Núm. 3 Tercera Época
 
   
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Adrián Mendieta
METÁFORAS DE LA LUZ
 
 
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En la imagen “Rositas para las malas noticias”, unas rosas y un periódico justifi can el título. Ya había notado Roland Barthes la importancia del pie de foto para el sentido de la fotografía: la ubicaba en el tiempo, en el espacio, y orientaba un posible sentido de su lectura. Los títulos de las fotografías de Adrián Mendieta son particularmente engañosos; la referencialidad a la que deberían remitirnos es escamoteada por la intromisión de un discurso alegórico, poético, en la tradición de Álvarez Bravo y sus juegos formales. El título resuena como el eco de un mundo distinto del fotografi ado. Se trata de una rosa, pero a diferencia del dictum steiniano: una rosa es una rosa, ésta no es una rosa sino un símbolo de la fugacidad de la vida. La invasión de lo textual en lo visual, del espacio cultural que las palabras abren, crea la confl uencia específi ca donde la competencia de cada espectador se actualiza en una narrativa que explica la imagen ante sus ojos. Como decía antes, veremos no la toma de la imagen, sino la hechura de ella, su escritura; pero al contrario de László Moholy-Nagy, quien eufóricamente pensaba que la fotografía haría olvidar las palabras, son las palabras las que orientan una lectura metafórica de la imagen. Esta imagen me sugiere un tema esencial de la fotografía, del arte y de lo humano: el tiempo, el tema barroco de la huida rápida del tiempo que nos arrastra hacia la muerte, el tiempo que se nos escapa mientras hablamos. Por esta razón, tanto la fotografía como la escritura son siempre memento mori, capturan un instante fugitivo que en su decurso temporal ya no es, sino fue, según el tema del gran Quevedo.

El triste tiempo político que nos ha tocado vivir lo recuerda el periódico en la imagen mencionada con “malas noticias”. Me imagino a Adrián comprando religiosamente su periódico todos los días (a veces tres o cuatro periódicos), leyéndolos y entrando en cólera, decidido a que el mundo debe ser mejor. Las preocupaciones sociales del artista tocan tangencialmente su obra ante el derrotero del mundo que los periódicos nos pintan. De acuerdo con mi hipótesis, si Adrián, lector voraz, conocedor profundo de la literatura y el arte e inagotable luchador de causas justas, construye sentidos de manera no sólo formal sino intelectual, con el propósito de activar un sentimiento, ¿cómo armonizo –se preguntará el lector– que la fotografía de Adrián hable de sentimientos, de estados de ánimo, de un discurso distinto del representado taxonómicamente y que sea a su vez altamente intelectualizada? Ese es el misterio inicial fotográfi co que ustedes tienen que revelar. No estamos tan lejos de la fascinación mágica o la perfección técnica del siglo XIX, como nos gustaría pensar, pues creyendo descubrir la verdad, la inventamos. Los invito a recrear la historia que Adrián Mendieta ha intentado contarnos por más de treinta años, y “Si algo queda” –título de otra de sus exposiciones–, que sea la pregunta encerrada, sin respuesta tajante, hecha en la propuesta artística de este misteriosos creador.

La Palabra y el Hombre dedica este dossier a Adrián Mendieta por su fructífera labor como fotógrafo y dedicado maestro durante más de treinta años de labor ininterrumpida.

 
 
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