Raúl Arias Lovillo
El viernes pasado los universitarios culminamos con nuestro Congreso Universitario. Fueron diez días de jornadas de debate, propuestas e intensas discusiones que estudiantes, académicos y trabajadores de todos los niveles celebramos de Sol a Sol en cada uno de los cinco campus universitarios.
Nuestro Congreso, así como los foros que realizamos anualmente en esta etapa de la Universidad, son ejercicios democráticos inéditos. Ninguna institución de educación superior del país ha recorrido estos territorios de participación de sus comunidades en la definición del rumbo académico e institucional.
Los universitarios no solo nos entregamos a discutir sin ambages los temas más apremiantes de la agenda institucional en cientos de ponencias sino que sus conclusiones representan los acuerdos colectivos que, una vez que sean analizados, discutidos y aprobados por el Consejo Universitario General (CUG), habrán de devenir en muchas de las políticas más robustas de nuestra casa de estudios en tiempos recientes.
Para la Universidad, el resultado es claro: tras años de esfuerzo colectivo, con una notable madurez política de nuestra comunidad universitaria, con el concurso de todos los universitarios en todos los campus, hemos registrado una victoria verdadera y perdurable: la democratización en pleno ejercicio de nuestra casa de estudios.
Que nadie se refiera a vencedores y perdedores. Que no se caiga en la tentación de una valoración maniquea y las más de las veces nada inocente. En su sentido más profundo, en su sentido más universitario, estos ejercicios de participación de toda la comunidad universitaria en la crítica, análisis, propuesta y resolución de los temas que más nos interesan no son sino el resultado del nivel de madurez política de todos quienes conformamos la máxima casa de estudios de Veracruz, en todos sus niveles.
Hoy podemos saludar con honor el brío de nuestros jóvenes estudiantes y su audacia para defender el derecho de los universitarios a decidir el mejor futuro posible para la institución, tal y como lo hicieron, lo hicimos, las generaciones de estudiantes, profesores e investigadores que les precedimos con la misma convicción.
A ellos, especialmente a nuestros jóvenes que hoy se afanan en todas las áreas de estudio que ofrece nuestra institución, sugiero perspicacia y buen juicio tanto como les deseo tenacidad y un futuro brillante. Perspicacia para discernir con precisión entre aduladores y demagogos y buen juicio para distinguir y rechazar intereses ajenos a todo lo que es universitario.
Desde que fui designado como Rector hice un compromiso claro e inquebrantable con los universitarios. El viernes próximo pasado lo referí nuevamente, ahora como un llamado, al clausurar los trabajos de nuestro Congreso Universitario: “Debemos siempre y bajo cualquier circunstancia privilegiar el diálogo y el acuerdo en beneficio de la Universidad. Nuestro derecho de decir lo que queremos decir, lo ganamos cuando aceptamos escuchar lo que no queremos escuchar”.
Como universitario, lo mismo como estudiante y académico en el aula que después como directivo y ahora como Rector, he sido decidido promotor de la crítica sin cortapisas, de la transparencia y la ética en nuestro quehacer universitario, pero también siempre me he reservado mi legítimo derecho a no estar de acuerdo con algunos puntos de vista.
Sin embargo, en mi encomienda actual y hasta el último día que ocupe el honroso cargo para el cual se me designó, trabajaré para que sean las ideas de todos, el consenso genuinamente universitario, el fundamento del futuro universitario.
Para que nadie hable de vencidos y vencedores, sino de una comunidad universitaria que en esta etapa de la historia institucional decidió, se responsabilizó y fue capaz de seguir nuestros más altos principios en la construcción y ejercicio de una democratización universitaria verdadera y perdurable.
