La
brillante capacidad de seducción por el uso de las palabras
y la construcción de su narrativa envuelta en pasajes cotidianos,
hacen de los textos de la mexicana Ana García Bergua telarañas
para atrapar al lector, quien a pesar de enormes esfuerzos no podrá
despegarse para conocer el final de la historia.
Entre los escritores contemporáneos que actualmente brillan
con plenitud en México destaca la figura de García
Bergua, quien ha ido abriendo brecha desde hace un par de décadas
con sus colaboraciones en revistas y suplementos culturales, además
de su creciente trabajo editorial, del que vino a hablar a nuestra
ciudad.
Isla de bobos es la novela que presentó en la Escuela de
Escritores y de Cinematografía “Sergio Galindo”
–acompañada por Irving Ramírez y Alberto Chimal–,
donde habló de la construcción de personajes y de
cómo transformó una novela histórica en una
de ficción.
Ana García Bergua, además de presentar su libro, vino
a compartir con jóvenes escritores sus conocimientos sobre
la novela. Es conveniente resaltar también que críticos
y periodistas como Ángel Trejo han expresado que su escritura
se anida en lo cotidiano, pero es en cada acción dramática
donde adquiere matices propios del suspenso, oníricos y hasta
surrealistas. Los acontecimientos de su narrativa asoman al lector
al umbral de la fantasía subyugada por la realidad.
Es poseedora de un sentido del humor incisivo y refrescante. En
su libro de relatos El imaginador, Ana García muestra varias
caras del humor; una de éstas puede acercarse a la acidez
con el relato “Andrés”, en el que inicia así:
“Sé que estuvo mal pensarlo, pero el acto de caer muerto
a media reunión me pareció, por parte de Andrés,
de mal gusto. Y no es que quiera perjudicar su memoria con esto,
pero la verdad quién lo imaginaría… incapaz
de cometer cualquier descortesía aun en la parranda más
desenfrenada”.
También puede verse un humor que pareciera acariciar lo fantástico
pero que al final encuentra una justificación al resaltar
lo que falta en el interior de las personas. En el relato “De
los largos amores de Leika Bom y las lágrimas de cocodrilo”,
el narrador, desde la cómoda posición de observador,
se refiere a la protagonista Leika: “El amor no es fácil,
fue lo primero que pensó al recordar a su primer amante,
al que abandonó por otro, por otro y por otro. Si a uno le
faltaba un pie, al otro le sobraba un brazo. El tercero tenía
la nariz demasiado grande y el cuarto hablaba demasiado”.
La escritura de Bergua no puede ser encasillada en un sólo
estilo o escuela, aunque deja notar su gusto por aquellos fragmentos
de la historia que aún no han sido contados o que presumiblemente
han sido narrados o recreados desde el pensamiento imperante de
la corriente político-ideológica en turno.
García Bergua reconoce y pareciera rendir un tributo personal
a los grandes escritores mexicanos, como Juan Rulfo. En su relato
“La fusca y el pusilánime” trae inevitablemente
a la mente del lector el inicio de la gran historia de Pedro Páramo:
“Fui a Calipén a matar a un tal Florencio Hernández
que nos había afrentado. El camino fue difícil, ardoroso
por el calor. Me pesaba la pistola en el cinto, pero más
que la pistola era la encomienda de matar a un hombre. Estaba ardido,
Florencio Hernández se había burlado de toda mi familia
frente a mí”.
Para ahondar en lo anterior, las diversas temáticas que le
interesan, la pasión por la historia mexicana, su opinión
de escritores y las próximas novedades editoriales, entrevistamos
a Ana García Bergua, quien entre sonrisas y una mirada ávida
respondió.
En narraciones como Isla de bobos echa mano de una historia
real para desarrollar toda una trama bien lograda, ¿por qué
recurrir a la historia?
La historia me gusta mucho. Yo era escenógrafa de teatro
y tengo cierto afán por la reconstrucción y la recreación
de épocas, es algo que me gusta mucho hacer. Desde que escribí
mi novela Púrpura quise hacer como un retrato, una maqueta
de los años treinta y cuarenta. En la novela anterior me
había metido con el Porfiriato, pero siempre fantaseando.
Para Isla de bobos tenía material de investigación
de un hecho histórico y decidí hacer una novela histórica
pero me ganó la invención y se convirtió en
una ficción histórica. Eso es algo que me interesa
mucho, siempre me ha apasionado; a lo mejor es un afán de
detener el tiempo o la angustia de que las cosas se pierden y los
objetos cotidianos de las épocas desaparezcan.
¿Tienen
algún efecto las revoluciones en una escritora?
Me interesan no tanto los grandes acontecimientos, sino las vidas
pequeñas que cambian con el paso de la historia. Me interesa
mucho esa escala de la vida cotidiana de la gente, de los personajes
que en apariencia no son trascendentes, que podrían ser incluso
cobardes, que no son grandes héroes. Justamente son los antihéroes
los que llaman mi atención porque parecen más comprensibles
que los héroes de cartón.
El
escritor Ignacio Solares también ha puesto el ojo en los
acontecimientos históricos de nuestro país, pero como
él hay otros, ¿qué opina de los escritores
contemporáneos que encuentran en la historia nuevas historias?
