Año 8 • No. 314 • Junio 16 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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  Tenemos una pluralidad democrática desordenada y sin criterios de verdad: entrevista con
Héctor Aguilar Camín
Edgar Onofre
Aún hoy, el escritor Héctor Aguilar Camín se reafirma como hombre de izquierda: “Soy un hombre de izquierda que no cree en los mitos de la izquierda revolucionaria ni en los de la izquierda revisionista ni los de la izquierda apocalíptica ni en los de la izquierda futurista”.

En su carácter que él mismo reafirma como sosegado y tranquilo, el escritor ha terminado por ser uno de los personajes literarios de México más polémicos. Tras la publicación de La guerra de Galio (1990), se convirtió en uno de los escritores más populares en nuestro país y de América Latina y no son pocos quienes le consideran una de las mentes más brillantes de las letras mexicanas, así como uno de los más lúcidos intelectuales en el mundo de habla hispana.
Crítico incesante de la izquierda mexicana, Aguilar Camín terminó por convertirse en blanco de numerosas críticas y de apasionadas defensas. Sus detractores le adjudican una supuesta cercanía al ex presidente Carlos Salinas de Gortari, la cual se agudizó cuando fue encargado de coordinar la fallida edición de libros de texto gratuitos de 1992.

Nacido en Chetumal, Quintana Roo, en 1946, Aguilar Camín estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y se doctoró en Historia en El Colegio de México. Fue becario de la Fundación Guggenheim e investigador en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, así como colaborador en los periódicos La Jornada, Unomásuno y La Cultura en México.

Sin embargo, su principal atalaya ha sido la dirección de la revista Nexos. También dirigió la editorial Cal y Arena y ha publicado, entre otras, las novelas Morir en el golfo (1985), La guerra de Galio (1990), El error de la luna (1995), El resplandor de la madera (1999) y Las mujeres de Adriano (2002).

“Yo soy un socialdemócrata de marca libre. No estoy adscrito a ningún partido, no creo en los partidos políticos. Tengo una base anárquica que no ha terminado de desplazarse en mí; aunque entiendo la necesidad del Estado y entiendo la necesidad del poder y de la autoridad, en el fondo vivo en un permanente rechazo de esas cosas. No creo en los partidos políticos, soy incapaz de ceder mi libertad personal porque lo requiere la militancia política o partidaria. Tampoco tengo ambiciones políticas, ni se me ha cruzado por la cabeza, nunca, ocupar un puesto público. Prefiero escribir”, dice.

En el marco del reconocimiento de la Universidad Veracruzana a Nexos se dijo que esta revista constituye un esfuerzo por tratar de entender el país que hemos sido en los últimos 30 años. Personalmente, ¿cómo le ha ido? ¿Ya lo entendió?
El país no está fijo, cambia, y también tienen que cambiar nuestras miradas. Ahora (en la mesa 30 años de Nexos que formó parte del reconocimiento referido), José Woldenberg recordaba que el eje bajo el cual se ordenaron las miradas críticas del país, durante décadas y hasta el año 2000, fue el Eje Autoritarismo-Democracia.

El tema del autoritarismo no se ha ido, pero ya no es el asunto central que ordena la discusión, sino que estamos ahora en una discusión mucho más compleja de, en todo caso, el autoritarismo dentro de la democracia. Estamos en un terreno más matizado, de un país que ha dado un evidente paso histórico hacia un régimen democrático, en donde el autoritarismo ha sido derrotado, no sólo en su eje central, que era finalmente el control del acceso al poder, sino también en su valor cultural y en su valor moral. Hay autoritarismo en México, en el México democrático, de muchos tipos, pero ninguno de esos autoritarismos tiene prestigio ni adherentes.

De manera que ese eje quedó rebasado. Tenemos que pensar ahora el país de una manera más compleja. Y no es fácil adecuar la mirada a una diversidad de situaciones mucho más difíciles de diagnosticar, entender y anticipar en su desarrollo. Porque también nosotros somos reos de nuestros antiguos hábitos de mirar. Una buena parte del debate, de la reflexión pública que se hace hoy, está atado a las fórmulas del pasado que dicen cosas que fueron verdad pero que ya no lo son.

