Año 5 • No. 167• Febrero 7 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


Páginas Centrales

 Editorial

 
Información General

 Información Regional

 Arte Universitario

 Foro Académico

 Halcones al Vuelo

 
Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

Gina Sotelo

Las provincias de México, como Orizaba, tienen historias al estilo de Cien años de soledad, narraciones extraordinarias que enriquecen mucho la vida interior de sus habitantes. Reflejo de estas voces populares es la mágica plástica de Leticia Tarragó. De su obra, hay quien ha escrito que podría ser un símil con la de Gabriel García Márquez: lo que el colombiano expresa a través de sus palabras, la orizabeña lo manifiesta en imágenes.

Pero no todos son sensibles ante las historias sencillas, desgraciadamente, los medios de comunicación optan por el amarillismo, generando una especie de ansiedad en la gente, que desgraciadamente deja de observar su entorno.
Preocupada y ocupada por la influencia de los medios en la niñez y la pérdida de los valores estéticos en la educación media y básica, la investigadora de la Universidad Veracruzana participa en proyectos que sumarán los esfuerzos de instituciones como la UV, el Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec) y la Secretaría de Educación y Cultura (SEC) buscando la sensibilización de los maestros en la enseñanza de las artes, y los niños amplíen su capacidad de percibir el arte.
Entrevistada en su casa

–armoniosa construcción de suaves formas donde la naturaleza literalmente es pieza clave–, Tarragó habla de las mujeres mágicas de su obra, pero también de sus influencias y de su gran colega, el también pintor Fernando Vilchis quien fuera en vida, además de su compañero sentimental, cómplice de mil batallas.

Sus primeros trazos y su actual esplendor
“Desde niña tuve la afición por el arte que siempre nos encausaron a mi y a mis hermanos” dice Tarragó quien estudió en La Esmeralda en que fue alumna de Gerardo Murillo. De la influencia que tuvo el mejor conocido como Dr. Atl en su obra, la pintora la califica como 100 por ciento formativa.

“Él era una persona con mucha energía, a pasar de que le faltaba una pierna, desarrollaba su actividad de manera única. Yo disfrutaba mucho de su compañía porque lo acompañaba a sus excursiones pictóricas. Recuerdo que llevaba sus grandes lienzos al Tepozteco, al Ajusco y ahí pintaba”.

Inspirada por las historias fantásticas de su tierra y las mujeres que siempre la han rodeado, Leticia Tarragó creó las mujeres maravillosas que caracterizan su obra y que se han vuelto una especie de sello en su trabajo. Estas mujeres son parte de su mundo, son sus hermanas, hijas, familiares, ella misma.

Optando por el surrealismo, mezcla elementos cotidianos confeccionando un mundo mágico con animales fantásticos y arquitectura imposible que existe no sólo en su imaginación: “Este mundo existe, aunque lo que llamamos ‘mundo real’ está plagado de cosas horribles porque desgraciadamente los medios de comunicación optan por el amarillismo, generando una especie de ansiedad y la gente que desgraciadamente deja de observar lo bella que es la vida”.

Del problema de la educación en el arte
Gran preocupación siente la pintora por los niños que cada vez están más influenciados por la televisión y las computadoras. A pesar de ser un adulto, Tarragó no ha dejado de ejercitar su imaginación, no deja de ver el mundo como si tuviera ojos de niño.

“En Xalapa tenemos la fortuna de tener escuelas como el Centro de Iniciación Musical Infantil (cimi) donde los niños desde pequeños aprenden música, pero en general no hay una sensibilidad por parte de las autoridades ante la capacitación artística en los niveles educativos básicos”.

Considera que es muy fácil quejarse de que los niños no leen o que sólo ven la televisión, pero los mismos maestros son casi analfabetos. Para la artista, los padres no son quienes tienen toda la responsabilidad, la escuela también debe sensibilizarlos a la cultura.

Académica en el Instituto de Artes Plásticas, Tarragó percibe una deficiencia en el aprendizaje de las artes por parte de los adolescentes a quienes instruye. El hecho de que hasta los 18 años se pueda acceder a una escuela de arte, es algo tarde y se pierde mucho el talento.

