Raúl Arias Lovillo
Hoy iniciamos en el campus de Poza Rica-Tuxpan, nuestro Primer Congreso Universitario.
Los universitarios volvemos al foro donde nacen nuestras ideas y nuestras aspiraciones, retomamos el método abierto de la discusión entre pares y reafirmamos el compromiso de seguir por el camino de la renovación de nuestras estructuras académicas y la innovación de nuestros procesos pedagógicos y administrativos.
La Universidad es esencialmente reformadora. Tiene la responsabilidad de proporcionar todo aquello que haga posible que sus estudiantes alcancen a desarrollar lo mejor de sí mismos a lo largo de su vida y que sus académicos no renuncien jamás a su vocación por la superación de sus capacidades para estudio y el aprendizaje.
La discusión y el intercambio de ideas entre todos los universitarios fortalecen nuestra convivencia democrática, estimulan sus capacidades y les permiten desarrollar su espíritu crítico.
Todo ello engloba el Congreso: vocación reformadora y espíritu crítico. Para el programa del Congreso tenemos una agenda temática, que diría que retoma lo esencial de la vida universitaria: el Modelo Educativo Integral y Flexible (MEIF); la Legislación universitaria, autonomía y democratización; Presupuesto y financiamiento de las universidades públicas; Espacios físicos e Infraestructura; Investigación y vinculación con pertinencia social; Descentralización, políticas y problemáticas universitarias regionales. Todo esto lo vamos a discutir abierta, libre y democráticamente.
Congreso de todos
Este Congreso Universitario es de todos los universitarios; es producto también de una coyuntura política especial en la que se expresaron y unieron las sensibilidades y aspiraciones de estudiantes y profesores del área de Humanidades y de la propia administración de la Universidad.
El hecho de que concurramos con el propósito común de lograr lo que nos propusimos en la Convocatoria, da sustento y certidumbre a las expectativas de renovación permanente y de mejoramiento continuo de nuestra Universidad.
Por ello tenemos la obligación de asegurar que la Universidad Veracruzana siga siendo un espacio donde podamos aprender juntos, donde podamos convivir respetándonos en nuestras coincidencias y discrepancias, y debe ser el lugar donde podamos trabajar juntos por la preservación y por la consolidación de nuestro proyecto educativo.
En ese sentido, estamos obligados a demostrar a todos los veracruzanos lo que verdaderamente somos: una comunidad políticamente madura, que vive con emoción y razón crítica el debate de las ideas, alentados por la convicción de que nuestro proyecto académico está firmemente arraigado en la sociedad.
Debemos convenir, asimismo, que en este Congreso vamos a celebrar un acto de adhesión con la democracia, un acto de congruencia con nuestro indeclinable compromiso académico y un acto de lealtad con nuestra autonomía.
Pero, además, debemos dejar en claro que llegamos a este Congreso sin prejuicios ni decisiones predeterminadas. Nada ni nadie debe inhibirnos de decir lo que pensamos; eso sí, respetémonos; hablemos con la verdad, sin engañar a nadie, sin engañarnos a nosotros mismos.
La sociedad nos observa y siempre espera que actuemos con un alto sentido ético.
Sin desviaciones, hacia el futuro
A partir de establecer una vida colegiada en las instancias como el Consejo Universitario General (CUG), del diálogo sistemático que mantenemos con estudiantes y profesores, y con la realización de los Foros Universitarios hemos acumulado experiencia y hemos avanzado en el proceso de democratización de la Universidad.
Abrimos, como nunca antes, las puertas a la transparencia y a la rendición de cuentas; sin dejar de reconocer aciertos, ventilamos los errores de las administraciones pasadas para demostrar que no éramos ni cómplices ni indiferentes.
Quiero decir más claramente que, resultado de este proceso de democratización, nuestra casa de estudios no permite que sus políticas las elabore o dirija una persona, un grupo o un par o un trío de iluminados.
Reafirmamos así que estudiantes y profesores debemos ser actores de la transformación de la Universidad y no simples espectadores.
Como fruto de este proceso, aquí se inscribe nuestro Primer Congreso Universitario, en el cual vamos a reafirmar nuestra capacidad para escuchar, para dialogar, para ejercer la autocrítica, y para seguir construyendo una Universidad más grande y robusta en lo académico y en su democracia interna, que mira sin vacilaciones ni desviaciones hacia el futuro.