Por ejemplo, la expresión “mayoritear”. Es una expresión que no tiene sentido. La tuvo cuando las mayorías del PRI, mayorías hegemónicas, abrumadoras, se construían de un modo ilegítimo, mediante la manipulación de las elecciones. Las mayorías que llegaban así al Congreso eran ilegítimas, construidas mediante procesos poco transparentes o no transparentes en su realidad democrática. Había derecho a caricaturizar esas mayorías con la palabra “mayoriteo” y a reclamar una legitimidad política que no estaba expresada en esas mayorías porque eran mayorías construidas mediante la manipulación. Eso se terminó: las mayorías, por lo menos en el nivel federal, que hoy llegan al Congreso son inobjetables de ilegitimidad, son la expresión exacta de la voluntad ciudadana expresada en las urnas. Por tanto, ya no hay mayorías que “mayoritean”; hay mayorías legítimamente constituidas que toman decisiones como se toman decisiones en la democracia: por mayoría.

En medio de esta nueva dificultad para entender al país, ¿existe la posibilidad de saber la verdad sobre las cosas que pasan en México?
Siempre existe. Y depende del rigor y el trabajo con que una sociedad, a través de sus medios de comunicación y de sus estructuras de conocimientos (universidades, academias, revistas), se propone ese conocimiento. Nosotros tenemos unos medios de comunicación que han sido muy eficaces como conductores de la crítica y como conductores de la pluralidad…

¿Se refiere a los medios en general o a Nexos?
A los medios en general: la televisión, la radio, la prensa y las revistas como Nexos, que están circulando y contribuyendo a formar la opinión pública. Han sido eficaces conductores de la pluralidad y de la crítica, pero no han sido eficaces investigadores de la realidad. La reflejan, no la explican; la repiten, no la ordenan y la hacen inteligible. No penetran en los secretos y en los pliegues de los hechos. Ofrecen los hechos como una sucesión de opiniones. Lo que hay es el reflejo de la pluralidad. Pero esa pluralidad sin un piso básico de información compartida acaba volviéndose la Torre de Babel. Los hechos son lo que opina cada quien.

Por ejemplo, hay una señora a la que violan y matan unos soldados en Zongolica, Veracruz, según una versión. Y hay una investigación forense que niega absolutamente esos hechos. Pero hoy queda una parte de la sociedad mexicana que cree una cosa y otra que cree otra cosa. ¿De quién es responsabilidad eso? De los medios de comunicación que no hacen la tarea de definir la realidad. La realidad no se discute. La realidad es la realidad, debería serlo, y sobre ese piso común de conocimiento se establece la pluralidad de las opiniones. Pero las opiniones no pueden negar la realidad, como pasa tanto en México. Y, en ese sentido, yo creo que la democracia mexicana tiene un gran déficit en la baja calidad de establecer los hechos de sus instrumentos de comunicación y de creación de opinión pública.

Esto no se ha hecho, ¿por incapacidad o por falta de voluntad?

No se ha hecho porque los medios periodísticos del país nunca tuvieron realmente el compromiso de construcción profesional de sus informaciones. Pasaron del sometimiento a la libertad sin hacer el trabajo de profesionalizar sus instrumentos.

¿Ahora son soldados del presidente o…
No, son más libres que nunca, pero no están usando su libertad en la construcción de una base profesional para informar a esta sociedad de lo que realmente sucede en ella.

Si es cierto que los medios no representan más que sus propios intereses, ¿estaremos en la antesala de un fracaso de éstos como instituciones de nuestra organización social?
Lo que va a pasar es que va a aparecer un medio que haga ese trabajo. Y ese medio se va a hacer de una parte fundamental del mercado y será el líder de una nueva renovación de los medios en México.

Cuando apareció el diario Reforma, los periódicos en México llevaban una situación estable desde hacía, qué se yo, 10, 15, 20 años. Tenían los mismos tirajes, había los mismos lectores y se decía: “Reforma no va a tener ningún espacio”. Pero Reforma vino con una novedad absoluta en los periódicos mexicanos: la decisión de apoderarse del mercado. Los otros periódicos estaban acomodados, cada quien tenía su espacio y nadie quería más parte del pastel. Reforma llegó, quiso más y ganó la parte fundamental del pastel y ahora es el periódico líder y al que otros periódicos tratan de imitar. Estableció un nuevo paradigma periodístico, empresarial-periodístico, y ha transformado la prensa escrita de una forma muy importante.