“Deben tener actividades artísticas aunque no se dediquen a la plástica, privilegiando éstas como parte integral de la vida de cada uno. Al no contemplar esto en la enseñanza media, cuando el estudiante ingresa a la Facultad de Artes Plásticas tiene una desventaja porque ignora muchas cosas básicas”. Sobre el papel de la uv como generadora de las artes y difusora del conocimiento artístico, menciona que el problema radica en la centralización de la educación universitaria que no tiene impacto real entre jóvenes y niños.

“Lo que hace falta es una vinculación mayor entre la propia UV y la SEC, a través de proyectos conjuntos que permitan propuestas para poner la educación artística en un mejor nivel”.

Como académica de la UV, añade que el quehacer artístico es una disciplina: “la inspiración llega a través de la disciplina y no al revés. Si uno no esta metido en lo que está metido, difícilmente va a lograr algo de pronto, las cosas no se dan así de forma espontánea, es todo un camino que hay que recorrer”. Si hubiera una educación temprana hacia las artes, habría un verdadero mercado y la gente iría más a las exposiciones y a los conciertos: “Es poca la gente que tiene un interés genuino en las conferencias o exposiciones, los que participan siempre son los mismos y esto no debería ser así”.

La gran creadora
¿Quién puede decir cuál es la aportación de Leticia Tarragó a la plástica en México? Nadie, ni siquiera ella misma quien simplemente ha tratado de dejar algo en quienes la conocen a través de su obra. Su intención es sólo que la gente la disfrute, sin más.

Su trabajo es atesorado por muchos y desde hace mucho tiempo. Hay quienes coleccionan las portadas de los discos de los Hermanos Rincón o las ilustraciones a los cuentos de la Enciclopedia Colibrí que publicaba la sep o la revista Tramoya: “Me sorprende mucho encontrar a alguien que guarde y atesore estas publicaciones, es la mayor satisfacción como artista, que es como plantar una semilla en los demás”.

Su nombre se conoce y reconoce en el mundo artístico internacional. Pero sobre si se asume como una mujer destacada en el arte, ella –con sincera modestia– dice que no: “El que uno destaque es porque uno ha estado ahí todo el tiempo haciendo su trabajo. Sería un fracaso total si después de tantos años de trabajar en lo mismo no nos salieran las cosas bien. Porque no es un esfuerzo, es una actividad continua, no hacerlo bien sería el colmo y pues todo da frutos, en este caso que la obra tenga un cierto reconocimiento. Pero hasta ahí, no es algo que yo esté ansiosa de ser reconocida”.

El mercado del arte en el país se vislumbra difícil cuando la gran mayoría de las personas tiene sólo el dinero suficiente para satisfacer sus necesidades básicas. La gran influencia norteamericana en nuestra cultura refleja que es más común comprar productos hechos en serie.

Este nuevo panorama también repercute en la manera como se mueve la obra de la veracruzana: “Antes yo viajaba a Nueva York porque me gustaba ir a ver lo último que había en el arte y ahora ya no lo puedo hacer. El consumismo ha manipulado los gustos de la gente que antes gozaba más de comprar un grabado o un cuadro”.

Reconoce que en Estados Unidos sí comprenden el valor del arte y sienten respeto por los creadores: “Yo tengo allá muchos más clientes que aquí. Ahora la gente compra cosas por catálogo, cosas que rápidamente pierden su valor y que apuntan más hacia la artesanía. La mercadotecnia engancha fácilmente a los compradores quienes consumen por estatus”.

Algo de su trayectoria
Leticia Tarragó nace en Orizaba, Veracruz; es una de las artistas plásticas más destacadas de México. Pintora y grabadora, envuelve su arte fresco y novedoso que halaga los sentidos. Nítidos trazos y figuras de ensueño transportan por un mundo de color y formas. Educada en México y Polonia, la ex discípula de Silvia Santamaría y del Dr. Atl ha trabajado en Holanda, Suiza y Estados Unidos. Desde 1980 es investigadora del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana.