Universidad Veracruzana

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Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



«Soy un anarquista chafa, pues pago impuestos y respeto semáforos»

Por Silvina Espinosa de los Monteros

José de la Colina celebra su 75 aniversario.

Tras el homenaje que le rindieron el  30 de marzo en el Palacio de Bellas Artes por su cumpleaños número 75, José de la Colina (Santander, España, 1934) se encuentra optimista. Instalado en su pequeño departamento de la colonia Florida en el DF, comenta que el sentido del humor lo ha adquirido con los años y que su máxima satisfacción es la escritura.

-Don José, ¿cómo llega a su 75 aniversario?

-En el estado en que me ves: canoso, barrigón, con los signos del tiempo deteriorándome. Y de ánimo bastante bien, dentro de todo. Aunque ando algo nervioso porque ha sido una cantidad enorme de entrevistas, de gente que viene a fotografiarlo a uno; en fin, creo que me han confundido con otro.

-¿De qué modo vive esa supuesta impostura?

-Ser escritor es ser, de alguna manera, impostor porque uno crea un personaje de sí mismo; pero, bueno, vivir en la sociedad o vivir simplemente en el mundo es crearse un personaje y ser en cierta medida impostor para uno mismo, ya que uno no termina de conocerse y no sabe cuál es su máscara más sincera.

-Usted nació en Santander, España, pero llegó a México en 1940…

-No, llegué en el 41. Ese dato del 40 está en muchas de las solapas de mis libros, aunque no sé por qué. Pero mi llegada fue en el 41. En el 41 y zafo, como decía de niño, por aquello de que el 41 era el número de los homosexuales.

-¿Cuándo descubre su amor por las palabras?

-Lo del amor a las palabras ha de haber surgido en Santo Domingo, al inicio de nuestro exilio americano, porque ahí mi padre me enseñó a leer y escribir en un ejemplar de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. Tuve la fortuna de que me enseñara en un gran libro. Por ahí habría comenzado, aunque todo eso siempre es más misterioso, porque ya desde los seis o siete años escribía mis cuentitos y hacía historietas, ya que también tengo la afición al dibujo desde pequeño.

-¿Hasta qué grado estudió?

-Hice la primaria en el Colegio Madrid y luego estudié poco más de un año en una prevocacional del Politécnico, pero como mi padre me había dicho: «O estudias o trabajas», me decidí por lo segundo. Yo no quería ser arquitecto y además nunca me gustaron las aulas, porque sentía que estaba como esclavizado, pero nunca dejé de leer. Así que se puede decir que mi universidad fueron los libros.

-A la edad de 15 años incursiona en el periodismo radiofónico.

-¿Cómo sabes tanto de mí? ¿Te han dado mi ficha policiaca? -dice bromeando en un tono de falsa alarma-. Sí, a la edad que comencé a haraganear y a salirme de las clases del Politécnico participé como actor en programas de radio en la XEQ, en uno que se llamaba La legión de los madrugadores, que José Emilio Pacheco recuerda en Batallas en el desierto. Luego también hice otro en la XEX, que se llamaba Cuentos del niño Jesús. Imagínate, yo: un ateo, haciendo el papel del niño Jesús, nomás me vieron blanquito y me pusieron, lo cual era un absurdo. En una ocasión que faltó María Luisa Algarra a otro programa donde ella hacía el script, yo la sustituí, y en media hora me puse a escribirlo a mano. Ésas fueron mis primeras proezas literarias.

-¿Cómo es que llega a publicar su primer libro de cuentos a los 20 años?

-Para entonces yo ya había publicado en periódicos y suplementos. En una feria del libro me presentaron a Juan José Arreola y en 1955 se publicó, en efecto, mi libro, del cual no voy a decir su título, en su colección «Los Presentes».

-¿Se trata de Cuentos para vencer a la muerte?

-¡Ya lo dijiste! Te prohíbo absolutamente que lo menciones, porque fue un libro que poco después de que se publicó lo recogí de las casas de mis amigos porque estaba muy avergonzado, incluso me robé unos ejemplares de la librería Zaplana, que era donde se vendían.

-¿De ahí en adelante todo fue engrosar su trayectoria periodística?

-Sí, ha sido mi modus vivendi. Co- mo no tuve carrera me dediqué a hacer periodismo. Fui jefe de redacción en Plural, con Octavio Paz; lo mismo en Vuelta, cuando salimos de Excélsior y, en fin, he transitado por numerosas publicaciones de periodismo cultural.

-¿Cuál es para usted el balance luego de haber dirigido durante más de dos décadas el «Semanario Cultural»?

-Bueno, era un trabajo; un trabajo cultural, no lo hacía a disgusto, pero realmente nunca me ha gustado ser director de revistas, ni nada de eso. Cuando he pertenecido a redacciones de ciertas publicaciones ha sido en otra condición, pero ser patrón o jefe no me gusta, me siento incómodo, y quizá también por eso me hice un poco ogro.

-Otra de sus ocupaciones ha sido la de argumentista. ¿En cuántas películas colaboró como guionista de Jaime Humberto Hermosillo?

-Hemos hecho tres cosas: El señor de Osanto [1972], El corazón de la noche [1983] y Naufragio [1977]; esta última fue la que nos salió más o menos aceptable. Está basada en el cuento «Mañana» de Joseph Conrad y es un filme que interpretaron espléndidamente María Rojo y Martha Ofelia Galindo.

-De todas estas actividades, ¿en cuál se siente más cómodo?

-En la escritura. El mayor placer para mí es escribir. No sólo me encuentro cómodo, sino plácido escribiendo lo que sea: desde cosas por encargo hasta mis libros o mis colaboraciones periodísticas.

-Después de toda una trayectoria dedicado a esto, ¿para qué le ha servido la escritura y la literatura?

-Para envejecer más o menos bien. Yo creo que no sirve para muchas cosas en el plano económico o en el de producción de bienes materiales, pero creo que ayuda a vivir. Tanto si uno la produce escribiendo como si la consume leyendo.

-¿Qué papel juega el sentido del humor en su vida y en su literatura?

-No sé por qué dicen que tengo sentido del humor, pero qué bueno. Yo no me propongo tenerlo, pero he notado que a partir de cierto momento comencé a ser menos melodramático de lo que era en mi juventud, comencé a tener menos ímpetus políticos y a asumir un poco mi condición de anarquista. Aunque, bueno, soy un anarquista chafa porque pago los impuestos y respeto los semáforos.

Tomado de :

El financiero, Lunes, 30 de marzo de 2009