Los nuevos diarios, los que tienen fuerza y vocación de futuro, ganas de implantarse y competir en el nivel que ha puesto Reforma, son los diarios interesantes en México: Milenio, El Universal y el nuevo Excélsior. Los demás son periódicos de viejo estilo que tienen su nicho o su negocio específico o su auditorio cautivo, pero no pretenden ser los líderes, ni podrían serlo mientras no salgan de su provincianismo temático o ideológico.

Este nuevo gran medio que vislumbra, ¿ya se ve en gestación?
No, no lo veo. Pero siento que hay una masa crítica que va pidiendo y abriendo cada vez más un espacio para los medios que se propongan esto. ¿Por qué? Porque la competencia en el medio es muy grande ya. Realmente no hay mayor diferencia entre uno y otro espacio de información. Se oyen las mismas voces, las mismas opiniones, los mismos debates, las mismas polarizaciones y no hay el momento clarificador que un público aturdido por esa pluralidad en desorden y sin criterios de verdad está necesitando ya.

Ese público aturdido por la pluralidad democrática necesita alguien que lo ayude a pensar con rigor y claridad en qué es lo significativo para su vida de todo eso que oye, la vida de su familia, de su comunidad, sus posibilidades de desarrollo. Los medios están demasiado centrados en hacernos oír lo que dicen los políticos y en hacernos oír eso críticamente y en criticar a los políticos, pero no están abriendo el espacio de decirle a los ciudadanos lo que se necesita entender para ordenar su vida y orientarse en este mundo mucho más complejo de la vida democrática.

Si uno necesita que alguien venga y le diga la verdad, ¿esto no se parece mucho al fascismo de las ideas? ¿Cómo evitarlo?
Bueno, la verdad también es una cuestión de grados. Verdades establecidas y definitivas no existen ni en la ciencia exacta, porque ahí también se van construyendo nuevas versiones de la verdad. Todas son verdad, pero ninguna es absoluta ni deja de estar sujeta a revisión.

Entonces, se trata de la diferencia entre una tanga y un traje de baño de una sola pieza. Hay una diferencia enorme. En nuestros medios de comunicación, lo que se usa es un traje de baño de una pieza en el sentido de que deja ver mucho menos lo que hay debajo. Los medios de comunicación no son transparentes en el sentido de que no transparentan la realidad. Y esto empieza por los datos básicos, porque dan espacio a lo que opina todo mundo y lo que opina todo mundo no es más que un conjunto de sospechas y de caprichos.

Veamos, por ejemplo, el tema del asesinato del cardenal Posadas. Ha sido esclarecido una y otra vez, con lujo de detalles, en distintas instancias, pero como todas ellas vienen de la autoridad y la autoridad está siempre bajo sospecha
–consecuencia del Eje Autoritarismo-Democracia–, entonces hay espacio para que con una irresponsabilidad absoluta, pero confiando en la credibilidad del público, la prelatura de Guadalajara venga a hacer una serie de acusaciones que a lo mejor podrían estar sustanciadas y serían interesantes, pero que no son más que fantasmagorías que, sin embargo, crean su espacio y hacen este perversísimo efecto al que estamos acostumbrados: “La verdad no importa, lo que importa es lo que tú y yo creemos”, “No importa cuánto mides, sino lo que yo creo que tú mides”.

Hay ciertos hechos de la realidad que no están sujetos a discusión. Si vemos la primera plana de (los periódicos norteamericanos) New York Times y Washington Post, coinciden en cuatro de cinco titulares. Entre ellos son absoluta competencia, pero el criterio de lo importante, en términos periodísticos es igual, ¿por qué? Porque tienen un mismo criterio implícito de lo que es y no es importante. Ahora, tomemos los diarios de aquí y de la Ciudad de México y vas a ver cómo cada periódico es un mundo. Eso no puede ser, eso no indica más que una falta de seriedad profesional en los medios que usan sus periódicos no para mostrar lo que sucede, sino lo que a ellos les importa.

