Gina
Sotelo
Las provincias
de México, como Orizaba, tienen historias al estilo de Cien
años de soledad, narraciones extraordinarias que enriquecen
mucho la vida interior de sus habitantes. Reflejo de estas voces
populares es la mágica plástica de Leticia Tarragó.
De su obra, hay quien ha escrito que podría ser un símil
con la de Gabriel García Márquez: lo que el colombiano
expresa a través de sus palabras, la orizabeña lo
manifiesta en imágenes.
Pero no todos son sensibles ante las historias sencillas, desgraciadamente,
los medios de comunicación optan por el amarillismo, generando
una especie de ansiedad en la gente, que desgraciadamente deja de
observar su entorno.
Preocupada y ocupada por la influencia de los medios en la niñez
y la pérdida de los valores estéticos en la educación
media y básica, la investigadora de la Universidad Veracruzana
participa en proyectos que sumarán los esfuerzos de instituciones
como la UV, el Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec)
y la Secretaría de Educación y Cultura (SEC) buscando
la sensibilización de los maestros en la enseñanza
de las artes, y los niños amplíen su capacidad de
percibir el arte.
Entrevistada en su casa
–armoniosa construcción de suaves formas donde la naturaleza
literalmente es pieza clave–, Tarragó habla de las
mujeres mágicas de su obra, pero también de sus influencias
y de su gran colega, el también pintor Fernando Vilchis quien
fuera en vida, además de su compañero sentimental,
cómplice de mil batallas.
Sus
primeros trazos y su actual esplendor
“Desde niña tuve la afición por el arte que
siempre nos encausaron a mi y a mis hermanos” dice Tarragó
quien estudió en La Esmeralda en que fue alumna de Gerardo
Murillo. De la influencia que tuvo el mejor conocido como Dr. Atl
en su obra, la pintora la califica como 100 por ciento formativa.
“Él era una persona con mucha energía, a pasar
de que le faltaba una pierna, desarrollaba su actividad de manera
única. Yo disfrutaba mucho de su compañía porque
lo acompañaba a sus excursiones pictóricas. Recuerdo
que llevaba sus grandes lienzos al Tepozteco, al Ajusco y ahí
pintaba”.
Inspirada por las historias fantásticas de su tierra y las
mujeres que siempre la han rodeado, Leticia Tarragó creó
las mujeres maravillosas que caracterizan su obra y que se han vuelto
una especie de sello en su trabajo. Estas mujeres son parte de su
mundo, son sus hermanas, hijas, familiares, ella misma.
Optando por el surrealismo, mezcla elementos cotidianos confeccionando
un mundo mágico con animales fantásticos y arquitectura
imposible que existe no sólo en su imaginación: “Este
mundo existe, aunque lo que llamamos ‘mundo real’ está
plagado de cosas horribles porque desgraciadamente los medios de
comunicación optan por el amarillismo, generando una especie
de ansiedad y la gente que desgraciadamente deja de observar lo
bella que es la vida”.
Del
problema de la educación en el arte
Gran preocupación siente la pintora por los niños
que cada vez están más influenciados por la televisión
y las computadoras. A pesar de ser un adulto, Tarragó no
ha dejado de ejercitar su imaginación, no deja de ver el
mundo como si tuviera ojos de niño.
“En Xalapa tenemos la fortuna de tener escuelas como el Centro
de Iniciación Musical Infantil (cimi) donde los niños
desde pequeños aprenden música, pero en general no
hay una sensibilidad por parte de las autoridades ante la capacitación
artística en los niveles educativos básicos”.
Considera que es muy fácil quejarse de que los niños
no leen o que sólo ven la televisión, pero los mismos
maestros son casi analfabetos. Para la artista, los padres no son
quienes tienen toda la responsabilidad, la escuela también
debe sensibilizarlos a la cultura.
Académica en el Instituto de Artes Plásticas, Tarragó
percibe una deficiencia en el aprendizaje de las artes por parte
de los adolescentes a quienes instruye. El hecho de que hasta los
18 años se pueda acceder a una escuela de arte, es algo tarde
y se pierde mucho el talento.
