Por Francisco Peregil.
Jan Favreau redacta los discursos que han fraguado a un orador brillante.Un hombre practica deporte en Washington cerca del memorial de Abraham Lincoln, ante la imponente estatua del presidente que en 1863 proclamó el fin de la esclavitud. Ahí mismo, el 28 de agosto de 1963, bajo las palabras de Lincoln grabadas en mármol, Martin Luther King pronunció su legendario discurso Tengo un sueño: «Que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel, sino por su reputación. Que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de…».
Jon Favreau deja de correr y piensa en lo que sabe que no debería pensar: mañana se van a dar cita en el Lincoln Memorial millones de personas para oír el discurso de Barack Obama, un discurso que durará 20 minutos y en el que este hombre de 27 años ha trabajado más de dos meses.


Volverse uno invisible ha sido a través de la historia de la humanidad la ambición de no pocos. Cuento de primeros en esta lista a quienes lo desearían por necesidad de su profesión, como los magos y prestidigitadores, que hasta ahora deben valerse de trucos de espejos, cajas de doble fondo y otras falsedades para crear ante los espectadores la ilusión de que desaparecen y se vuelven transparentes como el aire.