Universidad Veracruzana

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Steve Jobs, la biografia

Steve Jobs

Mi pasión siempre ha sido la de construir una compañía duradera en la que la gente se sienta motivada para crear grades productos. Todo lo demás era secundario. Obviamente, era fantástico obtener beneficios, porque eso es lo que te permite crear grandes productos. Pero la motivación eran los propios productos, no los beneficios… es  una diferencia sutil, pero acaba por afectar a todos los campos: la gente a la que contratas, quien recibe ascensos, qué se discute en las reuniones.
Algunas personas proponen: “Dales a los clientes lo que quieren”. Pero esa no es mi postura. Nuestro trabajo consiste  en averiguar que es lo qué van a querer antes de que lo sepan. Creo que fue Henry Ford quien dijo una vez “Si les hubiera preguntado a mis clientes qué querían, me habrían contestado: “Un caballo más rápido””. La gente no sabe lo que quiere hasta que se los enseñas.  Por eso nunca me he basado  en las investigaciones de mercado. Nuestra tarea estriba en leer las páginas que todavía no se han escrito…
No creo que haya sido desorientado con los demás, pero si algo es un asco, se lo digo a la gente en su cara. Mi trabajo cosiste en ser sincero. Sé de lo que estoy hablando, y normalmente acabo teniendo la razón. Es la cultura que he tratado de crear.  Somos brutalmente honestos los unos contra los otros, y cualquiera pueden decirme que creen que no les cuento más que chorrada,  y yo puedo decirles lo mismo. Hemos tenido algunas discusiones en las que nos hemos arrojado al cuello del otro, en que todos nos chillamos, y han sido algunos de los mejores momentos que me a pasado. Me siento completamente a gusto al decir: “Ron, esa tienda tiene un aspecto de mierda” ante el resto de los presentes. O podría decir: “dios mío, la hemos podido bien en estos circuitos” frente a la persona responsable. Ese es el precio que hay que pagar por entrar al juego: tienen que ser capaz de ser sincero al cien por cien. Tal vez haya una alternativa mejor,  como un club inglés de caballos en que todos llevemos corbata y hablemos una especie de lenguaje privado con aterciopeladas palabras en clave, pero yo no conozco esa alternativa, porque provengo de una familia californiana de clase media.

Texto tomado de: Steve Jobs, Walter Isaacson, Debate, pag. 703-705.



Pancho Villa una biografía narrativa

Paco Ignacio Taibo II
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Aquí  se encuentra la vida de un hombre que solía despertarse, casi siempre, en un lugar diferente del que originalmente había elegido para dormir. Tenía este extraño hábito porque más de la mitad de su vida adulta, 17 años  de los 30 que vivió  antes de sumarse a la revolución, había estado fuera de la ley; había sido prófugo de la justicia, bandolero, ladrón, asaltante de caminos, cuatrero. Y tenía  miedo de la debilidad de las horas de sueño fuera su perdición.
Un hombre que se sentía  incómodo teniendo la cabeza descubierta, que había sido llamado en su juventud “el gorra chueca” no solía quitarse el sombrero para ni para saludar. Cuando después de años de estar trabajando en el asunto el narrador tuvo la visión de que Villa y sus sombreros parecían inseparables, Martin Luis Guamán, en El águila y la serpiente, colaboró: “ Villa traía  puesto el sombrero  […] cosa frecuente en él cuando estaba  en su oficina  o en su casa”.  Para darle sustento científico al asunto el narrador revisó  217 fotografías. En ellas  sólo aparece en 20 sin sombrero ( y en  muchos casos  se trataba de situaciones que hacían de la ausencia  del sombrero obligación: en una está mandando,  en otras cuatro asiste  a funerales o velorios, en varias más se encuentra muerto y el sombrero debe de haberse caído en el tiroteo.En las 197 restantes porta diferentes sombreros; los hay stetsons texanos simples, sombreros de charro, gorras de uniforme federal de visera, enormes huaripas norteñas de ancha falda y copa alta, tocados huicholes, sombreros anchos de palma comprimida, texanos de tres pedradas, salacots  y gorras de plato de las llamadas en aquellos años rusas.  Su amor  por el sombrero llegó a tanto que una vez que tuvo que ocultar su personalidad,  consiguió un bombín  que lo hacía parecer “cura de pueblo”.
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