Año 3 • No. 92 • febrero 17 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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Infancia y vida con
MONTERROSO
Magali Velasco Vargas
Cuando desperté, Augusto Monterroso ya no estaba allí, más bien allá, en México. En la mañana del domingo 9 de febrero, leí un cuento de Eraclio Zepeda: De la marimba al son. Reconstruía en la mente la calidez del clima, los aromas, los rostros, el ritmo del son chiapaneco, así como la historia de ese instrumento fantástico que es la marimba. Ya casi al final del cuento, me encontré con un pasaje que me hizo reír:
Atrás de los bailarines venía un grupo de negritos pastoreando a los peligüeyes aquellos que formaban un gran rebaño: carneros, corderas, corderitos, ovejas. Entre ellas venía una, una sola, de color negro. Por cierto la compró don Augusto Monterroso, caballero muy conocido en Guatemala, que por aquellos días viajaba de regreso a su tierra después de un exilio de varios años. Él se llevó la oveja negra: para algo bueno la habrá destinado.1

Augusto Monterroso.
Dos horas más tarde me enteré, primero en un periódico italiano y después en la página de Internet de La Jornada, que aquel caballero muy conocido no sólo en Guatemala y en México, sino en gran parte de este planeta, se había marchado la noche del viernes.

Desde este punto del continente Europeo, en un invierno que no da tregua, el recuerdo del escritor vino claro a mi mente. Agradezco haberlo conocido –de lejos– en aquel homenaje que le rindió la Universidad Veracruzana y el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias en Xalapa. Lo escuché hablar: sencillo y breve, fuerte, claro e inolvidable, tal como su literatura. Siento una opresión, es como la sensación de orfandad, sin embargo me conforto porque sé que ahí están sus libros y que pronto habrán más (como anunció la editorial Alfaguara).

Quienes leímos las fábulas y los cuentos de Monterroso cuando éramos niños, concordaremos en una idea: Ni la vaca, ni la oveja, y mucho menos el dinosaurio se irán nunca más de aquí. Si acaso el único que tiene derecho a comprar y llevarse a la oveja negra, será aquel que ahora regresa a su tierra después de un largo exilio, como bien lo vaticinó Zepeda. Milano, 9 de febrero, 2003.

1. Zepeda, Eraclio, “De la marimba al son”, en: Andando el tiempo, México, Martín Casillas/Fonapas., 1982, pp. 105-132.