Margo Glantz
Las palabras sencillas
Siempre tienes culpa, siempre piensas en ello, aun cuando la pases muy bien, en los momentos culminantes, está en tu pensamiento esa culpa, esa culpa que podría quizá atenuarse si pudieras explicar, con palabras sencillas y precisas, el motivo que te impulsó a hacerlo.
Quisieras poder hablar con la niña y explicárselo, hacerle ver que las cosas no hubieran podido ser de otra forma. Pues no está la falta en tener cerrada la boca, sino en no poder abrirla para decir aquello que calmara su rabia y tu vergüenza.
Sabes bien, sin embargo, lo sientes, en el momento mismo en que te dejas montar por él, la culpa permanece pero el gozo crece.
Si hay amor
Sabes, que has tenido de continuo una ternura, un regalo que ni bien es todo sensual ni todo es espiritual. Si hay amor, hasta vienen algunas lágrimas, algunas veces parece que las has sacado por fuerza, otras parece que no las puedes resistir.
Sabes que esta comparación que se te ofrece está llena de júbilo y suele presentársete a deshoras ese sentimiento, el de su presencia, un sentimiento que no te deja dudar de que está allí y aunque no lo veas te basta su recuerdo para gozar como si su cuerpo estuviera presente.
Lo miras dentro de tu pecho, es una imagen perfecta. Lo buscas en todo lo corpóreo, en todo lo terrestre, en tu alma encuentras su sustancia, y la ves, sabes que es invisible, pero siempre corpórea.
Porque somos carnales, es preciso que nuestro deseo y nuestro amor comiencen por la carne.
—¿No se aumenta así, en proporción desmesurada, el gozo?
Tomado de: Margo Glantz, Apariciones, Alfaguara.