Núm. 11 Tercera Época
 
   
encabezado
 
ENRIQUE MURILLO
FORMA Y ARMONIA
 
 
fotos
escudo uv
 
corre
 
  punto    Puntos de venta
  buzón Buzón del lector
  suscribete Suscríbete

 

lineamientos de publicación

 

 

 
 
 
 
páginas <<< 1 2 3 4 5 >>>
 

 

   
 

 

 

Lorena y Genaro en los tiempos y los avatares de una guerra donde la crueldad de ambos bandos crece exponencialmente conforme avanza, los rivales políticos Barbachano y Méndez se unen para enfrentar al enemigo común, los indios, y éstos, ya “avisados” por sus dioses de que el tiempo de revancha en la tierra y de la inversión de los roles humanos en el mundo ha llegado, rechazarán todo intento de negociación propuesta por el dueto de políticos peninsulares y extenderán la guerra de manera intermitente hasta el arranque del siglo XX. Será este un periplo sangriento durante el cual muchos de los insurrectos presos habrán de ser vendidos como esclavos en Cuba y 1000 soldados estadunidenses, veteranos de la guerra contra España, arribarán para apoyar al gobierno yucateco.

          El paso a paso de la guerra irá haciendo que los personajes se transformen y saquen a flote sentimientos que sólo las situaciones límite generan en los seres humanos, donde la dicotomía maniquea y moralina entre buenos y malos se viene abajo porque la vida misma no se presenta en estancos, sino se deja venir de bulto y ante ella hay que dar respuestas inmediatistas y oportunistas, en el mejor sentido de la expresión, para sobrevivir en ese tiempo plagado de trampas devenidas estrategia articuladora del actuar frente al enemigo. Ejemplo de ellas son las que planea el gobierno a través de una serie de cartas falsas que sirven de pretexto para el asesinato de Gregorio May y Antonio Ay, caciques mayas cuyas pertenencias serán el motivo y botín de sus asesinos; o la irracionalidad criminal de los indios, producto de las humillaciones seculares, que aflora en la toma de Tihosuco con el aniquilamiento de la población: “El pueblo quedó en ruinas. La tienda, la casa de los ricos. No se salvaron ni los que se metieron en la iglesia. Había mucho rencor” (p. 309), informa un personaje secundario a Genaro Montore/Ulises en su regreso a Ítaca acompañando y protegiendo a Rosalía y Monserrat. Porque el tiempo está teñido de eso, de rencor acumulado explotando desde abajo y provocando lo que la señorita Bell, quien con justeza se siente en Hopelchén una extraña entre extraños, sintetiza en su diario el 28 de diciembre del año 47: “Tengo miedo de lo que pueda ocurrir. Nos encontramos tan lejos de todo” (p. 109), sin darse cuenta de que esa intención futura del verbo “poder” ya se hizo vieja y lo que está ocurriendo es no sólo el caldo de cultivo para las pasiones mortales, sino también, como en todo momento de crisis, para el surgimiento del amor y sus circunstancias. A veces es un amor puramente vital y ungido por el destino histórico entre ella y José María, y otras, aderezado con la pasión que lleva al triángulo funesto entre Cecilio Chi/María/Anastacio. Las crisis son terreno también para que surjan acciones de entrega semejantes a la de Marcelino Romero, carpintero dedicado a construirse un bello ataúd para su entierro, y las del doctor Fitzpatrick, personaje de origen irlandés (¿un guiño a Joyce?) e irrecusablemente conradiano, que atraviesa invicto desde su alcoholismo (¿Lowry/ El Cónsul como modelo?) el tráfago de la guerra con una sabiduría que se empalma con la terrenal del cura Manuel Antonio Turrisa. En éste, sin embargo, la superstición católica jamás lo lleva a pelearse con el más acá de la realidad, casi igual a como lo hace, con sus placeres privados, sus virtudes públicas y su actuar como político confesor de Celestino Onésimo Arrigunaga, obispo de Yucatán, Cozumel y Tabasco (¿La Celestina y Onésimo Cepeda, el de Ecatepec, en cópula literaria?).

          Constreñido en ocasiones por los hechos históricos como escenario obligado donde los personajes “de verdad” interactúan con los de ficción, el autor logra momentos francamente buenos como los contenidos entre las páginas 197 y 202 (siendo la cúspide el ritmo y la contundencia de las escenas en que narra la atención médica de Fitzpatrick a Marcelo), hijo del cacique maya Jacinto Pat, herido gravemente por una bala en la espalda. Otros ejemplos de momentos logrados son los apuntes del diario de la señorita Bell que van desgranando datos del ambiente, conformando el contexto de la guerra y aliviando un poco al texto de una carga informativa antropológica e histórica que lo tensiona permanentemente; o los monólogos interiores y diálogos domésticos del obispo Arrigunaga donde la memoria revitaliza el teatro del placer del cura. Pero hay también viñetas nada afortunadas, o malas a secas, carentes de lógica y sentido común, como las descritas entre las páginas

 
 
 
páginas <<< 1 2 3 4 5 >>>
     
Hidalgo #9 • col. Centro • Xalapa, Veracruz, México • (2288)8185980, 8181388 • lapalabrayelhombre@uv.mx