“Deben tener actividades artísticas aunque no se dediquen
a la plástica, privilegiando éstas como parte integral
de la vida de cada uno. Al no contemplar esto en la enseñanza
media, cuando el estudiante ingresa a la Facultad de Artes Plásticas
tiene una desventaja porque ignora muchas cosas básicas”.
Sobre el papel de la uv como generadora de las artes y difusora
del conocimiento artístico, menciona que el problema radica
en la centralización de la educación universitaria
que no tiene impacto real entre jóvenes y niños.
“Lo que hace falta es una vinculación mayor entre la
propia UV y la SEC, a través de proyectos conjuntos que permitan
propuestas para poner la educación artística en un
mejor nivel”.
Como académica de la UV, añade que el quehacer artístico
es una disciplina: “la inspiración llega a través
de la disciplina y no al revés. Si uno no esta metido en
lo que está metido, difícilmente va a lograr algo
de pronto, las cosas no se dan así de forma espontánea,
es todo un camino que hay que recorrer”. Si hubiera una educación
temprana hacia las artes, habría un verdadero mercado y la
gente iría más a las exposiciones y a los conciertos:
“Es poca la gente que tiene un interés genuino en las
conferencias o exposiciones, los que participan siempre son los
mismos y esto no debería ser así”.
La
gran creadora
¿Quién puede decir cuál es la aportación
de Leticia Tarragó a la plástica en México?
Nadie, ni siquiera ella misma quien simplemente ha tratado de dejar
algo en quienes la conocen a través de su obra. Su intención
es sólo que la gente la disfrute, sin más.
Su trabajo es atesorado por muchos y desde hace mucho tiempo. Hay
quienes coleccionan las portadas de los discos de los Hermanos Rincón
o las ilustraciones a los cuentos de la Enciclopedia Colibrí
que publicaba la sep o la revista Tramoya: “Me sorprende mucho
encontrar a alguien que guarde y atesore estas publicaciones, es
la mayor satisfacción como artista, que es como plantar una
semilla en los demás”.
Su nombre se conoce y reconoce en el mundo artístico internacional.
Pero sobre si se asume como una mujer destacada en el arte, ella
–con sincera modestia– dice que no: “El que uno
destaque es porque uno ha estado ahí todo el tiempo haciendo
su trabajo. Sería un fracaso total si después de tantos
años de trabajar en lo mismo no nos salieran las cosas bien.
Porque no es un esfuerzo, es una actividad continua, no hacerlo
bien sería el colmo y pues todo da frutos, en este caso que
la obra tenga un cierto reconocimiento. Pero hasta ahí, no
es algo que yo esté ansiosa de ser reconocida”.
El mercado del arte en el país se vislumbra difícil
cuando la gran mayoría de las personas tiene sólo
el dinero suficiente para satisfacer sus necesidades básicas.
La gran influencia norteamericana en nuestra cultura refleja que
es más común comprar productos hechos en serie.
Este nuevo panorama también repercute en la manera como se
mueve la obra de la veracruzana: “Antes yo viajaba a Nueva
York porque me gustaba ir a ver lo último que había
en el arte y ahora ya no lo puedo hacer. El consumismo ha manipulado
los gustos de la gente que antes gozaba más de comprar un
grabado o un cuadro”.
Reconoce que en Estados Unidos sí comprenden el valor del
arte y sienten respeto por los creadores: “Yo tengo allá
muchos más clientes que aquí. Ahora la gente compra
cosas por catálogo, cosas que rápidamente pierden
su valor y que apuntan más hacia la artesanía. La
mercadotecnia engancha fácilmente a los compradores quienes
consumen por estatus”.
Algo
de su trayectoria
Leticia Tarragó nace en Orizaba, Veracruz; es una de las
artistas plásticas más destacadas de México.
Pintora y grabadora, envuelve su arte fresco y novedoso que halaga
los sentidos. Nítidos trazos y figuras de ensueño
transportan por un mundo de color y formas. Educada en México
y Polonia, la ex discípula de Silvia Santamaría y
del Dr. Atl ha trabajado en Holanda, Suiza y Estados Unidos. Desde
1980 es investigadora del Instituto de Artes Plásticas de
la Universidad Veracruzana. |