De
acuerdo con estudios realizados por el Laboratorio de Interacción
Social (LIS) de la Facultad de Psicología de la Universidad
Veracruzana (UV), la migración y la industrialización
son dos de los factores que influyen para que los niños de
hoy tiendan más a la competencia y el individualismo que a
la cooperación.
“Realizamos estudios comparativos (utilizando un software denominado
Programa de Interacción Diádica, PDI, por su siglas
en inglés) entre niños de zonas con alto índice
de migración y zonas que no sufren este problema, así
como con niñas de ciudades altamente industrializadas y ciudades
con poco desarrollo industrial, y los resultados son evidentes: los
niños en zonas migrantes e industrializadas tienden más
al individualismo que a la cooperación”, sostuvo Camilo
García Parra, titular del centro de investigación.
Según explicaron los investigadores del LIS Natanael Rivera
Vázquez, Erika Nayeli Clairgue Caizero, Esteban Medina Alcántara
y Natalia López García, los resultados han sido consistentes
con la literatura existente, en la que se asegura que la industrialización
y la migración producen cambios en las conductas sociales y
eso impacta directamente en los niveles de cooperación.
El experimento se realizó con niños (de tres grupos
de edad: entre seis y ocho, 11 a 13 y 18 o más) en zonas de
alta migración y en zonas sin migración: “Los
resultados sobre cooperación en zonas no migrantes fueron,
en los tres rangos de edad, mayores que en las zonas migrantes. En
el caso particular de los adultos, en zonas no migrantes casi llegó
al 60 por ciento, lo que evidencia que en las zonas migrantes la globalización
está afectando severamente la socialización”,
sostuvieron los investigadores.
García Parra explicó que los niños no nacen competitivos
ni cooperadores sino que se hacen mediante la interacción social;
lo que está pasando, es que, al parecer, los migrantes están
haciendo a sus hijos más competitivos.
Para medir la variable de industrialización, se realizó
un estudio comparativo con niñas y mujeres de la ciudad de
Puebla (altamente industrializada) y Xalapa (de incipiente desarrollo),
de dos rangos de edad: entre 11 y 13 y 18 años o más,
y los resultados demostraron que en las niñas de entre 11 y
13 años los niveles de cooperación son similares en
ambas ciudades. En tanto, en el rango de 18 años o más,
las mujeres de Xalapa cooperaron en casi 80 por ciento, mientras que
las poblanas apenas llegaron al 40 por ciento.
Los investigadores dijeron que el similar promedio de cooperación
entre las niñas de ambas ciudades, se explica porque en Xalapa
la industrialización es un fenómeno nuevo e impacta
en las nuevas generaciones, mientras que las mujeres de 18 años
o más, todavía tienen una formación más
tradicional y por lo tanto, están más acostumbradas
a ser cooperadoras. |
“Se
presentan en la pantalla tres contenedores, dos con los nombres
de los participantes y uno común. Los contendores tienen
cuatro pelotas cada uno y su capacidad máxima es de ocho.
Los participantes tienen cuatro oportunidades de mover una de las
pelotas de contenedor.
”El experimento termina cuando se acaban los turnos o cuando
se llena uno de los contenedores. Las opciones que tienen los participantes
son actuar de manera cooperativa (tomar una pelota del contenedor
propio y depositarla en el común), individualista (sacar
una pelota del contenedor común y depositarla en el propio),
competitiva (sacar del contendor del otro y depositar en el propio),
política (sacar del contenedor común y depositar en
el del otro) o altruista (sacar del contendedor propio y depositar
en el del otro)”, explicó.
Nuevo
estudio sobre migración
Con estos antecedentes, Camilo García y los investigadores
del LIS han preparado una nueva investigación; esta vez,
sobre los efectos sociales y psicológicos de la migración
en veracruzanos, en sus lugares de origen.
“En este estudio se pretende trascender el estudios de las
variables de anteriores trabajos y buscamos conocer los efectos
sociales y psicológicos de la migración: cambios de
la estructura familiar, cambio de roles dentro de las familias y
en las comunidades, así como medir la incidencia de padecimientos
como estrés y ansiedad y estudiar el fenómeno de aculturación
(cómo reacciona una cultura dominada ante el ingreso de una
nueva cultura dominante)”, dijeron.
Para llevar a cabo esta investigación, se realizarán
etnografías, observación participante, además
de pruebas psicológicas y trabajo de campo.
Este trabajo reviste importancia porque, de acuerdo con García
Parra, “aun cuando hay esfuerzos loables, los estudios que
conocemos carecen de estudios empíricos y de campo, la mayoría
están basados en opiniones de los autores o en anécdotas.
No hay estudios que documenten la salida de integrantes de la familia
rumbo a Estados Unidos y los efectos que esto tiene para los que
se quedan. Solamente se tienen especulaciones sobre cifras del INEGI
y sobre esas cifras se genera una opinión. Hay una falta
total de rigor metodológico”.
