Universidad Veracruzana

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Necesario que jóvenes conozcan tradición del son

Aseguró el músico Liche Oseguera
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Juan Carlos Plata
 
Coatzacoalcos, Ver.- Pocas cosas pueden ser más valiosas para un niño de 12 años que una bicicleta. A esa edad Liche Oseguera consiguió su primera jarana producto de un trueque, en el que tuvo que dar a cambio su bicicleta. Años después, aquel niño se convertiría en una de las referencias más importantes de la tradición sonera de Veracruz.
Si bien es plausible que cada vez más jóvenes se acerquen al son jarocho y a consecuencia de esto haya un resurgimiento y una revaloración del género, es necesario que estos jóvenes conozcan los fundamentos de la tradición para después intentar cosas nuevas que lo refresquen y lo fusionen con otros tipos de música, aseguró el experimentado jaranero Liche Oseguera en su participación en el festival ¡Que viva el son!, que organiza la Universidad Veracruzana (UV).
“Muchos de los grupos de jóvenes que tocan son buscan más virtuosismo que tradición; se han olvidado de las formas originales, de los elementos clásicos del son, como los tangueos y los montunos, que son fundamentales para entender lo que es el son”, afirmó.
El músico aseguró que es necesario retomar estos elementos para que el son viva en su forma clásica y a partir de ahí intentar cosas nuevas.
“Hoy en día el son jarocho se toca en todas partes del mundo, en Europa, Australia, Estados Unidos y todo Latinoamérica, y es importante conservar sus formas tradicionales, conocerlas y valorarlas, para darlas a conocer al mundo en su forma original”, sostuvo.
Oseguera destacó que es muy bueno que haya tantos jóvenes interesados en el son y eso, dijo, es una oportunidad para que el género se conserve y se renueve.
Al presentar su disco titulado Antología –que recoge composiciones suyas que fueron grabadas con los grupos Chuchumbé, Relicario y en sus proyectos solistas–, Oseguera recordó sus primeras incursiones en la tradición del fandango.
“Yo y mi hermana Rubí estudiábamos en Coatzacoalcos y las vacaciones las pasábamos en El jato, congregación de Santiago Tuxtla de donde es originario mi padre y ahí vi por primera vez las parrandas decembrinas, festejo musical itinerante en el que participa toda la comunidad”, relató.
El músico explicó que a los ocho años empezó a bailar, “ahí, atrás de una puerta, descalzo, sólo porque me gustaba. Poco tiempo después empecé a tocar la jarana, instrumento que conocí a fondo desarmándolo y volviéndolo a armar con piezas de madera de cajas de frutas y cualquier otro elemento a la mano”.
Oseguera sostuvo que el festival ¡Que viva el son! es un proyecto muy importante para el movimiento sonero porque puede ayudar a que más gente se acerque al género y a todo lo que conlleva.
“Esto puede generar que se formen más músicos nuevos, que conozcan la tradición, la respeten, la sientan, la vivan y la desarrollen”, afirmó.
El arpa, instrumento tan antiguo
como el homo sapiens: Arauz
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Existen indicios –en pinturas rupestres– de que instrumentos muy similares al arpa fueron construidos y utilizados por las primeras civilizaciones de la historia, alrededor de 25 mil años antes de Cristo, aseguró José Luis Arauz durante su participación en el festival ¡Que viva el son!
“Los arqueólogos, antropólogos e historiadores no se ponen de acuerdo sobre la fecha y lugar preciso del nacimiento del arpa, pero hay indicios de que el arpa es un instrumento musical casi tan antiguo como el homo sapiens”, dijo.
El músico relató que en la ciudad de Ur, antigua Mesopotamia, fue encontrada en 1929 por el arqueólogo Leonard Woolley, la llamada arpa dorada o arpa del toro en un entierro ritual, pieza de altísimo valor arqueológico que desapareció luego de la intervención bélica estadounidense a Irak.
         “El arpa llega a América con los españoles, aproximadamente en 1519, Bernal Díaz del Castillo habla en sus crónicas de una persona como ‘el del arpa’. Ya para 1576, el sacerdote Andrés Pérez y Rivas relató que el arpa acompañaba al huehuetl y al teponaztle en la música para danzas indígenas mesoamericanas”, dijo.
         Arauz sostuvo que con la llegada de los primeros esclavos negros a las colonias españolas en América, en 1529, llegó la síncopa o contratiempo, elemento que se volvió fundamental para el desarrollo de la música mexicana.
         “Con los instrumentos europeos, la síncopa africana y la tradición indígena, se conformó lo que hoy conocemos como son jarocho y muchas otras músicas a lo largo y ancho del continente”, dijo.
Pies de foto:
Foto 1:
Liche Oseguera.
 
Foto 2:
José Luis Arauz.

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Fecha: 24 abril, 2024 Responsable: Dirección General del Área Académica de Artes Contacto: anconde@uv.mx