desde qué concepción empleaban -en sus escritos- algunos de los constructos ligados a expresiones teóricas. Si mal no recuerdo, su razonamiento no era únicamente al tener que asumir una postura frente a la perspectiva desde la cual analizar un problema o fenómeno en algún escrito, sino también, la ausencia para reconocer que quien nos lee no siempre conoce o entiende el manejo que de ciertos conceptos hacemos en nuestros escritos. Y ese reclamo era especialmente orientado a los autores vinculados a la Educación.

Escribo esto por la forma en que, en algunas publicaciones y, entre colegas, la expresión revisión de la literatura ha comenzado a tener cabida en las narrativas, como si tal dicho no tuviera una dimensión polisémica ligada a un contexto de uso y, en ese tenor, el propio sujeto interlocutor que puede ser nuestro público lector o algún estudiante.

Reflexionamos sobre esto, justo porque para un Coloquio Interinstitucional en el que participan 3 instituciones de educación superior, para la disertación oral que harán los doctorandos, se les ha pedido presente su revisión de literatura, sin llegarles a aclarar, entre todas las posibilidades que hay en el quehacer investigativo a qué tipo de revisión se defieren en el contexto de la planeación y diseño de una proyecto de investigación.

Entiendo que en el imaginario de quienes decidieron sobre los criterios que definen la disertación oral para tal evento, pudo estar la perspectiva teórica o un estado del arte; sin embargo, tal expresión no excluye dar cabida a un marco histórico, a uno referencial, a uno conceptual; por lo que para quien escribe (sobre todo tratándose de estudiantes en un proceso de formación), es imprescindible que esto se les aclare.

Se plantea lo anterior al reconocer que cuando hablo de recursos para la fundamentación teórica de un proyecto de investigación, suelo hablar de las características de cada uno de ellos, con especial énfasis en destacar que cada uno cumple con un objetivo y tiene un alcance según su naturaleza y el contexto de uso. Así, cuando hablo de una aproximación teórica como primer ejercicio de aproximación a un marco conceptual, hablamos de los alcances que tiene y las razones del porqué es preferible como espacio de entendimiento conceptual en la etapa de planeación y diseño de un proyecto de investigación.

A partir de esta definición, podemos hablar de lo que es un marco conceptual y en qué se diferencia de un marco teórico y qué se puede entender por marco teórico-conceptual. Lo mismo ocurre con el marco histórico, el referencial y el contextual. De lo que se trata es que el estudiante entienda en un contexto investigativo por qué existen tanta nomenclatura y, aun en medio de la premura académica, porque es razonable en un proceso de aprendizaje, que esto se comprenda para luego aprender a hacerlo y con ello adquirir una habilidad propia del saber investigativo.

Y eso, pasa por el nivel formativo en que se encuentra un estudiante, pues siendo de licenciatura vs posgrado, los itinerarios educativos para aprender de esto, pasan por el tratamiento y los recursos didácticos diferenciados que empleemos para hacernos entender, pues a nivel intelectual, epistémico y teórico, un estudiante de licenciatura nunca será mentalmente igual que uno de posgrado, por más jóvenes que lleguen a estudiar a un doctorado.

Por eso, siempre que imparto una clase, así sea de posgrado, trato de explicar a los alumnos la importancia de reconocer su condición y su ser estudiante; algo que no siempre los académicos alcanzan a dimensionar, especialmente al tratarse de estudiantes de posgrado.

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