Año 8 • No. 289 • Noviembre 12 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Días
de otoño
Roberto Ortiz Escobar
Bajo el amparo del melodrama contenido, Roberto Gavaldón logró una de sus mejores cintas con Días de otoño (1962). Y no podía ser de otra manera al aprovechar el cuento de Bruno Traven Frustration, un guión de Julio Alejandro, los diálogos de Emilio Carballido, la fotografía de Gabriel Figueroa, la escenografía de Manuel Fontanals y las actuaciones de Pina Pellicer (en su mejor interpretación fílmica), Ignacio López Tarso y Evangelina Elizondo.

Si bien existen películas mexicanas que abordan la ilusión materna en la clase media mexicana, hasta ese momento no se había planteado el tema como enfermedad mental alentada por la obsesión, inocencia e ingenuidad femeninas.
Procedente de provincia y aterrizada en la Ciudad de México, Luisa (Pina Pellicer) empieza a trabajar en la pastelería de don Albino (Ignacio López Tarzo) y se enrola en plan de noviazgo con Carlos (Luis Lomelí), chofer de una casa rica. Desde sus primeros contactos con las compañeras de trabajo demuestra su reticencia al contacto social y la convivencia amistosa, maneja un carácter introvertido y despliega una imaginación desbordante para referir sus experiencias cotidianas (el primer encuentro con el novio, la visita a Chapultepec con el supuesto hijo).
Al sentirse abandonada por su novio, Luisa da rienda suelta a su afán de ser madre, no obstante las adversidades que enfrenta. Como mujer de un cierto nivel cultural (lee poemas y articula rápidamente sus pronunciamientos mentales) asume un objetivo que podría identificarla con la locura.

Hasta aquí la anécdota de la cinta. En la puesta en escena, el director nos presenta a una Luisa sin referentes biográficos, emigrando de la provincia para afianzar sus anhelos en un Distrito Federal que impone inmediatamente sus condiciones y contrastes (cuartuchos de azotea y vecindades por un lado, modernidad inmobiliaria con anuncios luminosos de ciudad cosmopolita por el otro). En medio de esta inmensidad que deviene en caos individual y psicológico, una mujer se aferra a sus ilusiones en medio del entorno agresivo (impresionante la escena de Luisa saliendo y regresando a la vecindad con el vestido de novia). También están los deseos de las compañeras, específicamente de una Rita (espléndida Evangelina Elizondo) queriendo colgarse de un amigo para casarse, porque a su edad corre el riesgo de vestir santos.

Como si fuera un entomólogo, Gavaldón nos describe los comportamientos de una mujer desequilibrada que pretende arraigarse a toda costa en la convención y la norma del matrimonio y la familia, entendidos como soporte social básico.

Pocos cineastas han llegado tan lejos en la exposición minuciosa de un deseo y cómo la realidad lo destruye sin miramientos.

Ya en Una familia de tantas (1948), Alejandro Galindo nos anticipaba que no obstante el desarrollo y la modernidad a mitad del siglo pasado, la gran ciudad descubría relaciones familiares disfuncionales en la clase media mexicana. En días de otoño, se destruye el mito de la maternidad feliz. Pero además de la vertiente sociológica y psicológica, encontramos un personaje femenino fundamental en el cine mexicano. Detrás de la disociación de la realidad, Luisa crea un mundo personal que la protege y le permite apelar a una libertad delirante fraguada en la soledad más íntima. Ese personaje sólo podía construirlo una actriz como Pina Pellicer, quien dos años después se suicidara para desgracia del cine y el teatro nacionales.

Días de otoño se exhibirá el próximo miércoles 14 a las 18 horas en el Aula Clavijero de Juárez 55. La entrada es gratuita.