Año 3 • No. 98 • abril 7 de 2003
Xalapa • Veracruz • México
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¿Arqueología subacuática?
Ana Katalina Celis Hernández (Facultad de Antropología)
(Segunda parte)

Después de hacer mención sobre algunos de los principios básicos de la arqueología subacuática, en los siguientes párrafos enfatizaré en la limitante principal que tiene el arqueólogo-buzo al trabajar en el agua. Partamos del hecho de considerar que el medio acuático no pertenece al propio de la naturaleza del hombre, es decir, la
limitante de este trabajo arqueológico, más que realizarlo bajo el agua es hacerlo a una presión atmosférica distinta a la de la superficie.

En ésta, el aire que se halla alrededor nuestro ejerce una presión de una atmósfera (ATM) sobre el cuerpo a pesar de que no la sentimos debido a que estamos constituidos principalmente de líquidos los cuales no se comprimen ante la presión.

Cuando nos hallamos bajo el agua este medio actúa de manera similar al aire ejerciendo una presión que esta vez sí experimentamos debido a la mayor densidad de la misma. En ambos casos los cambios de presión los llegamos a sentir en los espacios aéreos de nuestro cuerpo como son los pulmones, los senos frontales (por debajo de los ojos) y los oídos, tal como cualquiera de nosotros lo ha sentido al ascender una montaña o volar en avión.

Por otra parte, el aire que respiramos de forma natural está compuesto en un 78 por ciento de nitrógeno, 21 por ciento de oxígeno y tan sólo en un uno por ciento de otros gases de menor consideración. Dicha concentración no presenta inconveniente alguno en nuestra vida diaria, sin embargo, para todo aquél que practica el buceo lo anterior reviste una importancia vital.

Entre esta distribución de gases el nitrógeno asume un papel relevante debido a que si de forma natural el cuerpo humano no lo utiliza fisiológicamente, cuando nos encontramos bajo el agua y a una presión distinta, dicho gas se convierte en un factor de riesgo cuando es inhalado en estas condiciones.

Mas allá de una ATM de presión (en promedio cada 10 metros aumenta una ATM) el nitrógeno va almacenándose en nuestras vías sanguíneas y tejidos esperando salir una vez que comencemos el ascenso de regreso a la superficie y cuando la presión sobre nosotros comience a disminuir. En suma, si no permitimos que este gas sea expulsado durante el ascenso, actuará de manera forzosa ante la expulsión que de forma natural ejerza sobre de él nuestro cuerpo.
La consecuencia directa de esta situación es que si ascendemos rápidamente o si permanecemos más tiempo del que está estipulado a determinada profundidad, el nitrógeno absorbido formará, en su salida, burbujas de aire en los tejidos y vasos sanguíneos de diferentes partes del cuerpo siendo causante de dolores musculares, calambres, mareos y en el peor de los casos, parálisis, inconciencia
y muerte. Lo anterior es conocido como enfermedad descompresiva y resulta ser uno de los principales peligros latentes para todo buzo.

Las investigaciones arqueológicas que se realizan bajo el agua entre estas condiciones de peligro toman el carácter de una disciplina de riesgo y de amplias precauciones, más aún cuando consideramos los distintos tipos de ambientes en que se puede trabajar en donde el caso de nuestro país es ejemplar por su diversidad de espacios. Por ejemplo, está el caso del buceo en cenotes, cavernas y cuevas en donde al no existir un punto de salida accesible en todo momento, lo anterior es causa de modificación de las técnicas de buceo así como de las características del equipo autónomo ante el riesgo de la posibilidad de sufrir algún percance al interior de estos espacios.

Afortunadamente los avances en la medicina del buceo se han desarrollado al grado de que actualmente podemos hablar de un tipo de buceo técnico (a diferencia del de carácter recreativo que es el comúnmente conocido) que ya permite ampliar los tiempos de inmersión a partir de una mezcla de gases entre las cuales la más conocida es denominada “nitrox” o “aire enriquecido” basado en una distinta proporción en la cantidad de oxígeno y de nitrógeno del aire.

Como puede observarse, la capacitación del arqueólogo subacuático no cesa en tanto se siguen desarrollando las técnicas de buceo que nos permitan una mayor y más segura accesibilidad a los materiales sumergidos y, de igual importancia, en tanto no deje de apasionarnos el hecho de trabajar en un ambiente que, aunque desconocido y riesgoso, no pone límites a las satisfacciones que en cada inmersión ofrece a nuestra búsqueda.