Núm. 11 Tercera Época
 
   
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ARTES

Los fusilamientos del 3 de mayo
Una guerra que cambió la
estética

Sixto Rodríguez Hernández

Sixto Rodríguez Hernández es académico de tiempo
completo en el Instituto de Investigaciones
Lingüístico-Literarias de la UV y director de la revista
Texto Crítico. Ha publicado estudios, ensayos y artículos
en diversas revistas y es coautor, con José Luis Martínez
Morales, de la antología Letras de Veracruz.

   
 

Francisco de Goya, Autorretrato

 

La Guerra de la Independencia es un acontecimiento de gran significado en la evolución histórica del pueblo español. Fue un conflicto surgido en 1808 por la disconformidad de un sector de la sociedad a la pretensión del emperador francés, Napoleón I, de instaurar y consolidar en el trono de España a su hermano José Bonaparte, con la finalidad de desarrollar un modelo de Estado acorde con la ideología bonapartista.

          Enmarcada en el amplio conflicto de las Guerras Napoleónicas y en la crisis del sistema del Antiguo Régimen, encarnado en la monarquía de Carlos IV, la Guerra de la Independencia en España se desarrolló sobre un complejo trasfondo de profundos cambios sociales y políticos impulsados por el surgimiento de la identidad nacional española y la influencia de algunos de los ideales nacidos de la Ilustración y la Revolución Francesa, paradójicamente difundidos por la elite de los “afrancesados”.

          Los términos del Tratado de Fontainebleau, firmado el 27 de octubre de 1807 por el primer ministro Manuel Godoy, preveían, de cara a una nueva invasión conjunta hispano-francesa de Portugal, el apoyo logístico necesario al tránsito de las tropas imperiales que, al mismo tiempo, fueron tomando posiciones en importantes ciudades españolas, según los planes de expansionismo colonial de Napoleón Bonaparte quien, convencido de contar con el apoyo popular, había resuelto forzar el derrocamiento de la dinastía de los Borbones.

          El resentimiento de la población por las exigencias de manutención de las tropas extranjeras, que resultó en numerosos incidentes y episodios de violencia, junto con la fuerte inestabilidad política surgida tras el episodio del motín de Aranjuez, precipitó los acontecimientos que desembocaron en la mítica jornada del 2 de Mayo de 1808 en Madrid. La difusión de las noticias de la brutal represión en los días posteriores al 2 de mayo y de las abdicaciones de Bayona del 5 y 6 de mayo, decidió la guerra por la vía de la rebelión popular, a pesar de la actitud contraria de la Junta de Gobierno designada por Fernando VII. A tales acontecimientos no fue indiferente el gran pintor español Francisco de Goya y quedaron inmortalizados en su obra Los fusilamientos del 3 de mayo.

Un pintor de la Corte transforma su praxis estética

          Francisco José de Goya y Lucientes, el insigne pintor español, nació en Fuendetodos, España, en 1746, y murió en Burdeos, Francia, en 1828. Pintor y grabador, fue el artista europeo más importante de su tiempo y el que mayor influencia ejerció en la evolución posterior de la pintura, ya que sus últimas obras se consideran precursoras del impresionismo. Sus primeros cuadros tuvieron motivos religiosos y le dieron gran prestigio, por lo cual ingresó a la Academia de San Fernando; posteriormente fue nombrado pintor de la Corte por Carlos IV.

          Goya trabajó como retratista no sólo para la familia real, sino también para la aristocracia madrileña y, de hecho, entre estos retratos se encuentran algunas de sus obras más valoradas, como La condesa de Chinchón o las famosas La maja vestida y La maja desnuda. En los retratos de Goya destaca, en líneas generales, su atento estudio de las posturas y las expresiones, así como los contrastes de luces y sombras que realzan la figura del protagonista, como puede advertirse en el extraordinario cuadro de La maja desnuda.

          En 1808 la invasión de España por las tropas napoleónicas colocó al artista en una situación delicada, ya que mantuvo su puesto de pintor de Corte con José Bonaparte; sin embargo, andando el tiempo no se privó de plasmar los horrores de la guerra en obras como El 2 de mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, que reflejan los dramáticos acontecimientos de aquellas fechas en Madrid. Además, en los 66 grabados de Los desastres de la guerra (1810-1814) dio testimonio de las atrocidades cometidas por los dos bandos y acentuó visualmente la crueldad de la guerra como protesta contra ella.

 
 
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