Año 2 • No. 62 • mayo 20 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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Chido, guey
Arturo Sastré Blanco
Si existiera un carnaval de las palabras, güey sería la palabra reina del momento. Ésta ha invadido el discurso de los chavos y no tan chavos destronando a las otras que reinaron el escaso léxico popular como chaviza, onda, fresa, ruco, o in. Güey tiene un rey feo que es la palabra chido y que, junto con chale, arman una fiesta en donde las palabras embriagadas de ellas mismas terminan por enmascarar su verdadero significado.
Güey, chido y chale reinan en el discurso coloquial juvenil. Estas palabras, cuyo origen difícil de detectar pudo ser campesino, urbano lumpen, náhuatl o todos a la vez, se encuentran en los diccionarios serios. Son usadas con toda corrección y propiedad en la literatura de Armando Ramírez y de José Agustín ilustrando ambientes lumpen o de juventudes
beligerantes de argumentos contraculturales que tenían en sí mismos sentidos muy claros dentro de la batalla que, por aquel entonces, se libraba contra el poder, las generaciones anteriores, su hipocresía, la desigualdad social y su lenguaje.
Las palabras eran en sí mismas formas de resistencia civil y autodeterminación, armas que contribuyeron a la contraconquista de un lenguaje propio y consiguieron todo un triunfo de identidad. Hasta ese momento las palabras podían ser nuestras, no españolas. Así comenzó la nueva identidad nacional, ¡qué chido, chale con lo castizo o extranjerizante!, ¡dejáramos de ser sus güeyes! ¡Viva méchico cabrones y su consonante Ch! Aunque no hayamos logrado pronunciar la x tenemos la ch para sustituirla en un “chingo” de palabras como chido, pinche, chafirete, ¡carcacha y se te retacha!
Pero la exageración con que se está usando la palabra Güey como interjección en todas las conversaciones hasta en los programas de televisión como Big Brother, es una verdadera exageración. Me pregunto si habría una transcripción de los textos de este programa, sobre todo en voz de la retorcida Azalea, quien se ha encargado de vulgarizar al respetable güey todavía más de lo que el “Ratón Jarocho Crispín” de Luis de Alba popularizó al chidísimo chido... ¡Chale! Después de reflexionar en cómo intercalamos la palabra güey mientras converso con mis amigos, me percato del sentido de
aceptación que tiene para asegurarme quenos estamos entendiendo (güey) y que tal vez no podríamos comunicarnos de manera profunda si no te digo el güey. Esta palabra es clave y afirma la confianza entre dos hablantes, denunciando el grado de familiaridad. Porque si no te expreso mi confianza hasta el grado de insultarte veladamente con este güey no estaremos seguros de que somos verdaderamente amigos, vamos, que si no toleras a este signo de aceptación, de integración no me siento confiado, atendido, tu amigo, tu “brother”, tu “big big brother”.
La forma insultante tampoco se ha perdido. Es el caso en donde uno (tú, pues) eres el güey de quien conversa contigo y el otro güey con quien estás hablando es un pendejo que no sabe tu nombre.
Güey es para el lenguaje lo que el Sancho o el Pepito para los chistes. Es una tercera persona referida en sobreentendido (ejemplo: “Ahí viene este güey” o “El güey ése...”) lo cual nos permite calificar a una persona por lo que verdaderamente pensamos que es o por lo que quisiéramos que fuera. Nosotros somos el güey de quien está hablando esa bola de güeyes. En general, güey atenúa el insulto (ejemplo: “Eres un güey…”, en lugar de imbécil, o “No te hagas güey” en lugar de pendejo). Por cierto, en alguna ocasión, en la oficina de Huberto Bátiz le escuché su teoría para definir a pendejo como el resto de mierda que pende del pelo del ano, pende-culus.
No sé si lo llegó a comprobar pero me pareció ciertamente insultante y convincente.
De cómo el insulto, que se usaba para describir a una persona en el sentido peyorativo y mal intencionado de una persona, pasa a ser estrictamente lo contrario, es un misterio del lenguaje verbal mechicano. En este nuevo uso de significación tú eres el güey con quien el otro conversa y viceversa, lo que indica que deben ser muy amigos para tolerarse el insulto.
Al decirte güey no te estoy insultando, como quien te dice pendejo sino que güey; güey es sinónimo de cercanía. El significado insultante de la palabra güey queda nulificado para afianzar lazos en nuestras relaciones. Ni te ofendo ni te das por ofendido. Estos fenómenos del lenguaje coloquial se dan para poder afianzar nuestras relaciones y confianzas mutuas. Es como “llevarse de cuartos”, como reírse y llevarse.
Hubo un tiempo en que noté, (sobre todo en los “fresas”) que intercalaban de manera injustificada un “¿No?” con todo e interrogación en medio del postulado como para obtener un entusiasmado “Sí, claro, también pienso lo mismo” que les permitiera continuar con la conversación.
Sucede exactamente lo mismo que con el güey coloquial: lo que queremos de los otros güeyes es no correr peligro, amigabilidad, aceptación, ser tolerado, amistad, cercanía, camaradería, pertenecer, y en un sutil y rechazado grado, amor. ¿O no, güey?