Considero que en México hay un interés por entender
algo. Parece que hay algo que no nos ha quedado claro y todos tenemos
que estar rascando, y en donde rasques siempre hay una pequeña
historia que alguien no contó o un lado desde donde nadie
vio. Todos tenemos esa necesidad. México es un país
fascinante y por eso a los escritores nos interesa mucho, así
como a los lectores.
Otro escritor que gusta de la historia es Enrique Serna, quien en
su último libro renunció un poco a la novela histórica
que lo mantenía cómodamente instalado ante los lectores
para escribir una novela autobiográfica buenísima
y valiosísima, se llama Fruta verde (como el bolero de Luis
Alcaraz).
¿Todavía
existen héroes de los que se debe escribir?
Héroes y antihéroes, pero hay que cuestionar. Yo lo
que quise hacer con esta novela era cuestionar el papel del heroísmo,
esa idea que además era muy priísta. Estuvimos mucho
tiempo con la idea de los héroes inamovibles y de los sacrificios,
finalmente se está viendo que no funcionan así las
cosas. En el plano internacional, desde la guerra de Irak todo lo
relacionado con el patriotismo está generando muchas preguntas,
como el hecho de dar la vida o sacrificar muchas vidas por una idea.
Mi apuesta al heroísmo en México está en lo
más pequeño e inmediato, es justamente ahí
donde tenemos posibilidades de ir cambiando las cosas.
¿Las mujeres de sus narraciones pueden ser consideradas
como antiheroínas?
Podrían llamarse así, aunque tampoco son tan sacrificadas.
La protagonista de Isla de bobos es la primera mujer que aparece
en mis libros de una pieza, más apasionada. Siempre había
manejado personajes femeninos un tanto pasivos o que luchaban por
cosas reales. Esta mujer realmente lucha por la figura de su esposo,
por el amor que le tiene y porque lo reconozcan como un héroe.
En
su narrativa también encontramos ironía, pero ¿ésta
va más allá de un mero llamado a la reflexión?
La utilizo como una técnica literaria; sin embargo, hay una
diferencia entre el qué y el cómo. Tú puedes
narrar algo muy pequeño de manera grandilocuente y se gesta
una ironía, una sátira. Me gusta jugar con tonos que
no corresponden a las cosas porque eso da otro tipo de sugerencias.
Hacer cosas de juego con la literatura.
Hay
escritores contemporáneos como Juan Villoro que utilizan
también la ironía, ¿cuál es su opinión
respecto de estos escritores?
Villoro es un gran cronista y narrador, es de los pocos escritores
humorísticos. Todos nos peleamos el papel de herederos de
Jorge Ibargüengoitia y si él viviera no nos daría
a ninguno el papel, nos patearía y nos correría. Es
como una pequeña escuela que se debe seguir en la literatura
mexicana y que es padrísima. En este tema, mis padres son
Ibargüengoitia y Salvador Novo.
Desde
que publicó Postales del puerto, crónica de viaje
sobre Veracruz, ¿ha cambiado su idea de que Veracruz guarda
un tesoro para el viajero?
Veracruz es una maravilla, vivo enamorada de este estado y si llego
a vieja voy a vivir en el puerto, lo tengo muy claro. He hablado
con varias personas y a todo mundo le pasa porque Veracruz tiene
un imán que es el puerto y los puertos son algo muy especial,
como si tuvieran un tesoro; además, hay tanta historia en
Veracruz, comida tan exquisita y una riqueza natural increíble.
Históricamente Veracruz es representativo del país
y de éste hacia fuera.
Antes
de hablar de sus próximas publicaciones, ¿existe una
especie de guía o mapa para leer y comprender su novela Isla
de bobos?
Mi aspiración fue hacer una novela que aunque no conocieras
lo que pasó en la isla de Clipperton leyeras una novela y
te quedaras con eso solamente. Mi intención final fue hacer
ficción, por eso encuentras personajes que no sé si
correspondan a las personas reales. Se lee como cualquier otro libro.
¿Nos
podría dar un adelanto de su próxima obra?
En este momento ya no sé cuál será porque se
me acaba de ocurrir otra idea y estoy por abandonar la primera.
En lo que decido, anuncio que el editor José María
Espinasa me acaba de enviar un correo para informarme de la publicación
de mi libro Pie de página, editado por Ediciones sin nombre
y Conaculta. Son textos breves seleccionados de mi trabajo periodístico
que realicé desde el suplemento del periódico Novedades;
son pequeños ensayos sobre libros, temas urbanos o cotidianos;
es como un catálogo de objetos.
El nombre salió porque en el antiguo suplemento de Novedades,
dirigido por José de la Colina, tenía una sección
que se llama “Asteriscos”, en la que los colaboradores
escribíamos de lo que queríamos. Posteriormente la
gente me preguntaba “¿Y tu libro de Asteriscos cómo
va? Un día Fabio Morábito me dijo: “Tu libro
se debe llamar Pie de página”. Creo que es un buen
título que pronto estará en las librerías.
Tengo otro libro terminado pero que aún está en espera
de editor, se llama Edificio. Son cuentos que suceden en un edificio,
son como los departamentos que conforman esta gran estructura. |