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Recordemos
que Selma ha hecho de su vocación traductora un luminoso
puente entre autores de lenguas griegas y rusas con el enriquecedor
español. Sus trabajos recientes, Loxandra de María
Iordanidu y 7 de Rusia a la URSS, editados también por nuestra
casa de estudios, así lo constatan.
Empecemos por conocer a Yannis Ritsos. Él nació en
Monenvassia, Grecia, en 1909, en los albores del siglo XX. En ese
rincón medieval del Peloponeso vivió una acumulación
de catástrofes personales que marcaron su vida. Su padre,
jugador empedernido, sucumbió entre apuestas. La tuberculosis,
esa enfermedad que flageló por años a Europa, diezmó
a su familia. A ello habrá que agregar el contexto social
político que derrumbó la puerta de la antigua Constantinopla
para ceder como importante vínculo entre Europa y Asia Central.
Yannis Ritsos, en medio de ese panorama sombrío, fue bailarín,
mecanógrafo, bibliotecario, calígrafo y fotógrafo.
Tenía espíritu rebelde y combativo y pronto, a pesar
de estar afectado por la tuberculosis, ingresó al Partido
Comunista Griego.
Ahí tuvo acercamiento con intelectuales de izquierda y creó
poemas catalogados como “comprometidos” o “sociales”.
Se recuerda de esta época “Tractor”, un grito
de rebeldía contra la dictadura del general Metaxas y la
composición Romiosini/Grecidad, un largo poema dedicado a
las guerrillas comunistas que combatieron a los nazis en la Segunda
Guerra Mundial. El golpe de Estado de 1967 en Grecia lo exilió
de la mítica región a la cual regresaría en
1974.
Después daría un cambio sustancial en su poesía
para convertirse en representante del simbolismo. Junto con Giorgios
Seferis y Odysseus Elytis, Ritsos es considerado como el padre de
la actual generación poética griega.
La buena poesía y la buena música son dos artes que
son indisolubles y como tal lo demostró Mikis Tehodorakis
en 18 pequeñas canciones de la patria amarga, La canción
de mi hermana y otros poemas que encontraron en la musicalización
del autor griego una vía que se extendió por el mundo.
Sonata del claro de luna, que aparece ahora en nuestro país
gracias a la traducción de Selma Ancira, fue escrita por
Yannis Ritsos en 1956, cuando había alcanzado la madurez
en las letras. A 50 años de distancia podemos ahora encontrar
este texto que se publica tanto en griego como en español.
Inicia de esta manera: (Una noche de primavera. La habitación
grande/ de una vieja casa. Una mujer de edad, vestida/ de negro,
le habla a un hombre joven. No han encendido/ la luz. Por ambas
ventanas entra un despiadado/ claro de luna. Olvidé decir
que la Mujer de/ Negro ha publicado dos o tres interesantes/ colecciones
de poesía sacra. Y bien, la/ Mujer de Negro le habla al Joven):
“Déjame ir contigo. ¡Qué luna la de esta
noche!/ Es generosa la luna – no se notará/ que mis
cabellos han encanecido. La luna/ los hará rubios de nuevo.
No notarás nada./ Déjame ir contigo./
Y a partir de ahí surge un canto que estremece, que pide
rescate de la soledad, que lanza una red al vacío para pescar
esperanza y en esa suerte desesperada no encuentra más que
derrumbe.
La casa de la Mujer de Negro es el símbolo de un sistema
viejo, acabado, y busca anclar en nuevos puertos pero su deseo naufraga,
no llega a la orilla.
“Esta casa ya no me tolera./ Ni yo tolero ya su peso en mis
espaldas./ Siempre hay que andar con cuidado, mucho cuidado,/ aguantar
la pared con el gran aparador/ el aparador con la viejísima
mesa tallada/ la mesa - con las sillas/ las sillas - con las manos/
la viga derruida - con el hombro./ Hasta el piano parece un negro
féretro cerrado./ No te atreves a abrirlo./ Todo el tiempo
hay que andar con cuidado,/ mucho cuidado, no se vayan a caer, no
te/ vayas a caer. No puedo más./ Déjame ir contigo.”
La Mujer de Negro quiere una transición hacia lo nuevo. Es
el pasado que se niega a desaparecer, que no acepta su muerte y
si es así, sabe que seguirá viva en los rincones,
los armarios, los corazones.
“Esta casa, a pesar de todos sus muertos, no/ piensa en morir./
Insiste en vivir con sus muertos/ en vivir de sus muertos/ en vivir
de la certeza de su muerte/ y aun en acomodar a sus muertos en vetustas/
camas y libreros./ Déjame ir contigo/”.
Finalmente, le tomo prestado este fragmento al poeta Yannis Ritsos
perteneciente a Sueño de un mediodía de verano (también
traducido por Selma Ancira y publicado en el Fondo de Cultura Económica,
2006) para dedicárselo a mi compañero de la Editorial
UV, Luis Miguel Gallardo: “En otro tiempo aprendíamos
las lecciones, rezábamos nuestras oraciones y/ repetíamos
que dos más dos son cuatro./ Ahora, dos flores más
dos rayos de luz no son cuatro - son nuestra alma./ Y una rosa más
una mariposa no son dos - son un Dios./ Y un Dios es todo./ ¿Cuántos
son entonces nuestra alma más el alma de Dios?/ El maestro
no sabe. Nosotros sí sabemos cuántos son: uno./ Lo
leímos hoy en el libro del sol;/ hoy que olvidamos los demás
libros”. Hasta siempre, amigo.
Sonata del claro de luna de Yannis Ritsos, coeditado por Ediciones
sin nombre y la UV se puede adquirir en el Servicio Bibliográfico
Universitario, Xalapeños Ilustres 37; en las USBI’s
que se encuentran en el estado o en la Dirección General
Editorial, Juan de la Barrera 209. Comentarios a esta reseña
favor de enviar a gemartinez@uv.mx |