El trabajo se llevará a cabo en lo que la literatura especializada
se conoce como “corredor migratorio” (15 municipios
del centro del estado de Veracruz, como Actopan, Alto Lucero, Juchique
de Ferrer, Chiltoyac, entre otros) y se estudiará, en primera
instancia, a una familia por cada uno de los 15 municipios; el trabajo
estará apoyado por expertos internacionales en estadística,
en diseño de etnografías, en educación multicultural
y en migración.
“Toda la literatura que existe a cerca del fenómeno
de la migración, son estudios que se realizan en los países
receptores de migrantes, pero los efectos que produce la migración
en las comunidades de origen, se desconocen o no se les da importancia.
Por tanto, decidimos enfocarnos en una idea nueva y diferente a
la que ya existe: que a las inversiones le sigue la no migración.
Partimos de la situación real de que hay inversión
pero, al mismo, tiempo sigue existiendo migración”,
dijo García Parra.
La
aculturación
En la revisión bibliográfica nos encontramos con que
los que emigran lo hacen por múltiples causas (y no solamente
por motivos económicos): ya sea porque tienen familiares
en Estados Unidos, porque tienen ciertos recursos para poder migrar,
porque ya tienen experiencia migratoria o porque tienen deseos de
aumentar sus ingresos (si aquí ganan 100 pesos en un día
y la información les dice que allá pueden ganar eso
en una hora, entonces algunos se irán).
“No todos los que tienen esa información van a emigrar,
eso representa la complejidad del fenómeno; la forma de estudiarlo
teóricamente es beneficiándonos de contribuciones
anteriores y éstas nos indican que el proceso tiene dos aspectos:
uno social y otro psicológico (como desprenderse de la familia)”,
dijo el investigador.
Este fenómeno, en el que con la misma información
(que en Estados Unidos se gana más dinero y hay más
oportunidades) enviada por la cultura dominante (la norteamericana),
algunas personas deciden irse y otras quedarse en sus comunidades
por diversas razones, es un ejemplo de aculturación, ya que,
en cualquier sentido, representa una respuesta de la cultura dominada
ante un mensaje de la dominante, explicó.
“El líder mundial de los estudios de este tipo fue
Gonzalo Aguirre Beltrán, quien documentó la salida
de los pueblos indígenas de las zonas costeras, para refugiarse
en las zonas de montaña. Por lo que el grupo de investigación
utilizará esas bases teóricas para realizar su estudio”.
Estudiantes
investigadores: “No somos ‘ñoños’
ni nos falta vida propia”
Dejando de lado muchas actividades “propias de su edad”,
los estudiantes Erica Nayeli Clairgue, Natalia López, Natanael
Rivera y Esteban Medina, trabajan en el Laboratorio de Interacción
Social de la Facultad de Psicología de la UV, como investigadores
en formación, participando activamente de las investigaciones
que ahí se realizan.
“Muchos compañeros nos dicen que somos unos ‘ñoños’,
nos preguntan si tenemos vida; pero más allá de eso,
creo que la vida de nosotros es justamente esto que hacemos: no
es un sacrificio, no estamos dejando algo valioso para nosotros,
porque esta actividad es igual de valiosa para mí que lo
que pueda ser valioso para otras personas. Tener una idea bien clara
de lo que realmente implica ser psicólogo es algo muy valioso;
nosotros estamos en ese proceso, nos estamos acercando a ser psicólogos
en toda la extensión de la palabra”, dijo Erica Clairgue,
actualmente estudiante de la licenciatura en Psicología.
Por su parte, Esteban Medina dijo que al principio uno le toma mucha
importancia a lo que deja de hacer por estar aquí trabajando
en proyectos, “pero ya estando aquí, uno empieza a
entender que lo que se hace tiene frutos, cuando se termina un proyecto
y se presentan los resultados en congresos internacionales, cuando
la gente sabe de nuestro trabajo. La satisfacción es porque
al final del proceso uno sabe que está dejando algo, que
de manera científica uno está contribuyendo a que
nos entendamos mejor como sociedad”.
Natalia López, también investigadora del LIS, sostuvo
que cuando llegó a la facultad no tenía una idea clara
de lo que era la investigación, “pero luego de que
me integré al laboratorio, mi papel como estudiante cambió
por completo, ya que empecé a formar parte de un grupo de
investigación, lo que ha sido gratificante, ya que no solamente
estoy “viendo” la Psicología de una manera teórica,
sino participando en investigación y “haciendo”
la Psicología.
Para Natanael Rivera, su nuevo papel de investigador es una situación
que oscila entre la satisfacción y la frustración:
“Satisfacción porque luego de egresar encontré
la oportunidad de hacer investigación y así poder
responder algunas preguntas sobre el porqué de las conductas
del hombre, lo que a final de cuentas es de lo que se trata la Psicología,
y frustración porque mucha gente nos ve como simples ayudantes”.
Pero dijo que se está gestando un cambio, no sólo
en la UV, sino en el ámbito académico en general,
porque hay más jóvenes trabajando en este tipo de
proyectos, en otras áreas y eso los hace superar estas actitudes.
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