Y si ves la cantidad de noticias en los medios que son datos duros, te vas a encontrar con lo que decía (el político panista) Carlos Castillo Peraza: “Los únicos datos duros en la prensa mexicana son los resultados deportivos”. 2-0, 3-1. Todo lo demás son opiniones.

En esta romería de opiniones, ¿usted ha tenido un interlocutor claro?
Sí, pero sólo por excepción. Lo normal es tener interlocutores que están en el otro lado diciendo: “Usted está equivocado. Yo pienso distinto, pero usted está equivocado porque está equivocado” o “Estoy absolutamente de acuerdo con usted”, pero no hay un espacio intermedio en donde alguien diga: “Creo que tienes razón, pero tus datos no están bien y, por tanto, tu conclusión está mal”. Eso no existe.

Ahora, yo he hecho una cosa que recomiendo: formar un elenco de articulistas y de periodistas que no están en un solo periódico. Eso es lo que yo leo. Una gama amplia de opinadores, porque es muy difícil encontrar en la prensa mexicana información verdaderamente sólida, bien construida, bien escrita y bien fundamentada. Entonces, leo a un espectro de gente informada, inteligente, con la que coincido, y que me da un espectro de lo que está pensando la comunidad de acuerdo con sus mentes más brillantes, más representativas. Y la verdad es que la calidad de esa selección de autores es muy alta, muy superior a lo que hay en los diarios de reportaje, crónica y simple reporte diario de información.

Porque el otro asunto que pasa es que la mayor parte de las noticias que se leen como hechos en los periódicos son declaraciones, opiniones. De señores más o menos calificados, pero son opiniones y eso no es la realidad, sino lo que alguien piensa. Es la diferencia entre decir lo que yo pienso de la Universidad Veracruzana y lo que ésta es.

¿En este diálogo imposible, “yo no estoy de acuerdo porque no estoy de acuerdo”…

…y también están los insultos.

… en este ejercicio de diálogo negado, podrían explicarse los odios y la polarización de la sociedad de la que se habla a partir de la elección de 2006?
Bueno, la polarización yo creo que no existe. No veo cómo puede haber polarización en la sociedad cuando quienes están inconformes con el 2006 son un 30 por ciento de los votantes; el otro 70 no está inconforme. Llamarle polarización a eso es demasiado. No creo que haya polarización. Creo que hay una diferencia entre los que perdieron y los otros. El que ganó y el otro que perdió. Y, en ese sentido, a lo que asistimos es, como lo dijo en su momento la revista (inglesa) The Economist, a la inconformidad política de un muy mal perdedor. Hemos tenido evidencias reiteradas de que las acusaciones de fraude que se han hecho, una tras otra, no han podido ser sustentadas. Es un veredicto de capricho.

Pero más allá de simpatías políticas o no, ¿no detecta una cierta animadversión de los mexicanos por los mexicanos? ¿Como si la gente tuviera cada vez más ganas de odiarse?
No. No siento eso. Siento que están crispados los nervios de algunas franjas. Mucho más preocupante es el tema de la violencia y del descontrol de la violencia. Me parece muy preocupante que no haya en esto una claridad, de la sociedad, de la opinión pública, de los medios, de que esto necesita una cohesión en los objetivos.

Una crítica en los medios, pero una cuestión clara y definida en los objetivos que deben ser: contener la violencia y el crimen organizado y echarlo para atrás. Creo que hay ahí un déficit de cohesión respecto de que éste debe ser el objetivo número uno y que en esto hay que apoyar a la autoridad a todo lo que dé. Otra cosa es estar de acuerdo con los medios. Los medios se pueden criticar, porque es imposible que no tengan equivocaciones, pero el objetivo no debe quedar incluido en la crítica de los medios.

Esta falta de claridad sobre la verdad y la mentira de lo que pasa en México, ¿puede devenir en desesperanza, miedo?
No lo creo. En lo que puede devenir es en lo que deviene: una cierta renuncia al interés en estos problemas y en el refugio en la indiferencia como una manera de evitar el problema de tanto esfuerzo de lectura y comprensión para llegar a una jungla poco penetrable de opiniones encontradas. Puede tener un efecto de desmovilización del interés de la gente en el ámbito de la vida política.