Aseguró la bailadora tradicional Rubí Oseguera
– Formada como zapateadora de la forma tradicional –con enseñanzas de su abuela–, Rubí Oseguera estudió Antropología en la UV para entender el significado de la tradición y ha desarrollado un método de enseñanza
– La fusión del son con otros géneros musicales y artísticos es una necesidad de la propia tradición, pero se necesita un conocimiento de las bases del género, sostuvo
Juan Carlos Plata
Aunque comúnmente se ve al zapateado como un adorno o un elemento estético del fandango y del son jarocho, es parte esencial de la tradición y un elemento fundamental para la música, aseguró la bailadora tradicional Rubí Oseguera Rueda durante su participación en el festival ¡Que viva el son!, que organiza la Universidad Veracruzana (UV) en seis ciudades de Veracruz.
“El zapateado es como el corazón del son, es lo que hace que nos conectemos con la tierra. Los propios músicos te dicen que si no hay nadie bailando y no escuchan el zapateado, algo les falta”, sostuvo.
Oseguera explicó que el zapateado es un elemento que compartimos con muchas otras tradiciones en el mundo. “Todo mundo zapatea, es lo que más te conecta con la tierra y no cuesta nada porque todos los elementos ya los tienes, sólo tienes que aprender a moverte, a sentir el golpe que se maneja en cada género.
“La información del son está en nuestros genes –los tiempos de la música, cómo hay que llevar ese ritmo con el zapateado–, todos lo traemos y aunque en la actualidad constantemente somos bombardeados por muchas otras músicas y mucho ruido, si ponemos un poco de atención veremos que dentro de nosotros tenemos toda esa información”.
Oseguera Rueda explicó que aprendió el zapateado jarocho de niña bajo la tutela de su abuela –originaria de la comunidad de El jato, municipio de Santiago Tuxtla– de una manera muy tradicional.
“Mientras más me involucraba en los fandangos me surgieron muchas preguntas y decidí estudiar Antropología para responderme esas preguntas, y así descubrí los significados profundos y valiosos del baile en el son y me di cuenta de su valor no sólo tradicional sino artístico. A partir de todo ese trabajo desarrollé un método de enseñanza y sigo trabajando en estudios sobre el papel que juega el zapateado o el baile en el fandango y el son”, dijo.
Sobre la importancia de seguir desarrollando al son –musicalmente y artísticamente–, la bailadora sostuvo que la fusión con otros tipos de música es una necesidad de la misma tradición.
“El son no nació por arte de magia, es una mezcla de muchas músicas que se han adaptado en diferentes contextos sociales y culturales; creo que actualmente el son puede nutrirse de otras músicas y nutrir a otras músicas, pero es muy importante que estos procesos partan de un conocimiento pleno de la base, de la tradición”, aseguró.
Oseguera Rueda dijo que algunos grupos que hoy trabajan en proyectos que fusionan el son con otros géneros musicales tienen una gran experiencia en la tradición y de trabajo en comunidad y eso mismo les ha permitido dar ese paso artístico hacia la experimentación.
“La fusión es una necesidad de los jóvenes, que también se nutren artísticamente de otras músicas y tradiciones. Los jóvenes han jugado un papel fundamental en el resurgimiento y revaloración del son; en los años 90 fueron ellos los que lograron comunicar al son con la música contemporánea para decirle a la gente que el son no era una cosa exclusiva para viejitos, sino un atradición de mucho respeto pero que podía ser tocada por jóvenes y ser renovada”, dijo.
Sobre el festival ¡Que viva el son!, la bailadora tradicional dijo que es una excelente oportunidad para generar nuevos públicos, ya que tienen un formato escénico en el que los artistas muestran su trabajo, pero también un espacio para que el público participe activamente de la tradición, pueden aprender cuestiones básicas de instrumentos y zapateado o bailar en un fandango”.
Pie de foto:
Rubí Oseguera.
