Sobre el 75 aniversario de la Universidad Veracruzana
Dra. Sara Ladrón de Guevara
Rectora
Ceremonia conmemorativa por el 75 aniversario
de la fundación de la Universidad Veracruzana
Fundación Miguel Alemán
Ciudad de México
07 de mayo de 2019
Es muy difícil, en los breves minutos en los que me dirigiré a ustedes, abarcar y resumir toda la historia, la importancia y la riqueza humana que encierran estas dos palabras: Universidad Veracruzana, la máxima casa de estudios de nuestro estado y una de las universidades públicas más importantes del país.
De entre esa rica y variada historia, escojo tres momentos que, desde mi punto de vista, resultan clave en nuestra vida como institución y que concentran en sí mismas una parte significativa de nuestro pasado y nuestro presente y que, en cierto sentido, delinean nuestro futuro.
El primero de ellos, por supuesto, es el momento de su fundación. Si, como dicen, origen es destino, nuestro destino como institución de educación superior quedó perfectamente delineado a partir del atinado y bello lema que su primer rector, el doctor Manuel Suárez Trujillo, escogió para nuestra casa de estudios: Lis de Veracruz: Arte, Ciencia, Luz.
Desde 1944, este lema ha marcado y singularizado nuestro quehacer como institución y ha hecho de la Universidad Veracruzana un punto de referencia en el concierto de la educación superior nacional. El arte, la ciencia y el humanismo han sentado sus reales al interior de nuestros muros y desbordado sus beneficios hacia una sociedad que al interior de los mismos ha visto formarse académica y humanamente a generaciones y generaciones enteras de sus hijas e hijos. Como pocas universidades públicas del país, la nuestra es reconocida, lo mismo dentro que fuera de nuestras fronteras, como una institución sólida, confiable y generosa.
A partir de nuestro lema hemos construido verdaderas fortalezas institucionales que son motivo de orgullo de los veracruzanos todos y, me atrevo a decirlo, de los mexicanos en su conjunto. Es así como contamos con la orquesta sinfónica más antigua del país y una de las mejores de nuestro territorio: la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Tenemos en nuestro haber al Museo de Antropología de Xalapa, el favorito de ese gran escritor que fue Carlos Fuentes. Albergamos a una de las compañías teatrales más longevas de América Latina: Orteuv. Con orgullo mostramos al mundo a la casa editora que en nuestro país dio a conocer a escritores de la talla de Gabriel García Márquez, María Zambrano y Juan Carlos Onetti, por mencionar solo tres nombres.
El segundo momento que quiero destacar es el de nuestra autonomía. La autonomía ha venido a constituir un parteaguas en la vida de nuestra institución. Divide nuestra vida como institución en un antes y un después. En estos poco más de veintidós años que llevamos de vida autónoma, la institución ha conocido importantes transformaciones: nos hemos dotado de nuestros propios órganos de gobierno, hemos revisado críticamente nuestros mecanismos de formación, hemos construido un nuevo modelo educativo, hemos velado al máximo por la libertad de cátedra y por el libre ejercicio de la crítica.
Pero hay algo más. Para nuestra comunidad, la autonomía también ha representado una verdadera escuela de formación en y para la democracia. Nuestros órganos de gobierno funcionan en medio de un clima de absoluto e irrestricto respeto. Nuestro Consejo General Universitario es nombrado en un ejemplar ejercicio democrático. Las distintas comisiones que de su seno emergen cumplen con sus tareas en un marco de respeto y tolerancia. La Junta de Gobierno vela con absoluta libertad por el normal y sano funcionamiento de nuestra casa de estudios.
Una Universidad que se educa y educa a su comunidad en la democracia es una universidad que entrega a su sociedad, además de profesionales bien formados y capacitados, ciudadanos aptos para el ejercicio de la democracia. No creo que se pueda entregar mejores resultados a una sociedad que, como la nuestra, se afana en consolidar su joven democracia. Y en la entrega de esos resultados, la autonomía ha jugado un papel determinante.
Nuestra autonomía también ha conocido una variante que, de igual forma, ha representado un salto cualitativo en el manejo de nuestro propio destino. Me refiero a la autonomía financiera, la misma que nos permite contar con un presupuesto anual seguro y suficiente para hacer frente a nuestras más elementales necesidades institucionales. De esta manera, hemos dejado de depender de los vaivenes propios de la política, contamos ahora con certeza financiera y determinamos libremente el destino de nuestros recursos materiales.
El tercer momento al que quiero referirme es el momento actual, el aquí y ahora. Y solo voy a hacer alusión a un hecho que me parece es de suma importancia para toda la comunidad universitaria. Hoy en día, nuestra casa de estudios está empeñada y comprometida en garantizarle a la sociedad veracruzana que las nuevas generaciones de universitarios se forman en programas de calidad debidamente acreditados por instancias evaluadoras externas, lo mismo nacionales que, en algunos casos, internacionales. A esta tarea nos hemos avocado prácticamente desde el inicio de mi primer periodo como rectora. En este momento el 96% de nuestra matrícula cursa un programa de calidad acreditada. Estoy segura de que, en perspectiva, este logro también se inscribirá, con pleno derecho y cabal legitimidad, en la historia de la Universidad Veracruzana.
Como todas y todos ustedes pueden ver, tenemos suficientes e importantes motivos para celebrar estos 75 años de vida de esta casa de estudios. Hagámoslo con alegría y orgullo, pero también con el firme compromiso de seguir construyendo la institución, de seguir haciendo de ella la máxima casa de estudios de Veracruz y una de las más importantes universidades públicas del país. Enhorabuena, felicidades y muchas gracias.
