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Federico
García Lorca era como un torero, todo artista, impecable en
su ceremonia para vestirse de luces, dominador del ruedo, de las pasiones,
de la poesía en movimiento, del teatro total, del cante jondo,
haciendo el paseíllo partiendo plaza y enfrentando al toro
en esa danza única entre la vida y la muerte que hacía
levantar de los asientos hasta al más indiferente. Era la expresión
máxima en el sol o la sombra que podía sacar provecho
hasta de la situación más seca, vacía, estéril,
yerma. |
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Entre
las publicaciones recientes de la Editorial de la Universidad Veracruzana
aparece un trabajo completo e inteligente de Luis Josefina Hernández,
que con su vocación de teatro y amor por la literatura, eligió
Yerma, una de las obras más representativas de García
Lorca, para ofrecernos una lectura que enriquece con su aguda observación,
análisis y conocimiento de causa.
El 5 de junio de 1898 nació en Fuentevaqueros, Granada, uno
de los más grandes escritores españoles: Federico
García Lorca. Bajo cielo andaluz compuso sus poesías
que lo convirtieran en uno de los autores más significativos
del siglo XX. En medio de escritos, comentarios, conferencias y
una vida intensa con alma gitana, también construyó
obras teatrales como La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre o
Yerma, esta última estrenada en 1934 en Madrid con la actuación
central de Margarita Kirgu.
Como señala Luisa Josefina Hernández, citando a la
vez a William Blake, García Lorca era el artista total con
“posesión de una esencia que se manifiesta en igual
calidad en las letras, la música y la plástica”.
En el prólogo, que más bien se convierte en un pequeño
ensayo, la autora nos describe la viveza que tenía el joven
granadino para hace obras teatrales ligeras que después se
acercarían a lo culto.
Yerma es un gran personaje perfectamente delineado por García
Lorca con el que explora el campo de la sexualidad femenina en diálogos,
versos y coplas memorables. Esta obra en tres actos borda sobre
la esterilidad y un hijo inexistente está presente como deseo,
sueño y lamentación. Para algunos, significaba la
representación de la etapa obscura de la dictadura franquista,
pero como bien apunta Luis Josefina Hernández “la obra
trata de sexualidad, ni duda cabe, y éste es el campo literario
y humano más rico que puede existir”.
Yerma busca la fertilidad en medio del desierto que significa su
relación matrimonial con Juan. Las mujeres que pueblan la
obra son referentes para la protagonista que idealiza a un amante
y hasta está dispuesta a llegar a las hechicerías
populares para poder embarazarse, pues un hijo, sobre todo en el
ambiente rural en el que se desarrolla la historia, es importante
como base para la familia y el trabajo. No en balde cantan las lavanderas
en el célebre pasaje del segundo acto: “¡Pero
ay de la casada seca! ¡Ay de la que tiene los pechos de arena!”.
En este texto nos encontramos con dos genialidades, la de Federico
García Lorca y la de Luisa Josefina Hernández, quien
nos pone pausas a lo largo de la obra para profundizar en el significado
de Yerma. Con ello le rinde un homenaje al autor pero a la vez nos
revela sus dotes magistrales que enriquecen la lectura.
Concluye la dramaturga, “Quizá las interpretaciones
a favor de Yerma y en contra de Juan vienen de la importancia tradicional
que se da al instinto materno y del muy tradicional impulso a sospechar
que si un hombre tiene problemas con su mujer no es un verdadero
‘macho’. Ambas tradiciones, como otras que existen en
nuestra civilización, deben quedar en tela de juicio, para
vivir mejor, sufrir menos, disfrutar del poder de la cordura”.
Una lectura de Yerma de Federico García Lorca de Luisa Josefina
Hernández es de la Colección Ficción y se puede
adquirir en el Servicio Bibliográfico Universitario, Xalapeños
Ilustres 37; en las USBI’s que se encuentran en el estado
o en la Dirección General Editorial, Hidalgo 9. Comentarios
a esta reseña favor de enviar a gemartinez@uv.mx
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